Alberto Ares, SJ: «La hospitalidad no tiene buena prensa» - Alfa y Omega

Alberto Ares, SJ: «La hospitalidad no tiene buena prensa»

El director del SJR en Europa subraya que «el prejuicio étnico tiene que ver más con un elemento de grupo que con la ideología» y pide medidas a favor de la cohesión

Rodrigo Pinedo
El coordinador del estudio Lo que esconde el sosiego en las oficinas del SJR Europa. Foto: Rodrigo Pinedo

El Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas acaba de presentar el libro Lo que esconde el sosiego. Prejuicio étnico y relaciones entre inmigrantes en barrios populares (Ediciones Foessa). Uno de los coordinadores, el jesuita Alberto Ares, desgrana las claves del estudio a Alfa y Omega en Bruselas, adonde llegó el pasado mes de septiembre como director regional del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR).

Vuelven a colaborar con Cáritas tras el trabajo Un arraigo sobre el alambre, que era más cuantitativo. ¿Qué analizan ahora?
Nos planteamos qué ocurre en nuestros barrios en los últimos años. ¿Han aumentado los prejuicios, los conflictos y la xenofobia? Siempre se ha barajado la hipótesis de que, en épocas de crisis, normalmente aumentan los conflictos. Pero esto no ha ocurrido en España y, desde hace décadas, los investigadores dan vueltas a por qué no. Hay diferentes causas. En el lado bueno, es verdad que España ha hecho durante un tiempo bien las labores de integración, de acogida, de inclusión. Además, la cultura mediterránea es acogedora y hay redes familiares; y la clase obrera tiene memoria de inmigración, porque nos tocó emigrar a nosotros… En el lado negativo se dice que no hace falta que haya mucho conflicto porque la población nativa española está contenta con cómo está la población inmigrante: vive en nuestros barrios marginales, accede a trabajos muy bajos y hay poco roce. Aunque suene un poco feo decirlo, potenciamos una especie de statu quo.

Con la investigación lo que hemos visto es que hay una convivencia más o menos pacífica, eso sí con cierta tensión y distancia. Los grupos conviven en los barrios, pero cada uno con sus espacios. La clase obrera más antigua, que llegó del campo a la ciudad, vive por su parte. Las comunidades migrantes también tienen sus espacios, incluso sus plazas, y a veces conviven con la población gitana. Y en algunos barrios está aumentando el número de gente nativa por procesos de gentrificación. Nos hemos dado cuenta de que el prejuicio étnico tiene que ver más con un elemento de grupo que con la ideología.

¿Cómo afrontar este prejuicio?
Los dos principales retos que nos planteamos son la diversidad y la cohesión. La diversidad no solo se afronta con sensibilización y relaciones culturales, sino que requiere medidas políticas. En relación con la cohesión, se necesitan políticas universalistas que aborden problemas como el desempleo, el acceso a la vivienda, la seguridad… En muchos de nuestros barrios no se ha invertido desde hace muchos años en mobiliario público; los centros cívicos y de cultura siguen igual, y las mediaciones interculturales que había hace unos años prácticamente han desaparecido de todas las escuelas, por ejemplo.

Solo atendiendo a estos elementos de integración, nuestros barrios y nuestra sociedad van a tener un futuro. España, aunque queramos negarlo, ya es diversa. Hay 47,5 millones de personas, de las cuales ocho millones no han nacido en nuestro país. El mismo informe España 2050 dice que necesitamos cerca de 200.000 migrantes al año…

En cifras

74.350 personas fueron atendidas por el SJR en 2020

22 países europeos cuentan con proyectos de la entidad

40 años cumplió el SJR en noviembre de 2020

Lo que pasa es que hay cierto conformismo con el problema de la natalidad y parece que se ve al migrante únicamente como pura mano de obra.
La pirámide poblacional se ha invertido…

Sí, está clara su contribución. Pero si no hay medidas de fomento de natalidad, al final los nacimientos seguirán bajando –también entre los migrantes–, seguirá envejeciendo la población y estaremos igual…
Hay que trabajar el elemento de la natalidad, claro, pero nuestras sociedades van a seguir necesitando migrantes. Si hubiera vías seguras y legales para la gente, tendríamos otro tipo de presión y podríamos articularlo mejor con nuestro mercado laboral, con las necesidades que tenemos… Los empresarios buscan personas para determinados puestos, no las encuentran y tampoco pueden contratar a migrantes.

Desde esta atalaya privilegiada, en la sede central del SJR Europa, ¿qué se ve que haya hecho bien España?
Creo que en integración, con esos matices, España puede sentirse orgullosa. También se agradece que haya habido colaboración con los países del sur y una inversión fuerte, a nivel europeo, para intentar buscar una respuesta coordinada. Por el contrario, y quizá es un pelín lamentable, sabemos que Europa lleva años intentando externalizar sus fronteras y España tiene fama de que ha mantenido la frontera bien cerrada en la parte occidental.

¿Cree que en España nos falta mirar un poco más allá también?
Sí, es verdad que quizá nos quedamos con lo que ocurre en un rincón de Europa y las condiciones de cada uno de los países son muy diversas, como hemos visto estos días en Bielorrusia. Al mirar las estadísticas, resulta que ni el 5 % de las personas migrantes y refugiadas que hay en Europa han llegado por el Mediterráneo.

A nivel europeo, yo estoy esperanzado. Hay indicios de que podemos caminar juntos, aunque las condiciones no son sencillas: hay que conjugar la seguridad con la hospitalidad, pero esta segunda últimamente no tiene buena prensa. Parece que el discurso de los nacionalismos, de levantar muros como denuncia el Papa Francisco, está extendiéndose.

Lo que esconde el sosiego. Prejuicio étnico y relaciones entre inmigrantes en barrios populares
Autor:

VV. AA.

Editorial:

Ediciones Foessa

Año de publicación:

2021

Precio:

14 €