Momentos críticos - Alfa y Omega

Momentos críticos

La Santa Sede ha acogido con satisfacción la resolución de la Asamblea General de la ONU, por la que Palestina se ha convertido en Estado observador no miembro. En un clima de tensión creciente, la Iglesia anima a israelitas y palestinos a «dar una solución al conflicto»

Ricardo Benjumea
Jóvenes en Ramala celebran el reconocimiento de Palestina como Estado observador en la ONU, el pasado 29 de noviembre.

«Por una vez, la comunidad internacional ha tenido el coraje de no dejarse influir por las presiones y decidir en conciencia, sin hacer cálculos», se felicitaba, en declaraciones a la agencia vaticana Fides, el Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal. «Estoy agradecido y contento por esta libertad», añadía el obispo, convencido de que «esto abre la posibilidad de volver a tratar con un Gobierno moderado y legítimo», el de Abu Mazen, en Cisjordania. A su juicio, el reconocimiento de la ONU, avalado por los votos de 138 países, frente a 9 y 41 abstenciones, refuerza a los moderados, frente a Hamás, que gobierna en la franja de Gaza.

Las anunciadas represalias de Israel no se hicieron esperar. La más grave es la decisión de construir nuevos asentamientos de colonos, que partirán en dos Cisjordania, haciendo inviable un Estado palestino. El Patriarca pide una respuesta al presidente Obama, recordándole su discurso en El Cairo, en el que calificó de intolerable la situación de los palestinos. Tras la resolución de la ONU, el embajador judío, Ron Prosor, había advertido de que Israel no puede permitir «otra base terrorista iraní en el corazón de nuestro país».

Con el nuevo estatus, Palestina podrá denunciar a Israel ante el Tribunal Internacional de la Haya o ante el Tribunal Penal Internacional, y se confirma como referente internacional la situación de 1967, con las fronteras anteriores a la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Oriental. El conflicto llevaba años enquistado, y la resolución de la ONU lo ha desbloqueado, sólo que nadie sabe en qué dirección. Al aumento de las tensiones entre Israel (que celebra elecciones en enero) y palestinos, se suma el problema de la profunda división entre los propios palestinos, e incluso la oposición real a la independencia palestina de no pocos países árabes, más allá de las buenas palabras.

En esta compleja situación, la Santa Sede acoge la resolución de la ONU con «satisfacción», y muestra su voluntad de esforzarse en «mantenerse por encima de las partes y en actuar de acuerdo con la naturaleza religiosa y la misión universal que la caracteriza».

En su declaración, la Santa Sede recuerda las palabras de despedida de Benedicto XVI, en 2009, desde el aeropuerto de Tel Aviv, donde apeló a «una paz duradera basada en la justicia» y en «una auténtica reconciliación». El Papa pedía «que se reconozca universalmente que el Estado de Israel tiene derecho de existir y de disfrutar de paz y seguridad dentro de fronteras internacionalmente reconocidas», así como el derecho del pueblo palestino «a una patria independiente y soberana», a «vivir con dignidad y desplazarse con libertad».

No es sencillo conciliar los derechos de ambos pueblos. Antes de la declaración, Cáritas Jerusalén resaltaba que la diáspora palestina cuenta con más de 9 millones de personas repartidas por todo el mundo, a quienes recordaba el 29 de noviembre, Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Israel no reconoce su derecho a regresar a sus antiguos hogares, ya que esto haría inviable un Estado de Israel judío.

La Secretaria General de Cáritas Jerusalén, Claudette Habesch, se muestra consciente de las dificultades. Son tantas, que, a su juicio, es difícil que las cosas puedan ir todavía a peor. «Desde 1967, continuamos viviendo bajo la ocupación» y entre «humillaciones que forman parte de la vida diaria». Han sido «tres décadas de negociaciones infructuosas», mientras sigue menguando el territorio palestino. Y, en los últimos tiempos, «hemos estado un año sin conversaciones de paz», lamenta. «Ha sido un año en el cual las condiciones económicas de los palestinos se han deteriorado, los asentamientos iraelíes en Cisjordania han aumentado en número y la prometida reconciliación entre las facciones palestinas ha fracasado».