Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Gracias, por darme la fe

Señor, muchas cosas que permites que sucedan no las comprendo; pero enseguida recapacito: ¿Quién soy yo para pretender conocer los designios de Dios? Sólo tengo que aceptarlos y darte mil veces las gracias por sentirte a mi lado, y por que cada vez te necesite y quiera más. Esto me conforta mucho en mi soledad; pero, sobre todo, (tampoco lo comprendo) que Tú, mi Dios y Señor, nos buscas y quieres personalmente a cada uno de nosotros, y tan grande es tu amor, que has dado tu vida por nosotros. Creo que siempre estarás a mi lado hasta el final de esta vida tan corta, y que, después, me reuniré contigo, con mi marido y mi madre, que hace años me están esperando a tu lado, para no separarnos nunca más. Señor, no puedo verte, pero siento tu presencia a mi lado. No te separes de mí, ¡te necesito tanto, tanto!

Margarita Boned Santesteban
Madrid

Si no reconocemos nuestro pecado…

La semana pasada, cuando volvía una noche a casa, me encontré con una familia durmiendo dentro de un coche. Me impactó tanto que me paré para asegurarme de lo que estaba viendo: a un hombre y una mujer jóvenes en los asientos delanteros, y un niño en los traseros. Como el hombre estaba despierto, en cuanto me miró, continué mi camino. Al mismo tiempo, cada día de la semana pasada llegaba a mis oídos un nuevo caso de corrupción política. Millones y millones de euros que los políticos nos han estado robando durante años. Como dicen los obispos, lo que de verdad está ocurriendo en España y en Europa no es una crisis económica, sino una grave crisis moral. La humanidad avanza a una velocidad vertiginosa tecnológica, cultural y científicamente, y lo seguirá haciendo hasta límites insospechados. Sin embargo, tengo la sensación de que, cuanto más avanzamos en estos campos, más retrocedemos en valores y más nos olvidamos de lo verdaderamente importante de la vida. Todo esto me hace recordar una frase que me dijo una vez un chico de Etiopía. Comentando las diferencias entre el primer y el tercer mundo, aseguró que la mayor pobreza que padecían actualmente las personas de Europa era la de no conocer su pecado. Creo que dio en el clavo. Si vivimos haciendo como que todo está bien, sin conocer lo que hay en nuestro corazón y sin arrepentirnos de nuestros actos, jamás podremos alcanzar una sociedad más justa e igualitaria.

Belén Manrique
Madrid

Crisis por pereza e incompetencia

«La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia». Las hermosas palabras entrecomilladas son de un tal Albert Einstein, un hombre genial, con intuiciones geniales, en una época que todavía no había arrasado los valores esenciales del ser humano. No obstante, la realidad es tozuda y nos indica que hay crisis económica, pero también de valores. Esperemos tocar fondo cuanto antes y remontar el vuelo hacia la normalidad sin despilfarros, que la sociedad de consumo se enmarque en una sociedad con valores. «Despensa y escuela», reclamaba Joaquín Costa hace más de un siglo, y quizás sea todavía una divisa esencial y reivindicativa, en sus acepciones más nobles y humanas, en los tiempos que corren.

José Fuentes Miranda
Badajoz

Pastoral de los hermanos pródigos

¡Cuántas personas padecen ya en este mundo sufrimientos semejantes a los del fuego eterno! Cuántas madres apesadumbradas cargan a sus espaldas con la muerte de sus hijos, y cuántos hijos han perdido muy a su pesar sus familias. Cuántos suicidios, que intentan ser ocultados, vestigio de desesperación, y cuánta injusticia. ¡Cuántos hermanos nuestros con el espíritu mortalmente herido por el Malo y con el corazón desgarrado por el pecado! Y en medio de tanta aflicción, ¿quién dará cobijo a estas almas mutiladas? ¿Quién, sino la Iglesia, que, como madre, abrigará al hijo huérfano y amparará a la madre dolida? ¿Quién luchará con la espada de la palabra contra la injusticia, sino la Iglesia, la esposa de Cristo, que acogerá y curará a estas personas, que, creyéndose sin dignidad, no esperan otra cosa de la vida más que la muerte? Los cristianos tenemos aquí uno de los grandes retos que nos presentará el siglo XXI. En palabras del cardenal Poupard: «La desintegración de la persona irá dejando a los bordes del camino seres maltrechos y heridos a quienes la Iglesia habrá de recoger con infinito amor». Como bautizados, y por tanto miembros de la Iglesia, que si bien pecadora, al ser nosotros pecadores, es a la vez santa por ser Cristo su cabeza, debemos hacer nuestra esta misión. No nos dejemos acoquinar por el miedo o la desesperación, y llevemos el rostro de Cristo al prójimo, en especial a nuestros hermanos pródigos, que necesitan Su misericordia, Su esperanza y Su Verdad..

Galo Pedro Oria de Rueda
Zaragoza