Mundial de Catar: el mundo por fin habla de «blanqueamiento deportivo» - Alfa y Omega

Mundial de Catar: el mundo por fin habla de «blanqueamiento deportivo»

Países y particulares presionan a la FIFA para que cree un fondo de indemnización a las víctimas de la construcción de los estadios

Cristina Sánchez Aguilar
Aficionados del Friburgo muestran su disconformidad con el Mundial de Catar en el partido contra el Union Berlin, el pasado 13 de noviembre. Foto: Reuters / Arnd Wiegmann.

Tres de cada cuatro personas de un total de 20.000, de 17 países diferentes, encuestadas por Amnistía Internacional (AI) este verano, pensaron que sus federaciones nacionales de fútbol eran responsables de exigir pública y privadamente que en Catar se respeten los derechos humanos. Y les pareció necesario que, como pide AI, la FIFA cree un fondo público de 440 millones de dólares para indemnizar a las familias de los más de 6.500 muertos en la construcción de los estadios del mundial —dato ofrecido por The Guardian, que limitó su investigación a las personas procedentes de Bangladés, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka; AI cifra las muertes en más de 15.000, pero añadiendo otras derivadas— y también a aquellos que han enfermado o han sido declarados inválidos tras un accidente laboral. «El dinero solicitado para el fondo es el mismo que la federación va a destinar a premios para las selecciones participantes. No queremos que los quiten, sino que hagan ambas cosas, teniendo en cuenta que la FIFA va a ingresar más de 6.000 millones de dólares con este Mundial», asegura Carlos de las Heras, experto en deporte y derechos humanos de AI. De momento el gigante futbolístico guarda silencio, pero por los corrillos suena que se está evaluando, sobre todo cuando países como Alemania, Francia, Inglaterra, Países Bajos y algunas empresas están apoyando la propuesta.

La creación de este fondo no solo tendría implicaciones monetarias para la FIFA, también la aceptación de que algo ha funcionado mal. Y esta reparación conllevaría, en paralelo, una serie de investigaciones para esclarecer lo sucedido, ofrecer a las familias la verdad y llevar ante la justicia a los responsables. «Es complicado, pero confiamos en tener en breve buenas noticias», señala De las Heras. Al cierre de esta edición aún no había pronunciamiento de la entidad. Pero sí de miles de aficionados que están pidiendo en las gradas, como en el caso de la Bundesliga, donde la Südtribüne, la grada más popular del Borussia Dortmund, ha mostrado los últimos días varias pancartas con el mensaje #BoicotQatar2022. Francia ha asegurado que no habrá pantallas gigantes en la calle para seguir a la selección nacional. En España, el mediático Ibai Llanos dijo a sus más de diez millones de seguidores en Twitch que le habían ofrecido acudir al Mundial en el avión de la Selección Española y que lo había rechazado: «¿Sabéis la cantidad de patrocinadores, de blanqueamiento hacia Catar que hay puesto en el Mundial?».

Carlos de las Heras aplaude que, por fin, se esté poniendo el foco en el concepto del «blanqueamiento deportivo», algo que no había sucedido hasta ahora y que lleva sucediendo años. «El ejemplo recurrente es el intento del régimen nazi de presentarse como un país moderno y poderoso con la celebración de las Olimpiadas de 1936». Dos años antes, Mussolini presionó a los árbitros para que Italia venciera el Mundial de Fútbol que albergaba, ya que pensó que eso le favorecería. En solo 14 años Pekín ha acogido los Juegos Olímpicos de Verano, en 2008, y de Invierno, este 2022. Si en los primeros las autoridades se comprometieron a que la celebración supondría avances en derechos humanos, en esta última ocasión advirtieron que los participantes en las competiciones serían castigados «si su comportamiento está en contra de las leyes chinas», recoge en un informe AI.

Catar
Habitantes:

Tres millones, de los que un 79,6 %, según la ONU, son población migrante.

Religión:

77 % musulmanes, de los que el 90 % son sunitas y el 10 % chiitas. El 9 % son cristianos, y el 14 % de otras religiones.

Muertes en la construcción del Mundial:

Según The Guardian, alrededor de 6.500. Según AI, más de 15.000.

Guillermo Whpei, presidente de la Fundación para la Democracia Internacional e interlocutor del Papa Francisco ante el mundial catarí —presentó al Santo Padre el informe Detrás de la pasión en 2018— recuerda con amargura cómo, durante la celebración del Mundial en su Argentina natal en 1978, mientras se jugaba la final del torneo, a diez calles estaba el lugar donde se torturaba a sus compatriotas. «Éramos un país inviable, sumergido en la desaparición forzosa de más de 30.000 personas. Y no es casualidad que acogiésemos el Mundial». En el caso catarí, la asignación del ya denominado Mundial de la vergüenza viene de la mano de la gran apuesta mediática de la familia Al Thani, dueños, por cierto, del Paris Saint-Germain. Nunca antes un país de Oriente Medio había organizado un Mundial. De hecho, la mayor parte de federaciones parecían estar en contra, tanto por dudas sobre los derechos humanos como porque suponía hacer un mundial fuera de las fechas habituales. Pero en 2010 Al Thani pidió el apoyo de Platini, quien, inicialmente, apoyaba la propuesta de Estados Unidos. Pero votó a favor de Catar. Poco después, entre otras cosas, su hijo, abogado, era contratado por Qatar Sports Investments.

«Cuando el deporte se convierte en un ídolo somos capaces de sacrificar todo: la salud, la vida moral, el respeto por el planeta y el medio ambiente…», asegura Santiago Pérez de Camino, responsable de la Oficina Iglesia y Deporte del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida del Vaticano. Este Mundial, como otros eventos deportivos o culturales, «se ha convertido en un fin en sí mismo, a costa de la dignidad de las personas o de los pueblos». Por eso, se ha celebrado recientemente en el Vaticano un encuentro para recordar que el deporte debe defender «los valores que le son intrínsecos y que no sean cambiados por factores externos —corrupción, violencia, dopaje, ideologías— que amenacen la identidad misma del deporte». «El deporte tiene que ser de todos», concluye.