«Cuando las puertas de la Iglesia están abiertas, hay gente que, no sé por qué, pero entra»
Cuando llegó en su coche a Madrid el 4 de octubre y vio los rascacielos iluminados, monseñor Carlos Osoro se dijo a sí mismo: «¡Qué hago yo aquí!». Lo contó el jueves, al clausurar una jornada sobre Los lenguajes del Papa Francisco organizada por la Universidad Pontificia de Salamanca en su sede de Madrid. Fue su primera intervención pública en la capital como arzobispo electo
«Para realizar esa salida misionera que nos pide el Papa Francisco, tenemos que emprender dos caminos: un viaje interior y un viaje al encuentro con el otro. El camino de la interioridad y el camino de la alteridad», dijo monseñor Osoro, al introducir el tema de su conferencia de clausura. La participación de don Carlos en esta jornada estaba confirmada desde hace ya varios meses, pero su nombramiento como arzobispo de Madrid (la toma de posesión será el 25 de octubre) le dio un sentido nuevo a su conferencia, que tocó además un punto neurálgico de su ministerio: la evangelización.
El primero el camino es el «clásico, que la tradición cristiana comparte con otras tradiciones, y que el cristianismo ha construido en diálogo y perfeccionado otras tradiciones, aunque con aportaciones propias», prosiguió Osoro. Pero junto la necesidad de «interioridad» o «viaje al interior, como lugar de encuentro consigo mismo y con Dios», está «el camino del encuentro con el otro, con el prójimo, con el hermano. Éste es el camino más específicamente cristiano». Caminos que la Antigüedad plantó como contrapuestos dejaron de serlo con el cristianismo, que habla de «un Dios absolutamente alteridad, pero cercano al hombre».
La misión que «el Papa Francisco nos pide a la Iglesia -añadió el arzobispo electo-, es la que les mandó Nuestro Señor a los apóstoles: Id por el mundo y anunciad el Evangelio», y debe sustentarse en la caridad y en la misericordia. «Se trata de ir llegando, viviendo una comunión sincera y total con Nuestro Señor, pero al mismo tiempo, encontrándonos con los hombres en sus realidades concretas y específicas en las que están». Con respecto al segundo elemento, «lo mismo que Dios se acerca a nosotros, sin ponernos condiciones de ningún tipo, así quiere que nos acerquemos a los demás. Quien se siente perdonado comienza una vida nueva».
Estamos llamados hoy, dijo, a «ofrecer con humildad la fe de Dios creador y salvador, de manera adecuada, desde esas aspiraciones profundas, sin entretenernos en explicar polémicas antiguas que no interesan», y sí en cambio en «comunicar la alegría de vivir la plenitud de nuestra humanidad en comunión agradecida con Dios, vivir sinceramente en la perspectiva de la salvación (No he venido a condenar, sino a salvar)».
Se evangeliza en positivo
«Para volver a presentar el mensaje cristiano de manera creíble, cercano y deseable para los hombres de nuestro tiempo», es necesario asumir lo que hay de bueno en los hombres y en «la cultura contemporánea. «Pienso que éste es el sentido profundo de la constitución pastoral Gaudium et Spes». «El futuro del ser humano está en no arrinconar la presencia de Dios», tal como «nos lo ha revelado Nuestro Señor». Pero para poder entregar ese mensaje de salvación al mundo, «tenemos que sintonizar con los sentimientos del hombre actual», aclaró el prelado.
Don Carlos Osoro tomó como referente el pasaje de los discípulos de Emaús, y en concreto, de la interpretación de san Pedro Poveda. «Los discípulos van por el camino desorientados, desalentados… Han perdido todo horizonte», explicó el arzobispo. Entonces «aparece alguien que empieza a hablarles y les escucha. No reconocen a Jesús», pero sí sabían que «se encontraban muy a gusto» con Él. Cuando por fin le reconocen, «salen corriendo a anunciarles a los demás que han visto al Señor».
La dinámica del amor, no la del juicio
El Papa Francisco nos está diciendo que «estamos llamados a vivir en la dinámica del amor, y no en la dinámica del juicio. Estamos llamados a generar vida y esperanza. No desesperanza ni desilusión; eso no es de Jesucristo, ni es la tarea de la Iglesia. La dinámica del juicio ciertamente es muy mala», prosiguió la intervención.
