Parte de la cultura actual tiende a borrar el sentido del pecado; y perder la conciencia de pecado comporta una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor de Dios, se pierde la imagen de Dios: sería una idea espiritual, un complemento edificante de mi vida, algo más bien indefinido… Para muchos, es ya inimaginable que un acto humano pueda ofender a Dios; no queda margen para la Redención, porque apenas se le ocurre a nadie buscar las causas de los males del mundo y de nuestra existencia en el pecado. Resultan iluminadoras unas palabras de Benedicto XVI: «Si nos preguntamos: Por qué la Cruz?, la respuesta es: Porque existe el pecado».