Anselmo Polanco
Anselmo Polanco Fontecha nació en Buenavista de Valdavia (Palencia) el 16 de abril de 1881 y fue bautizado el 21, día de san Anselmo. Ingresó en la Orden de San Agustín en 1896 en Valladolid y fue ordenado presbítero en la catedral del Burgo de Osma en 1904.
Cuando en 1932 fue elegido provincial de su provincia religiosa de Filipinas, en el capítulo celebrado allí mismo fue acordado traer a Madrid la sede provincial con el fin de estar más cerca de los futuros agustinos misioneros que ya recibían su formación en España. Fue instalada en la única casa que esta provincia agustiniana tenía en Madrid, en la calle Goya (hoy almacenes conocidísimos) y sigue en una esquina de la calle Arturo Soria.
Desde Madrid viajó durante tres años por medio mundo para visitar las comunidades y casas religiosas de su jurisdicción. Pío XI lo nombraba obispo de Teruel y administrador apostólico de Albarracín el 21 de junio de 1935, recibió la ordenación episcopal en Valladolid el 24 de agosto y entró en Teruel el 8 de octubre y en Albarracín el 12 siguiente.
Durante la persecución religiosa, y la guerra civil, pudo haber abandonado la diócesis en distintas ocasiones y no quiso. Repetía una y otra vez: «El pastor debe estar siempre con sus ovejas». Tuvo la última oportunidad cuando viajó para acompañar a morir a su madre. Se vio entonces con el delegado apostólico, Mons. Antoniutti, como lo relata en sus memorias: «En noviembre de 1937 me había encontrado en Burgos con Mons. Polanco, que me había puesto al corriente de la situación incierta de su diócesis y me había declarado que quería regresar enseguida a su sede para estar en medio del pueblo en el momento de las previstas y próximas operaciones militares».
Apresado el 8 de enero de 1938 en el Seminario, se mantuvo fiel al Señor y a su Iglesia durante un largo cautiverio. Había elegido como lema episcopal: «Con mucho gusto gastaré y me desgastaré yo mismo por vosotros» y lo vivió radicalmente.
Se cumplen hoy 80 años cabales desde su martirio al alba del 7 de febrero de 1939, con su Vicario General Felipe Ripoll y otros más, en el gerundense Pont de Molins. Los dos, beatificados en Roma por san Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995, son los últimos mártires de la persecución religiosa en España durante el siglo XX.