«Cruzar la frontera no acaba con el sufrimiento» de los niños ucranianos que regresan de Rusia
Mientras diversas iniciativas reclaman el retorno de miles de menores deportados, la organización Voices of Children Foundation de Ucrania ya ha ayudado a 114 a sanar las heridas que esta experiencia les ha causado
«Todo ser humano con corazón debería entender» la resolución introducida la semana pasada en el Senado de Estados Unidos pidiendo el retorno de los niños ucranianos deportados a Rusia, considera Boris Gudziak, obispo de la archieparquía grecocatólica ucraniana de Filadelfia. La propuesta es obra de dos senadores, el republicano Chuck Grassley y la demócrata Amy Klobuchar, y exige que la devolución de estos menores sea una condición previa para cualquier acuerdo de paz.
La petición se produjo después de que en abril 40 líderes religiosos solicitaran al presidente, Donald Trump, que facilitara la liberación de los muchachos. Llegó además unos días antes de que Ucrania y Rusia comenzaran a hacer realidad el intercambio de 1.000 prisioneros de guerra cada uno acordado en Estambul (Turquía), con una primera entrega de 390 por país, civiles y militares. Y en el marco de la petición de ayuda al Papa León XIV del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Sin embargo, ¿qué espera a los niños tras regresar a su país? «Cruzar la frontera no acaba con su sufrimiento», asegura a Alfa y Omega Natalia Sosnovenko, psicóloga de la Voices of Children Foundation de Ucrania. Esta organización ha ofrecido hasta ahora apoyo psicológico a 114 niños. «El retorno es un proceso complejo acompañado de grandes desafíos emocionales, sociales y legales. Muchos han sufrido rusificación forzada, separación familiar, presión psicológica, violencia e incluso cambios de identidad», explica.
Borrar su identidad
De los menores que han atendido, «los que no habían sido adoptados eran retenidos en instituciones especiales o campamentos de verano, donde se los sometía a adoctrinamiento ideológico». Esto forma parte de «una política estatal sistemática orientada a borrar su identidad nacional y asimilaros en la sociedad rusa», creando «una generación de nuevos rusos» frente a su crisis demográfica.
Para ello, entre otras cosas, se les cambia el apellido y se les dice que Ucrania los ha abandonado; se les prohíbe hablar ucraniano y contactar con sus familias, se los utiliza en los medios creando un relato de niños salvados del conflicto. Cuando son adoptados, por medio de procedimientos simplificados y sin el consentimiento de sus padres biológicos, «el retorno es mucho más complicado». Todo esto ocurre dentro de «una campaña más amplia de etnocidio para borrar a la nación ucraniana».
Estas experiencias dejan en los niños una sensación de «frustración por la pérdida de un entorno conocido y por la incertidumbre», ansiedad, agotamiento emocional, tensión crónica y barreras psicológicas para la comunicación. A ello se suma que mientras se adaptan a esta nueva realidad, deben pasar por procesos legales complejos.
El apoyo de Voices of Children está dirigido a restaurar su seguridad emocional y estabilizarlos mentalmente hasta que se puedan reintegrar socialmente. Con sesiones individuales y en grupo para los niños y otras aparte para los padres, incluye herramientas para la sanación tras un trauma y otras dirigidas a intentar anular los efectos de la propaganda. Aunque es una labor complicada, en esta organización sueñan con poder ofrecer sus servicios a muchos niños más. Para que vuelvan a casa, Sosnovenko reclama la implicación de la comunidad internacional y la creación de nuevos mecanismos para presionar a Rusia.