Iota en Centroamérica: «Ha llovido sobre mojado» - Alfa y Omega

Iota en Centroamérica: «Ha llovido sobre mojado»

El huracán número 30 de la temporada no ha causado tantos daños como se temía, pero ha obligado a volver atrás en las labores de limpieza y reconstrucción. Y ha dejado 44 muertos, casi la mitad en Nicaragua

Redacción
Foto: Javier Plá

«Como se suele decir, nos ha llovido sobre mojado», afirma el misionero valenciano Enrique Alagarda desde Honduras. Afortunadamente, aunque el huracán Iota alcanzó categoría 5, la máxima, justo antes de golpear Nicaragua, los daños que ha dejado esta semana en Centroamérica, solo 15 días después de Eta, no son tan elevados como se temía. El problema es que se han producido justo cuando las zonas golpeadas empezaban a dar pasos hacia la recuperación.

Mientras en la zona de San Pedro Sula intentaban «pasar a una segunda fase» tras Eta, ayudando a los damnificados a volver a casa, se vieron obligados a «dar marcha atrás», comparte Alagarda. Había que «volver a priorizar la atención a los albergues», los que aún quedaban abiertos y los que se crearon nuevos.

Esta vez se habían realizado más evacuaciones masivas. Eso ha hecho que el número de víctimas mortales sea menor: al menos 44 en toda la región, y 14 en Honduras, frente a 200 de Eta. El balance de víctimas incluye dos en las islas caribeñas de Colombia y otras dos en Panamá, pues el rango de acción de este fenómeno atmosférico, antes de disiparse el miércoles, ha sido más amplio.

Vuelve el lodo

Las inundaciones llegaron al Valle del Sula la noche del martes. «Llenaron casi las mismas zonas bajas que la vez anterior, y trajeron una nueva capa de lodo a las casas y calles que ya estaban siendo limpiadas», narra el misionero. De momento, la ciudad de San Pedro se encuentra casi aislada, pues no se puede viajar desde ella ni hacia el sur ni hacia el norte.

Antes, Iota había golpeado la «toda la zona de La Moskitia», fronteriza con Nicaragua. La parte que más preocupa es Villeda Morales, «una zona bastante aislada, comunicada solo por canales y lagunas, con la que se ha tenido poca comunicación todavía debido a que se ha caído la torre de telefonía». Por esta zona, en la costa oriental hondureña y nicaragüense, entró el huracán en la noche del lunes.

«Su furia era mayor» que la de Eta, subraya Javier Plá, misionero de Albacete en Puerto Cabezas (Nicaragua). Iota ha alcanzado ráfagas de hasta 250 kilómetros por hora. Plá todavía no ha podido tener noticias de las comunidades indígenas que forman parte de su parroquia, pero especula que «a las que Eta las tumbó, Iota las barrió». Bilwi-Puerto Cabezas, la ciudad en la que se encuentra, que «resistió como valiente el 3 de noviembre, ahora ha sido herido gravemente. Muchas casas perdieron el techo, y también el seminario ha sido muy dañado». Esto se suma al destrozo en su parroquia, donde Eta arrancó prácticamente todo el tejado.

Dos aludes

Afortunadamente, entre sus feligreses no ha habido muertes. Pero Nicaragua es, con 21 víctimas, el país más afectado por Iota en este sentido. Esto se debe a sendos aludes, ocurridos en Mulukukú (en la región autónoma Caribe Norte, la misma en la que se encuentra Puerto Cabezas) y en la reserva natural Macizo de Peñas Blancas.

Por el contrario Guatemala, que bajo Eta sufrió un centenar de fallecimientos por un deslave de lodo que sepultó la aldea de Quejá, en Alta Verapaz, ahora solo ha sido escenario de cinco muertes, cuatro de ellas por la misma causa y en la misma zona.

Como en Honduras, también en Nicaragua los misioneros se están viendo obligados a «volver al inicio y reorganizar los planes», explica Plá. «La semana que viene saldré hacia las comunidades», en una gira que tenía pendiente desde antes de Eta y que ahora servirá también para evaluar los daños y empezar a planificar la reconstrucción.

… si no pasa nada más

En esta visita por lancha por la zona, llena de albuferas y lagunas, Plá verá también cómo organizar el reparto de 5.000 láminas metálicas que ha comprado. Son en primer lugar para los edificios comunes: las capillas, las casas parroquiales, las escuelas si hiciera falta, y luego para las casas de «la gente que claramente veamos que no puede» hacerse cargo por sí misma del arreglo. «Llegaremos hasta donde lleguemos».

Pero la ayuda más urgente ahora mismo es la alimentaria, pues el huracán arrasó todo lo cultivado y ha alejado a la pesca, de la que vive buena parte de la población. El misionero se felicita por no tener que esperar la llegada de ayuda humanitaria para empezar a asistir a sus feligreses. «Repartiremos la ayuda que nos acababa de llegar de Manos Unidas para hacer frente a otra inundación», que se produjo hace dos meses. Sembrando frijoles y arroz, «en dos meses y medio ya pueden tener» los frutos.

Eso, si otro desastre natural no lo impide. La temporada de huracanes dura oficialmente hasta el 30 de noviembre. Pero este año está siendo especialmente difícil. Los huracanes empezaron a formarse dos semanas antes del comiendo de la temporada, y se ha batido el récord de más tormentas tropicales a las que se ha puesto nombre. Ya con el alfabeto griego, agotado el latino.