«Esta experiencia me ha reafirmado en mi misión, así como en la vuestra»
El sacerdote sirio Jacques Mourad que fue secuestrado por el Estado Islámico en mayo y que huyó recientemente de su cautiverio, relata en esta carta su liberación y el apoyo recibido, al tiempo que muestra su inquietud por la situación de los cristianos de Oriente
Querido padre Halemba:
Hoy le canto al Señor con la Virgen María: mi alma exalta al Señor, mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, que ha hecho maravillas en mí…
Y el Señor continua hacienda maravillas, no solamente en mi vida, sino también en la de la Iglesia de los cristianos tan duramente puestos a prueba en Siria.
Sin duda, mi liberación es un milagro y así lo creo firmemente. Este milagro no se limita al inolvidable momento en el que pude abandonar el lugar de mi cautividad: el que yo esté aquí y que el Buen Dios lo haya hecho posible es gracias a todo un proceso en el que han participado varios actores que forman parte de la Iglesia Universal, a saber, los bienhechores, las organizaciones humanitarias de las que vosotros formáis parte y nuestra Iglesia.
Queridos amigos, durante todo este difícil periodo no habéis dejado de ser solidarios con nosotros, que somos una comunidad religiosa que se encuentra en el corazón de este país que tanto sufre a todos los niveles: espiritual, material y humano.
La labor humanitaria que en el pasado hemos podido realizar, gracias a vuestra ayuda, en Karyatene, Mehine y Hawarine –rehabilitación de casas, apoyo a familias desplazadas, a enfermos y discapacitados, becas escolares y universitarias y demás ayudas de toda índole– ha contribuido en cierto modo al milagro de mi liberación y mi regreso a la vida. Gracias a los buenos testimonios de personas que han favorecido estos gestos de solidaridad, las puertas de la misericordia se han reabierto y el camino de la vida y la libertad se ha vuelto a presentar de nuevo ante mí.
Por todo ello, con vosotros, doy gracias a Dios de todo corazón. Esta experiencia me ha reafirmado en mi misión así como en la vuestra, y siento la llamada a seguir con ella con aún más ardor.
No obstante, no puedo dejar de haceros partícipes de mi inquietud en torno a la suerte que corren los cristianos de Oriente, sobre todo, porque la situación se agrava cada vez más en el país, lo cual me impide examinar posibles horizontes. El porcentaje de cristianos emigrados va en aumento, y no les falta razón: todas las personas tienen derecho a buscar un lugar donde vivir en paz y donde poder asegurarles un futuro mejor a sus hijos.
Por ello, opino que, de ahora en adelante, el papel que la comunidad europea debería desempeñar en nuestro país no debería limitarse a la ayuda humanitaria. Es imperativo que empiecen a buscar una solución política, pues fuera de ella no habrá salvación posible para nuestro país y nuestro pueblo.
«Señor, me entrego a Ti. Haz conmigo lo que quieras. Y Te doy gracias por todo…». Esta es la oración que me acompañó durante toda mi cautividad.
Ante todo el sufrimiento que venimos experimentando, pero también ante los signos de presencia divina, nos mantenemos firmes en nuestra fe en Dios, nuestro Salvador, seguros de que nunca nos abandonará. Amén.
Padre Jacques Mourad
AIN / Redacción