El milagro de la Pascua en Tailandia - Alfa y Omega

La catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Bangkok, se engalana de flores en la mañana del Sábado Santo. Ya está casi todo preparado para la Vigilia Pascual, que comenzará a las siete de la tarde. La hermana Benedicta dirige a varias personas en la colocación de los adornos florales y prepara la pila bautismal.

Esa noche, habrá 30 bautizos: «Sí, sí, 30 nuevo cristianos», me susurra alegre Kulchalee Sermtavisubya, mi compañera de banco que me ha acogido con mucho cariño al verme llegar de tan lejos, y tan emocionada por tener la gran suerte y ocasión de celebrar con mis hermanos tailandeses este año la Pascua. Esos nuevos católicos, todos adultos, son una verdadera bendición en Tailandia, con sólo entre el 0,4 y el 1 % de población católica, según la fuente que se consulte.

La catedral de la Asunción está ubicada en el barrio de Silom, donde, no obstante la basura, ratas y cucarachas, las personas sin hogar duermen sobre las aceras; donde cientos de cables de la luz se enmarañan en cada poste y esquina, y donde puestos humildes de comida y fruta se mezclan con carísimos hoteles y restaurantes para turistas. Son contrastes clásicos aquí, en la capital de este país emergente del sudeste asiático, al que aún, pienso yo, le queda tanto para emerger…

En el mismo solar que el templo, se encuentra la Misión Católica de Bangkok, y el colegio de la Asunción.

La enorme catedral acoge, a las siete de la tarde, a más de 300 fieles que, arreglados para la gran fiesta Pascual, escuchan atentamente las Sagradas Lecturas, los pies descalzos sobre los reclinatorios, y ambas manos, palma con palma y a la altura del pecho, en respetuosa y oriental actitud.

La paz se da igualmente con las dos manos, juntas a la altura del pecho, e inclinando ligeramente la cabeza: no cuesta nada entender cómo la mezcla de culturas y tradiciones se entrelazan en la Iglesia, en Tailandia.

Pero, incluso así, en su estética, este templo es netamente europeo y su interior, aunque con pintura y muchos adornos en la pared y en los artesonados del techo, parece muy sencillo y sobrio, especialmente si lo comparamos con los dorados y atiborrados templos budistas e hinduistas diseminados por toda la capital de Tailandia.

Y, de esta manera, mientras el resto del país y sus 67 millones de habitantes se va preparando para el SongKram o Nochevieja tailandesa, que dura varios días y que celebrará la entrada en el año 2555, según el calendario budista, en este rincón de la ciudad, a la ribera del río Chao Praya, sucede el milagro de la Pascua: todo se renueva a través del fuego, de su luz y su calor y con el agua y la Palabra; y también desde Bangkok celebramos con la Iglesia universal, y con cinco horas de antelación respecto a España, que Jesucristo ha resucitado y que Él es nuestra alegría, nuestra esperanza y nuestro gozo.