Doy fe - Alfa y Omega

Un día, en un descuido, se me derramó un poco de bebida Pony Malta sobre la superficie táctil de mi ordenador. Con el tiempo afectó al sistema de pulsión de la letra r. El técnico del centro comercial Monterrey me dijo que la reparación me costaría 500.000 pesos. Gracias a Dios, unas semanas antes mi padre, mis hermanos, y unas señoras de la parroquia me hicieron unas donaciones, cuya suma ascendía, precisamente a la cantidad de 501.000 pesos. Entonces le dije al Señor: «Sé que has sido Tú porque me has cuadrado la cantidad exacta, sobran 1.000 pesos para un café, gracias. Pero se te olvidó el precio de los pasajes del autobús». A los dos días, mientras iba por la calle, rezando con la comunidad parroquial, se me acercó una señora y me hizo una donación igual a lo que cuestan los pasajes de ida y vuelta.

Otro día que no tenía para dar una gratificación al sacerdote que nos hizo la Misa de la consagración se me acercó uno de los que se consagraban y, dándome un sobre, me dijo: «Esto, Antonio, es para que se lo des al padre». Otro día, en que tampoco tenía para pagar el retiro de catequistas que organizamos el pasado mayo en el monasterio benedictino, una señora, tocada por una predicación, me dijo: «Antonio, hágame un listado de lo que necesita que yo se lo cubro».

Desde hace unas semanas, sin pedir nada a nadie, la gente me ha venido haciendo donaciones: tengo la habitación llena de bolsas con cosas. Rodrigo y Ligia me mandaron alimentos, ropa y juguetes para las familias del barrio Nueva Jerusalén. Viviana e Isabel más ropa. Milena, una caja llena de cosas. Una señora anónima me mandó plata en un sobre escondido dentro de un calendario. El grupo de Proclamadores de mi parroquia hizo, sin yo saberlo, una colecta a mi favor que me servirá para pagar los gastos de transporte.

Este año, como todos los anteriores, los Reyes Magos serán fieles a su cita con las familias del barrio Nueva Jerusalén. Juguetes, ropas, alimentos, gastos cubiertos: todo está preparado. La mano silenciosa de Señor dirige nuestra historia: toca los corazones, mueve las voluntades, calcula y cuadra exactamente los costes. Nunca falta. Es así. Doy fe.