Día Mundial contra la Esclavitud Infantil: «Tenemos sangre de niños en nuestra ropa»

Día Mundial contra la Esclavitud Infantil: «Tenemos sangre de niños en nuestra ropa»

30 años después del asesinato de Iqbal Masih, el muchacho pakistaní que se convirtió en el rostro de la lucha contra esta lacra, aún hay 160 millones de menores que la sufren

María Martínez López
Iqbal Masih en una imagen con una niña tras su liberación.
Iqbal Masih en una imagen tras su liberación. Foto: AIMCE.

Iqbal Masih estaba montando en bicicleta con unos amigos por las calles de Rakh Baoli, en el Punjab pakistaní. Una actividad cotidiana para muchos niños, pero un lujo para este muchacho católico de 12 años, que desde los 4 hasta los 10 había trabajado como esclavo en una fábrica de alfombras. Tras escapar, se había convertido en un activista contra el trabajo forzado de niños, pero también disfrutaba de la libertad recuperada. Hasta que ese 16 de abril de 1995 lo derribaron a tiros de su bicicleta y acabaron con su vida.

30 años después y «ya avanzado el siglo XXI, sigue existiendo la esclavitud infantil», lamenta la Asociación Iqbal Masih contra la Esclavitud (AIMCE) en un comunicado con motivo del día mundial contra esta lacra. La efeméride se celebra este miércoles precisamente con motivo de la muerte de Iqbal.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), existen en el mundo 160 millones de víctimas del trabajo infantil. «Aunque un reciente estudio de las universidades de Zúrich y Pennsylvania estima que el número es superior a 373 millones», aseguran desde AIMCE. Señalan además que seguramente a ellos se sumen al menos parte de «los 150 millones de niños invisibles, cuyo nacimiento ni siquiera está registrado».

Estos menores están esclavizados en una lista «interminable» de ámbitos: desde la minería o fábricas de todo tipo a la prostitución o el matrimonio forzado, pasando por el servicio doméstico y la agricultura, la mendicidad y la venta ambulante, el tráfico de drogas o rebuscando en los basureros cosas para vender. Aún «tenemos sangre de niños en nuestros perfumes, ladrillos, pornografía, coches, alimentos y ropa», lamenta AIMCE.

Ante ello, la entidad exhorta a «no seguir siendo cómplices consumiendo estos productos». Y, en paralelo, a «reclamar a las instituciones que dejen de apoyar un sistema que genera esclavos en serie».

Sin justicia 30 años después

Por otro lado, al cumplirse tres décadas de la muerte de Iqbal, su hermano Patras Masih ha exigido que «sus verdaderos asesinos sean llevados ante los tribunales». En declaraciones a EFE, confía en poderle dar «algo de justicia después de su muerte». Subraya además que el muchacho «ya no está, pero aún hoy es un símbolo de la resistencia contra el trabajo infantil y la esclavitud en el país y en el mundo».

Iqbal «se convirtió en esclavo a la edad en que otros niños van a la escuela», recuerda Patras. Tenía solo 4 años cuando sus padres lo vendieron al dueño de una fábrica de alfombras en Pakistán para pagar un préstamo que habían pedido para la boda de su hijo mayor.

Desde ese momento trabajaba doce horas al día, los siete días de la semana en la fábrica, con apenas un breve descanso para comer. A menudo, era incluso encadenado al telar y golpeado. A pesar de ello, nunca pudo pagar las 600 rupias paquistaníes (unas 12 dólares) a las que ascendía el préstamo de sus padres. La deuda aumentaba a medida que la familia tomaba prestado más dinero para cubrir nuevos gastos del hogar, bajo excesivas tasas de interés.

En 1993, a los 10 años, el chico logró escapar y unirse a una manifestación contra estos préstamos desproporcionados en la ciudad de Muridke, en el estado de Punjab. La organizaba el Frente de Liberación del Trabajo en Servidumbre (BLLF por sus siglas en inglés), del activista Ehsan Ullah Khan. Desde entonces, el BLLF lo acogió y le ofreció protección frente a la mafia de la fabricación de alfombras.

A partir de ese día, Masih se tornó en un símbolo contra la esclavitud infantil no solo en Pakistán, sino también en el resto del mundo. Sus esfuerzos le valieron reconocimientos mundiales como el Premio Reebok de Derechos Humanos para Jóvenes en Acción, que recibió a los 12 años en Boston, Estados Unidos. De manera póstuma, recibió en el año 2000 el Premio de los Niños del Mundo por los Derechos del Niño, entre otros reconocimientos. En España, Masih da nombre a una plaza en la ciudad de Santiago de Compostela, en el noroeste del país.