La riqueza del dolor aceptado - Alfa y Omega

La riqueza del dolor aceptado

En 1972, por deseo expreso de Pablo VI, se reanudó el proceso de beatificación de Anna Katharina Emmerick. Esta monja alemana, fallecida en febrero de 1824 y declarada Venerable a finales del siglo pasado, nos lanza un urgente mensaje de conversión y penitencia que parece especialmente dedicado a nuestro tiempo

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Anna Katharina. Vidriera de la iglesia de San Lorenzo (Coesfeld Alemania)

Lo que yo poseo no me pertenece. Yo soy simplemente un instrumento en las manos de Nuestro Señor. Estas palabras enmarcan de algún modo la vida de Anna Katharina Emmerick. En efecto, ella materialmente no poseía nada. Vivió buena parte de su vida pobremente, enferma y postrada en cama, sufriendo infinidad de dolores a los que se sumaron las llagas de la Pasión de Cristo, cuyo carácter médicamente inexplicable fue comprobado por la investigación de la correspondiente comisión médica y eclesiástica.

En su invalidez supo encontrar la manera de ayudar a los necesitados mediante una continua labor de costurería que realizaba incansablemente. Si ésta era su situación material, su alma fue depositaria de una riqueza espiritual que se desbordaba a su alrededor y que llega hasta nuestros días. Vittorio Messori cita de ella, en su libro Leyendas negras de la Iglesia, la exactitud con que describe la imagen del Señor en la Sábana Santa antes de que la primera fotografía nos informase de que dicha imagen estaba allí impresa. Las ruinas de la casa de la Virgen en Éfeso fueron descubiertas gracias a la descripción del lugar que ella hizo en una de sus revelaciones privadas. En 1981 se descubrían unos desconocidos pasadizos bajo el Templo de Jerusalén, a los que Anna Katharina ya se había referido mientras contaba sus visiones sobre la infancia de María. Sus visiones sobre el futuro de la Iglesia y de la Humanidad mencionan, ya en 1820, entre otros acontecimientos, nuestra propia guerra civil, y ponen el acento sobre una futura época de mártires, en consonancia con el mensaje de Fátima, seguida de un combate que la Iglesia entera tendrá que sufrir.

Sobre estas visiones, la Iglesia oficialmente aún no se ha pronunciado, ni posiblemente se pronuncie en el futuro. En cambio, la heroicidad de la santa vida de Anna Katharina Emmerick sí ha sido ya puesta de manifiesto al declararla Venerable, y sus relatos sobre la vida de María y de Nuestro Señor siguen revitalizando el amor a Dios en muchas almas. La vida de Anna Katharina, por otra parte, es un inmenso testimonio del valor del sufrimiento aceptado y ofrecido a Dios. Este mensaje del sentido del dolor responde al deseo que el Papa Juan Pablo II nos transmitía recientemente: Que todas las familias y el mundo entero vean que hay un Evangelio superior: el Evangelio del sufrimiento con el que hay que preparar el futuro. Muchas personas desconocen que sólo uniéndolo al de la cruz de Cristo, nuestro dolor se llena del significado de la Redención, y que, de hecho, el Señor, ante tantas ofensas y abandonos, está esperando nuestra reparación.

Aunque la imagen de una monja enferma, postrada en cama mirando un crucifijo, parezca demasiado triste como para pensar que pueda servir de ejemplo para los emprendedores cristianos de finales del siglo XX, su mensaje no pierde actualidad.

José Jara Rascón

Anna Katharina: meditación en voz alta

¡Ah, es tan corta la vida!, ¡llega tan rápidamente a su fin! Pero es tanto lo que se puede ganar en tan breve tiempo, que no me atrevo a entristecerme. Con gusto quiero aceptar todas las penas que Dios me envíe. Sin la mortificación es imposible consagrarse por completo a Dios. Mil gracias te doy, Señor, por todo el tiempo de mi vida. No como yo quiero, Señor, sino como quieres Tú.

– Los santos en el cielo nada pueden hacer en expiación y satisfacción de las culpas que purgan las ánimas benditas: todo lo tienen que esperar de nuestras oraciones, pero ¡qué pocos son los que toman parte en su aflicción!

– Jesucristo ha dicho que los hijos de Dios deben honrar y amar a Dios como a un padre. Es indudable que también deben dar el nombre de madre a la Madre de Dios y tenerla por madre. El que no entiende esta verdad, y no la pone por obra, ése está lejos de ser hijo de Dios.

– ¿Qué podrán hacer tan pocos ante tan grande multitud? El Señor me dijo: Su voz resuena muy lejos. También ahora son enviados muchos. La salvación que los primeros doce trajeron, la traen también ahora esos a quienes envío, aunque sean ignorados y despreciados.