Boticas y boticarios - Alfa y Omega

Boticas y boticarios

Mª Cristina Tarrero Alcón
Fachada de la Antigua Farmacia de la Reina en Madrid
Foto: Isabel Permuy.

Actualmente dependemos de las farmacéuticas. Nuestra forma de vida está sujeta a las enfermedades que nos acechan, tal y como les pasaba a nuestros antepasados. Ya en el siglo XVI, Felipe II, consciente de ello, decidió fundar en 1594 una Real Botica en el Alcázar. De esa primera fundación conservamos muy poco, pues el incendio de 1734 acabó con ella, pero cuando se proyectó un nuevo Palacio Real se incluyeron dependencias sanitarias.

Uno de los primeros boticarios reales conocidos fue el maese Jaime Pascual, boticario de Fernando el Católico. Este oficio le suponía encargarse del rey no solo en la corte, sino también acompañarle en campaña. Algunas reinas españolas de procedencia extranjera, como Isabel de Borbón o María Luisa de Orleans, trajeron boticarios personales creando en paralelo la llamada botica de la reina. Lo cierto es que, poco a poco, el oficio fue tomando forma y surgieron las reales farmacias. Hoy día, en la visita al Palacio Real podemos descubrir un laboratorio de artdéco de comienzos del siglo XX y el despacho del farmacéutico con su biblioteca. La Real Fábrica de la Granja realizó los botes de farmacia, de gran belleza y elegancia, y alguno de ellos puede contemplarse en la exposición permanente del palacio.

En Madrid, en la calle Mayor, se encuentra la legendaria Farmacia de la Reina Madre que, según parece, fue fundada en 1578 y entre sus ilustres clientas destacaba la reina Isabel de Farnesio. A lo largo de los siglos, los establecimientos farmacéuticos fueron desarrollándose y a comienzos del siglo XX estaban muy extendidos. Entre las farmacias de renombre podemos destacar una situada en la calle San Bernardino, dirigida por una gran mujer de Acción Católica, la beata María del Sagrario Moragas, más conocida como Elvira Moragas Cantarero. Fue una de las primeras mujeres admitidas como alumna en la Universidad de Madrid, la primera colegiada en el Colegio de Farmacéuticos de la ciudad, y regentó la farmacia familiar una vez que falleció su padre. Era toledana de nacimiento, pero en Madrid ejerció su profesión y en Madrid se retiró del mundo entrando en la orden del Carmelo. Fue beatificada en 1998 por san Juan Pablo II. Joaquín Martín Abad dedicó en esta misma sección una interesante columna a su entrega y martirio.