Benedicto XVI, peregrino en Tierra Santa: «Vengo a rezar por la paz» - Alfa y Omega

Benedicto XVI, peregrino en Tierra Santa: «Vengo a rezar por la paz»

Una parte de Jerusalén está adornada con la bandera del Vaticano. Es el barrio cristiano, donde se esperaba al Papa con emoción desde hace meses. Al desembarcar del avión, Benedicto XVI dijo que venía a rezar por la paz y, aunque esto afecte directamente a judíos y musulmanes, lo cierto es que los cristianos de Tierra Santa la necesitan como el agua. Ésta es la crónica de la enviada especial de Alfa y Omega a Tierra Santa:

Anabel Llamas Palacios
La mano del Papa Benedicto XVI, tendida hacia la del príncipe Ghazi Bin Mohamed (primo del rey Abdullah), en la mezquita Hussein bin Talal de Ammán, el 9 de mayo. A la derecha: Las manos del Papa y las de Simon Peres, presidente de Israel, en el aeropuerto Ben Gurion, de Tel Aviv, el pasado día 11.

Jerusalén ha sido tomada por la prensa. Casi 800 periodistas, de todas partes del mundo, se han acreditado para seguir la peregrinación de Benedicto XVI a Tierra Santa. Los siguientes colonos de la ciudad, mucho mayores en número, son el ejército israelí y la policía. La preocupación por la seguridad —por otro lado, algo habitual en esta zona— se ha llevado, como se esperaba, a extremos casi increíbles.

El Papa aterrizó el lunes pasado, 11 de mayo, en el aeropuerto Ben Gurion, de Tel Aviv, a las 11 de la mañana. El viaje responde a la invitación que el presidente de Israel, Simon Peres, le había hecho tiempo atrás al Papa. Según las autoridades judías —como, por ejemplo, el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat—, el Papa es «más que bienvenido» a la ciudad. «Esta visita —decía el alcalde el pasado día 10, ante decenas de periodistas—, sobre todo, viene a reforzar los lazos, no sólo con los cristianos del mundo, sino también con los cristianos que viven entre nosotros».

Precisamente, éste es uno de los objetivos que los cristianos de Tierra Santa esperan más de este viaje. Ése, y el principal, que sólo el Papa, como Vicario de Cristo en la tierra, puede proporcionar: Confirmar en la fe a sus hermanos. El padre Ibrahim Faltas, párroco de El Salvador, la iglesia franciscana de Jerusalén, situada en el barrio cristiano de la ciudad vieja, comentaba a Alfa y Omega que «los cristianos están especialmente felices de poder recibir al Papa en este momento, una visita esperada durante mucho tiempo, porque, aunque los cristianos son una minoría, nuestra presencia es muy importante en Tierra Santa».

Para Loly Preguel, consagrada del movimiento Regnum Christi y miembro del equipo permanente del Instituto Pontificio de Notre Dame, «es muy emocionante poder tener la oportunidad de estar aquí cuando viene el Papa. Ante la situación tan particular de este país, tenemos muchísima esperanza en que la presencia del Santo Padre traiga un mensaje de paz, de reconciliación entre hermanos, y que sea también, y sobre todo, un momento de aliento y consuelo para los cristianos». Para Loly, que llegó a Tierra Santa cuando Juan Pablo II, hace cuatro años y medio, decidió encargar a los Legionarios de Cristo la gestión del Notre Dame of Jerusalem Center, «es muy enriquecedor tener contacto con los cristianos de Tierra Santa, pues tienen una conciencia de su propia fe que no había visto nunca en otro lugar. Al estar rodeados de mayorías de otras confesiones, el orgullo del cristiano es precisamente su condición de cristiano. Son personas que, en general, sufren mucho y se sienten un tanto olvidadas, por lo que hay que pedir con fervor que el Espíritu Santo abra los corazones de los gobernantes».

Benedicto XVI planta un olivo en la residencia presidencial de Israel, ante el presidente del país, Simon Peres.

Nada más aterrizar en Tel Aviv y ser recibido por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; por el presidente de Israel, Simon Peres; por autoridades civiles; y por los obispos de Tierra Santa, Benedicto XVI tuvo un delicado gesto de humildad, reconociéndose a sí mismo como un peregrino más: «Tomo mi lugar en una larga fila de peregrinos cristianos a estos lugares, una fila que se remonta en el tiempo hasta los primeros siglos de la historia cristiana y que, estoy seguro, seguirá prolongándose en el futuro. Como muchos otros antes que yo, vengo para rezar en los Lugares Santos, a rezar de forma especial por la paz; paz aquí, en Tierra Santa, y paz en todo el mundo».

