Anzuelos - Alfa y Omega

Eso que dice el Señor de que nadie es profeta en su tierra es algo descorazonador para los que, como yo, tenemos amigos, conocidos y familiares en España. El profeta, parece, tiene que presentarse como un desconocido, pues de lo contrario los prejuicios vendrían a ser como un muro que impide la escucha.

Una de las ventajas que tiene ser extranjero en un país que no es el tuyo es que la gente, muy querida, cuando la conoces siempre arranca con las mismas preguntas: «¿De dónde eres?, ¿por qué estás aquí?, ¿cuánto tiempo llevas en Colombia?»; preguntas todas ellas que le dan a uno pie para hacer un breve anuncio del Evangelio. Porque es cierto que, para contestar a esas preguntas, al final tengo que hablarles un poco de Dios.

Un día que fui a echar un currículo a una cadena de televisión de Medellín, aprovecharon que estaba allí para invitarme a participar en un programa de testimonios. Una semana después, una señora que no conocía de nada me abordó por la calle para decirme que me había visto en la televisión y que le había pedido a Dios cruzarse conmigo y conocerme.

Otro día, cuando conocí a los 30 o 40 niños de la catequesis, recuerdo cómo les impactó el hecho de que fuese extranjero. Me rodearon entre todos como cuando Cristiano Ronaldo le mete un gol al Barça en el último minuto, y acto seguido me bombardearon a base de preguntas y preguntas. Me hicieron mil. Estaban ávidos de curiosidad: quién era, por qué estaba allí, cómo es España…

Supongo que por eso también el Evangelio nos presenta a Jesús como alguien cuya infancia y juventud no conocemos. Hay una vida oculta ahí que nos obliga a tratar a Jesús como un misterio. ¿Quién no tiene guardadas en su corazón cientos de preguntas para Jesús? Este silencio del Evangelio viene a ser como un montón de brasas que se arrojan sobre los corazones helados de los hombres. Como les pasó a aquellos niños que un día me robaron el corazón en el barrio Nueva Jerusalén; como aquella señora que, llevada de la curiosidad, me abordó por la calle en medio de un paseo. Era un anzuelo.