Contra el estigma de la enfermedad mental

En un reciente estudio, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advierte de que la pandemia ha provocado un «fuerte aumento» de los problemas de salud mental, especialmente entre los jóvenes, los desempleados y quienes afrontan otras dificultades financieras. Entre otras cosas –subraya– se ha producido un crecimiento de la depresión o sus síntomas en todos los países, hasta el punto de que en España alcanza ya al 21,6 % de la población. Y ocurre parecido con la ansiedad, que afecta al 18,7 % de los españoles.

En la publicación se lamenta asimismo que, aunque la disponibilidad de servicios «accesibles y de alta calidad» está aumentando, dos de cada tres personas que requieren este tipo de atención afirman tener problemas para obtenerla y, solo en España, el consumo de tranquilizantes sin receta aumentó un 63 % durante el confinamiento, según el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA). Esto hay que remediarlo porque ofrecer «un tratamiento adecuado» es «un gran bien para las personas y para la sociedad», tal y como señaló el Papa en su mensaje a los participantes de la II Conferencia Nacional para la Salud Mental, organizada por el Ministerio de Sanidad italiano la semana pasada.

Con la mirada puesta particularmente en quienes más han sentido «los devastadores efectos psicológicos de la pandemia», Francisco anima a reforzar la atención médica y la investigación científica, al tiempo que se fomentan organizaciones de apoyo a los enfermos y sus familias, y se genera en muy distintos ámbitos «una sensibilidad renovada» hacia quienes padecen una enfermedad mental. Solo así, asevera con acierto, se superarán «estigmas» y se impondrá «la cultura de la comunidad» frente a «la mentalidad del descarte», que parece medir a las personas por las «ventajas productivas» que ofrecen y no por su dignidad como seres humanos únicos e irrepetibles.