El Mundial de Catar y los hipócritas - Alfa y Omega

Según la Real Academia Española (RAE), la definición de hipócrita es: «Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan».

Dicen que cada cuatro años se para el mundo por el Mundial de Fútbol, un acontecimiento deportivo que suele congregar a millones de espectadores, marcando altas cifras de audiencia. El pasado domingo comenzó el torneo de Catar 2022, el primero que se celebra en un país árabe. Y, en esta ocasión, el tema principal de conversación se alejó de lo futbolístico.

Desde el comienzo de la designación del anfitrión hubo voces en contra por ser un país con poca tradición futbolística, por sus altas temperaturas y por el cambio de fechas que ha provocado. Estas críticas se incrementaron al conocer el fallecimiento de miles de trabajadores en la construcción de los estadios y, en los últimos días, se anunciaron determinados gestos y manifestaciones públicas de algunas federaciones de los países participantes. Entre otros, está el intento de que el capitán lleve un brazalete con la bandera arcoíris en defensa de la comunidad LGTBI; la simultaneidad de color de la camiseta de la selección danesa y su escudo para no hacerlo muy visible, y otros que no hemos podido conocer porque la FIFA no permite manifestaciones políticas en sus competiciones.

El propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, avivó la polémica en la rueda de prensa de inicio del Mundial al tildar de hipócrita la actitud de los países europeos. Según él, estos se preocupan por los derechos humanos en un lugar donde sus empresas trabajan y logran importantes beneficios, o se inquietan por la inmigración cuando no son el mejor ejemplo de poseer vías seguras…

En el fútbol, como en cualquier ámbito, nadie puede declararse libre de pecado. Desde hace años, los aficionados vemos cómo se está desvirtuando este deporte, apostando y moviéndose principalmente por intereses económicos. En este sentido, me planteo si son lícitas la denuncia y la indignación contra algo que creemos injusto cuando nosotros mismos tenemos conductas por las que agachar la cabeza. Además, ¿por qué se da tanto protagonismo a la indignación ante conductas que también están asentadas en nuestra sociedad?

En este dilema, como en muchas conjeturas de la vida, encuentro respuesta en Jesús. En el relato de la adúltera, Jesús no se suma a la crítica por muy lícita que pueda ser; él nos invita a mirarnos a nosotros mismos, a que, en el momento de enjuiciar y condenar, entendamos que tenemos que acoger al hermano que cae y fracasa.

En el debate que hay estos días creo que es mejor no caer en acusaciones entre todas las partes, que no cambian nada, que no aportan soluciones. Siendo exigentes, si queremos cargarnos con piedras, nadie podría considerarse íntegro. Ni el camello pasaría por el ojo de una aguja.

José Antonio Sánchez