Pero nadie da lo que no tiene, o mejor dicho, lo que no ha recibido. Al Papa -recordó monseñor Osoro- le gusta recurrir al pasaje de la Transfiguración. Al principio, a los discípulos les cuesta mucho subir por la montaña. Pero después se encuentran con el Señor. Y si la subida fue quejumbrosa, «la bajada fue ilusionante, había proyecto, había conciencia de existencia transfigurada, había conciencia de existencia llamada a la misma santidad de Dios, conciencia de urgir a acercarnos siempre a la alegría del evangelio, esa alegría del evangelio que, si es verdadera alegría cristiana, siempre, siempre nos lanza a la misión. Es una alegría que genera encuentro e inclusión, y no desencanto y división, o lo que dice el Papa, descarte. Es una alegría que va a buscar a todos, sin excepción, que quiere incluir, pero naturalmente, esa inclusión exige que quitemos algunos aspectos de nuestra vida que, incluso, si nos dejamos llevar», nos lo quita esa misma dinámica evangelizadora sin que sea necesario un esfuerzo especial.
«Los primeros ejercicios espirituales que yo di siendo cura -recordó Osoro-, fueron en El Escorial, en la casa de ejercicios de mis hermanos de los Sagrados Corazones, a universitarios, sobre el Padrenuestro». «Recuerdo que me decían: Voy a ver si quiero a Dios. Y yo respondía: «¡Déjate querer un poco, hombre, deja que Dios te quiera! ¡Sitúate delante del Señor y déjate querer! ¡Cómo te cambia el corazón Nuestro Señor, cómo te cambia la vida, qué capacidad te da para encontrarte, no con los que a ti te gustan, que eso es fácil, sino con todos! ¡Y qué capacidad te genera el Señor para hacer posible que vayas buscando a los que están retirados, a los que hemos retirado, a los que están pisados!».
La acogida, esencial para la misión
En definitiva, del mismo modo que «Nuestro Señor genera atracción, la Iglesia tiene que generar la atracción». Y para eso hace falta que sea «casa de misericordia, casa de acogida. La acogida es una dimensión esencial de la misión». «La acogida –aclaró– es un valor humano cristiano», pero también un elemento fundamental «en la pastoral de la vida de la Iglesia». «Acoger a una persona, admitirla en casa, lleva consigo la idea de la bienvenida, de hospitalidad, de aceptación gozosa del otro… Son contrarias a la acogida la exclusión, el rechazo… El acogedor es agradable, amable, generoso, hospitalario, sociable. Acoger es siempre un acto de amor. La acogida es una virtud, un valor de incuestionable importancia. Se puede nacer más o menos acogedor. Pero también es valor que hay que cultivar y hay que educar. La acogida abre puertas», ya que, cuando el otro se siente acogido, «no rechazado», se abre al encuentro.
Esa actitud la encontramos en Jesucristo. «Se debe acoger a la persona como tal, no importan sus diversidades, se le acoge con sus características. Si se le excluye o rechaza por alguna de sus diversidades, se cae siempre en discriminación y en falta de justicia y de amor, que es lo que nos pide el Señor. El autor de la Carta a los Hebreos recomendaba No olvidéis la hospitalidad. Gracias a ella, algunos sin saberlo, acogieron a ángeles. Y Jesús, en su parábola sobre el Juicio Final, afirmaba: Era forastero y me acogisteis».
«La Iglesia tiene que ser lugar de misericordia gratuita, casa de misericordia, como dice el Papa, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida nueva o la buena nueva del Evangelio».
«Involucrémonos en las situaciones de la gente, acompañemos, hagamos la fiesta que la gente necesita, no podemos llevar tristeza a los demás», pidió monseñor Osoro. «Eso no es nuestro». Hace falta «cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial, que no está condenando. Hay gente especialista, que entra en un salón y sólo ve que hay una mancha por ahí, unas arrugas… Esos no pueden hacer evangelización, no sirven. No lo digo yo, lo dice el Papa».
Falta primer anuncio
«La acogida es componente y preámbulo del primer anuncio», afirma Osoro. Y hoy -insistió- hay gran necesidad de un primer anuncio, según nos dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium.
La pastoral de la Iglesia ha puesto tradicionalmente acento en el crecimiento en la fe, «en un contexto de cristiandad», y eso ya no basta. «Antes la fe nos venía dada por la familia, por la escuela, por la cultura… Hoy es urgente incorporar esta originalidad como del primer anuncio que inició la vida de la Iglesia».
Y esto requiere una conversión pastoral, cuyo paradigma es «la salida misionera». «Éste es el mayor desafío para la Iglesia. Lo dice el Papa en la Evangelii Gaudium. Hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Esto lo hemos dicho muchas veces, pero se trata de incorporarlo en nuestras comunidades cristianas. No puede haber una auténtica evangelización sin proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de la evangelización. Ésta es una prioridad absoluta».
Pero salir pasa también por tener las puertas abiertas a los que venga. No hay que cerrar las puertas de la Iglesia –dijo monseñor Osoro–, «y no hay que cerrar las puertas también de los sacramentos por una razón cualquiera, ni cerrar las puertas a los pobres, a los enfermos de la enfermedad que fuere».