En un territorio complicado, donde cada gesto y cada palabra deben ser medidos, Benedicto XVI aprovechó los primeros instantes de su estancia en Israel para recordar que la Santa Sede condena todas aquellas ideologías que no respetan la dignidad humana: «Es justo y conveniente que tenga la oportunidad de honrar la memoria de los seis millones de judíos víctimas de la Shoá, y de rezar para que la Humanidad no tenga que ser nunca más testigo de un crimen de una enormidad semejante», dijo. Y añadió: «Desafortunadamente, el antisemitismo sigue levantando su repugnante cabeza en muchas partes del mundo. Esto es totalmente inaceptable».

«Aunque el nombre de Jerusalén significa ciudad de la paz, es del todo evidente que, durante décadas, la paz ha eludido trágicamente a los habitantes de esta Tierra Santa», afirmó Benedicto XVI, que suplicó «a cuantos están investidos de responsabilidad que exploren toda vía posible para la búsqueda de una solución justa a las enormes dificultades, para que ambos pueblos puedan vivir en paz en una patria que sea la suya, dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas. Al respecto, espero y rezo para que pronto se pueda crear un clima de mayor confianza, que haga a las partes capaces de realizar progresos reales en el camino hacia la paz y la estabilidad».

Oración del Papa, en el Muro de las Lamentaciones:

Dios de todas los tiempos,
en mi visita a Jerusalén, la Ciudad de la Paz,
morada espiritual para judíos, cristianos y musulmanes,
te presento las alegrías, las esperanzas y las aspiraciones,
las angustias, los sufrimientos y las penas de tu pueblo esparcido por el mundo.

Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
escucha el grito de los afligidos, de los atemorizados y despojados;
envía tu paz sobre esta Tierra Santa, sobre Oriente Medio,
sobre toda la familia humana;
despierta el corazón de todos los que invocan tu nombre,
para caminar humildemente por la senda de la justicia y la compasión.

Bueno es el Señor con el que en Él espera,
con el alma que le busca
(Lamentaciones 3, 25)

El mismo lunes de su llegada, Benedicto XVI realizó una visita a la residencia del presidente de Israel, Simon Peres, y al Memorial Yad Vashem, construido en honor a las víctimas del Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, a última hora del día, se trasladó al Instituto Pontificio Notre Dame of Jerusalem Center, donde le esperaban representantes de diferentes religiones para celebrar un diálogo interreligioso. Allí destacó la importancia de «promover todo lo que nos une», y respetar «todo lo que nos diferencia». Cuando ya finalizaba el acto, y sin que estuviera previsto, el jeque Tayssir Attamini, juez supremo de las Cortes islámicas de Jerusalén, se acercó al estrado para pronunciar lo que se creían unas espontáneas palabras de agradecimiento. Sin embargo, su intervención se convirtió en un encendido discurso político en árabe que, según los organizadores, no tenía razón de ser en aquel contexto. A pesar de los intentos del Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal, de pedirle que volviera a su sitio, Tayssir Attamini continuó hasta finalizar su discurso, que provocó que dos representantes judíos se levantaran y se fueran de la sala. Más tarde, el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en una rueda de prensa pronunciada ante la prensa internacional, recordó a los presentes que la intervención de Attamini no estaba programada, y recalcó, como muestran las imágenes del acto, que se intentó frenarle pero fue imposible. Asimismo, el padre Lombardi no quiso dejar de recalcar el grave error en el que están incurriendo una buena parte de los periodistas, al mencionar el supuesto paso de Benedicto XVI por las juventudes hitlerianas, para resaltar aún más la simbología del Papa alemán en Israel. Pero este aspecto «no es cierto, ya que el Papa nunca ha estado en las juventudes hitlerianas: nunca, nunca y nunca. Él estaba en el Seminario, y cuando tenía 16 años fue llamado para formar parte de los cuerpos auxiliares que protegían a la ciudad de los bombardeos aéreos. No es lo mismo, y es importante recalcarlo».

El martes, día 12, Benedicto XVI comenzó el día visitando la Cúpula de la Roca, en la explanada de las Mezquitas, de Jerusalén, donde tuvo un encuentro con el Gran Muftí. Después, acudió al Muro de las Lamentaciones, donde rezó por la paz «en Tierra Santa, en Oriente Medio, y en toda la familia humana». Seguidamente, tuvo un encuentro con los dos grandes rabinos.

Al cierre de esta edición, Benedicto XVI acababa de salir del Cenáculo, donde rezó el Regina caeli con los obispos de Tierra Santa, y se dirigía a celebrar la Santa Misa en Getsemaní. Por delante, quedaban todavía tres intensos días que transcurrirán entre Belén, Nazareth y Jerusalén, de los que Alfa y Omega podrá informar la próxima semana. Mientras tanto, quédense con la imagen de Benedicto XVI rezando ante el Muro de las Lamentaciones, y el comentario de los periodistas católicos en la Sala de Prensa: «¡Qué solo se le ve!». Poco después, recibía el calor espontáneo —quizá el primer gesto espontáneo en todo el viaje— de los franciscanos más jóvenes, cantándole Be-ne-de-tto, entre palmas y sonrisas.