Amabilidad y descanso - Alfa y Omega

Metidos en un nuevo trimestre, no quiero dejar de recordar y agradecer lo vivido la pasada Navidad. Fueron muchas cosas: días de descanso en casa, celebraciones tranquilas y sentidas, un retiro el día de Nochevieja para recoger el año, llamadas y postales, juegos y bromas, comidas y cenas largas. Sobre todo, quiero agradecer la excursión a Valladolid que hizo la comunidad del noviciado entre los días 26 y 29 de diciembre.

Nuestro plan era descansar juntos y conocer las obras jesuitas y otros lugares de interés religioso y artístico de la provincia. Plan sencillo, pero la realidad de la pandemia no lo ponía fácil. ¿Dónde y con quién vivir evitando riesgos innecesarios? ¿Qué podríamos visitar? ¿Con quién podríamos quedar para que nos enseñase algo?

Todo se puso de cara. Desde antes de llegar a la ciudad, un buen compañero, Charlie, se preocupó por tener preparada la casa donde íbamos a vivir –una casa de convivencias para jóvenes adultos–: calefacción, despensa bien provista, habitaciones preparadas, juegos para el tiempo libre, capilla lista para rezar a gusto. No faltaba ningún detalle y eso hizo que nos sintiésemos en casa desde el primer minuto. Después de comer, Roberto estaba esperándonos en el otro extremo de la ciudad para compartir con nosotros el proyecto de una nueva comunidad de hospitalidad y cuidado de la tierra. Fue un gusto escuchar su testimonio vocacional y compartir el café que nos había preparado. Salimos a media tarde hacia el colegio: allí estaban José Ignacio y José Luis esperándonos para presentarnos la historia del San José. Como estaba Fermín atento en Villagarcía de Campos y Álvaro, joven vallisoletano, preparado para guiarnos por el Museo Nacional de Escultura. Y tantos lugares y tantas personas más.

Volvimos satisfechos, muy agradecidos, y con la sensación de haber descansado bien. ¿Qué nos había ayudado a descansar? Sobre todo, la amabilidad de estos buenos compañeros. Son las vidas ofrecidas con amabilidad las que dan reposo y paz. Y todos necesitamos esos colchones en los que reposar.

Al final de la Navidad pensaba en los Magos de Oriente. Ellos llevaron al pesebre lo que tenían; pero, ante ese Dios niño de rostro amable, volvieron a sus casas con mucho más.