Eso comienza por las puertas físicas de los templos. En todas las diócesis en las que ha sido obispo, monseñor Osoro -contó- siempre ha pedido que las iglesias permanecieran abiertas. Si es preciso, para evitar robos, se quitan «los grandes copones, dejando que el Señor esté en recipiente limpio, pero que esté nuestro Señor presente en la Eucaristía, y que la gente pueda entrar. Porque uno tiene la experiencia de que con las puertas abiertas, hay gente que, no sé por qué, pero entra. A lo mejor a buscar silencio, a lo mejor solamente a buscar un poco de calor si es que hace frío en la calle, pero entra».
Comunión y creatividad
«Y por último, también hay unos desafíos culturales». A ello aludió monseñor Carlos Osoro relatando su propia experiencia al venir en coche a Madrid, después de la toma de posesión del cardenal Cañizares en Valencia, el sábado 4 de octubre, ya entrada la noche. «Llegué tarde, sobre las 21:30, malamente, porque yo no había cogido el coche muchas veces por la carretera a Madrid, y me perdía por todos los sitios. ¡Entraba por un sitio y volvía a salir por el mismo sitio! Y me dije: aquí me veo durmiendo en el coche por la noche». Y al ver «los rascacielos desde lejos con las luces encendidas, me pregunté: ¡Qué hago yo aquí! Os lo digo de verdad: ¡Qué hago yo aquí!».
Son esos los desafíos que nos dice el Papa, «los desafíos en una cultura inédita, que late y se elabora en la ciudad. Eso requiere imaginar espacios, espacios de oración, espacios de comunión, con unas características atractivas, significativas, para los habitantes urbanos. Es necesario llegar al corazón donde se gestan los nuevos relatos. Y esto requiere una mayor participación de todos, de los laicos, de la mujer, de los jóvenes, de los niños, de todos. Esto requiere también dar importancia a la fuerza que tiene la religiosidad popular, que la tiene, y tiene mucha importancia».
En esa creatividad necesaria para evangelizar en la gran ciudad, es importante «buscar el camino de la belleza. A veces hemos olvidado este camino, y es esencial. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza», empezando por «la belleza de la liturgia».
Y «están las grandes cuestiones de la inclusión social de los pobres y el diálogo social». Junto a ello, es importante también reforzar la parroquia. «¡Pero no la parroquialitis!», advirtió. «Todos tenemos que trabajar juntos». No se trata de que el párroco intente someter a otras realidades en su territorio, ni al revés, sino de cultivar «ese trabajo de comunión, que es esencial en la vida de la Iglesia», y converge en la parroquia. «La parroquia no es una estructura caduca, dice el Papa. No debe estar separada de la gente, no es el grupo de selectos, es presencia eclesial en un territorio. Vive de la Palabra, vive de la adoración, del Anuncio, de la caridad y de la misión. Y es comunidad, dice el Papa, de comunidades. Sin duda, esta conversión es la que necesitamos».
No sobra nadie
Pero todo esto es «una cuestión de todos, hacer todos, sin echar a nadie. Esto es muy importante», dijo monseñor Osoro durante el turno de preguntas.
Preguntado también por el acento latinoamericano del pontificado frente al cansancio de la fe que se percibe en Europa, el nuevo arzobispo de Madrid dijo que «Europa está triste porque ha arrinconado a Dios. El Papa va en la línea de Pablo VI cuando nos hablaba de maestros hay muchos. Europa tiene muchos maestros. Pero testigos…».
Falta acoger a Dios y una actitud misionera. «La Iglesia en Europa tiene que asumir en su vida el Concilio Vaticano II», añadió. «Lo ha estudiado, lo ha pensado mucho, pero tenemos que acogerlo en nuestra vida, y en nuestras estructuras y en el dinamismo de la Iglesia… Y esta es una tarea que nos corresponde a todos».
Por el contrario, «el Papa viene de una Iglesia mucho más joven, dinámica, sin miedos… Con muchos retos de todo tipo», ante los que «la Iglesia hace propuestas concretas para los más débiles y pobres; se implica…».
Pero a Europa le va a «venir bien» este Papa, aunque cuando sea aquí donde Francisco encuentra cierta resistencia«¡Éste nos quiere cambiar todo!», piensan algunos. «Pues no. Quiere cambiarnos a nosotros y hacernos más discípulos misioneros. Más hombres y mujeres que acojamos la radicalidad del Evangelio. Creo que eso nos viene bien, darnos un golpecito en un momento dado nos viene bien a todos, porque espabilamos».
Toda la Iglesia debe espabilar. Cambiar de actitud. Para ilustrarlo, monseñor Osoro planteó una problemática muy simple: Hoy «poca gente sale del seminario queriendo ir a misiones, cuando era antes lo normal». ¿Por qué?