La Iglesia puede ser la vía para que Rusia dé datos de los niños deportados
El cardenal Zuppi «está completamente dedicado» al retorno de los menores ucranianos desplazados por Moscú, alaba un diplomático. Pero tras la petición de Zelenski a León XIV, un experto cree que la Santa Sede podría ir más allá
Ucrania «espera el apoyo del Vaticano» para repatriar a los «miles» —19.500, recoge una web del Gobierno— de niños llevados a Rusia desde la invasión de febrero de 2022. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, lo subrayó tras sus primeras conversaciones con el Papa León XIV, telefónica el 12 de mayo y en persona el 18. Entre una y otra, el día 15, el Pontífice «aseguró» al primado de la Iglesia grecocatólica ucraniana, Sviatoslav Shevchuk, «que continuará apoyando los esfuerzos para su regreso». Lo confirma a Alfa y Omega la oficina de Shevchuk en Roma.
Esta labor ya lleva dos años en marcha, desde que Francisco encomendó al cardenal Matteo Zuppi ser su enviado para la paz en Ucrania. «Cualquiera puede ver que Zuppi es muy activo y está dedicado completamente a esta cuestión», alaba en conversación con este semanario Andrii Yurash, embajador ucraniano ante la Santa Sede. «Siempre está transmitiendo al otro bando» la información que recopila Kiev sobre menores y prisioneros de guerra, lo que «de vez en cuando» posibilita su regreso.
El diplomático asegura que, en total, Rusia ha devuelto a unos 1.700 niños; aunque como otras personas realizan una mediación parecida, «es difícil definir gracias a qué vía han regresado». Sin embargo, esto no resta importancia al papel jugado por el cardenal. Como enviado de la Santa Sede, «muestra que las más altas autoridades morales nos apoyan» y ayudan, señala.
No todos los menores desplazados a la fuerza regresan por estas vías oficiales. La ONG Save Ukraine ha rescatado a 642, de los cuales 142 eran huérfanos a los que las autoridades rusas habían cambiado de identidad y llevado a orfanatos o dado en adopción. Cuando los parientes de los menores contactan con la ONG, esta organiza el rescate ayudándolos a viajar a los territorios ocupados o incluso a Rusia para reclamarlos. «A veces parecen auténticas operaciones especiales, pero no puedo explicar cómo lo hacemos», se disculpa Mykola Kuleba, su fundador y presidente. En 2023 estuvieron muy activos porque «tras la liberación de regiones como Jersón y Járkov recibimos numerosas peticiones de padres». Ahora que el frente apenas se mueve, y a pesar de las múltiples formas por las que intentan darse a conocer, es «casi imposible» que las familias que viven en territorios ocupados puedan pedirles ayuda.
Siguen los secuestros
Mientras tanto, «el bando ruso sigue utilizando tácticas bien conocidas» para llevarse a menores, como «viajes de descanso, evacuaciones forzadas y, cada vez más, campamentos militares. Los casos más trágicos son los de niños cuyos padres han muerto o desaparecido» y son llevados a orfanatos como rusos, asegura Kuleba, que entre 2014 y 2021 fue el equivalente ucraniano del Defensor del Menor. Le preocupa que «en muchos casos los ocupantes ya no necesitan inventarse pretextos» o presionar a los padres pues, víctimas de la propaganda, los apuntan de forma aparentemente voluntaria.
En este contexto y ante las dificultades para los rescates, «la Santa Sede podría tener un papel único y muy importante» como mediador; más allá del que ha venido jugando hasta ahora, asegura el presidente de Save Ukraine. En primer lugar, podría solicitar directamente a Moscú información «para identificar y localizar a esos niños trasladados a la fuerza» y que «ahora están registrados como rusos» —por ser adoptados o venir de territorios considerados rusos—. «Por eso, aseguran que no tienen menores ucranianos», aunque «hace dos años Rusia afirmó que había registrado a 700.000. A día de hoy, todavía no tenemos información sobre quiénes son, de qué territorios vienen o sobre si tienen padres o no están acompañados». En segundo lugar, cree que los representantes de la Iglesia podrían lograr «comunicarse con los chicos y saber en qué circunstancias están» para, por último, «cooperar con las autoridades rusas» para que estas «acepten su repatriación».

«Apreciamos mucho que el apoyo a la paz vaya a continuar con este Papa», asegura el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash. Sobre la forma que pueda adoptar, prefiere esperar. Pero la Misa de inicio de pontificado, con más de 150 delegaciones nacionales, convirtió Roma en un hervidero diplomático, con encuentros entre la delegación estadounidense y la Secretaría de Estado, el cardenal Zuppi y por último el Papa; entre este y Zelenski, y antes Zuppi, y entre Zelenski y los americanos.
El ucraniano agradeció que León XIV ofreciera el Vaticano como lugar de encuentro y su «voz clara en defensa de una paz justa y duradera». «La Santa Sede puede jugar un papel importante para poner fin a esta guerra». Especialmente tras el escaso éxito diplomático de la cita entre Rusia y Ucrania del día 16 en Estambul (Turquía). Se acordó el intercambio de 2.000 prisioneros, pero no se avanzó hacia una tregua. El lunes, el estadounidense Trump y el ruso Putin volvían a anunciar que Rusia y Ucrania «iniciarán inmediatamente negociaciones». Yurash es escéptico. Ve en la incertidumbre «una razón más para pensar en profundidad en lo que se puede hacer desde cada lado, incluida la Santa Sede».