El magisterio social de Juan XXIII - Alfa y Omega

El Concilio ha sido decisivo en la historia de la Iglesia y también en la historia de la doctrina social de la Iglesia (DSI). En las dos encíclicas sociales de Juan XXIII, se hacen presentes las nuevas orientaciones que, en esta materia, lanzará el Concilio, y en las que ha profundizado el Magisterio, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI. La dimensión cristológica de la DSI, la primacía de la Revelación, o la profundización en el discernimiento cristiano a través del método ver-juzgar-actuar, son algunos de los signos que el magisterio social de Juan XXIII prefigura. Sin embargo, de entre todos ellos hay uno, que podría considerarse el núcleo duro de la DSI: la antropología teológica, o trascendente, expresada en el trinomio: Encarnación-Filiación-Redención. Juan XXIII fue consciente de los nuevos retos a los que se enfrentaba la Iglesia en su misión de anunciar la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Y para hacerlo, la DSI estaba llamada a pasar de la refutación y la anatematización, a profundizar en su naturaleza antropológico-teológica, para escapar definitivamente de las tentaciones de la llamada tercera vía. La afirmación rotunda del principio de la dignidad de la persona y la profundización en el principio del bien común han contribuido a ello. Juan XXIII no dedicó su magisterio social a condenar las ideologías y sistemas imperantes. En la inauguración del Vaticano II, lo explicó con toda claridad: la apuesta era por la misericordia y el anuncio de la verdad como manifestación de la misión religiosa de la Iglesia en el mundo. En la Constitución Humanae salutis (25-12-1961), el Papa Juan describió el presente en el que actuaba la Iglesia como caracterizado por una «grave crisis de humanidad». El reto era despertar la responsabilidad personal de los hombres y la espiritualidad propia de la naturaleza humana, ayudar a los hombres en el discernimiento de los signos de los tiempos y ayudar a la Humanidad a descubrir la gozosa presencia de Dios.

El optimismo del Papa Juan nada tenía que ver con la frivolidad o la ignorancia. Era fruto de la confianza y de la asombrosa naturalidad con la que él vivía lo sobrenatural. La Iglesia estaba llamada a solucionar los problemas de los hombres y la DSI poseía el potencial necesario para ayudarles a descubrir criterios prácticos. La misión de la Iglesia no era ni la condena, ni la edificación de propuestas sociopolíticas. Su misión es religiosa, por lo que la Iglesia –en palabras de Gaudet Mater Ecclesia– debe «atenerse a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral».

Juan XXIII inició un camino que ha superado la comprensión de la DSI a modo de inventario o simple análisis social. El Papa consiguió superar el esquema liberal-socialista y que, en la DSI, emergieran la justicia y el bien común como criterios prácticos capaces de responder a las exigencias de la naturaleza humana. En este sentido, el magisterio social de Juan XXIII ofrece un modelo de discernimiento a través de unos criterios prácticos de juicio (amor, verdad, justicia) que la DSI reconoce como criterios de verificación de la justicia de los sistemas económicos y políticos que ordenan las relaciones humanas de convivencia.