Monseñor Jesús Fernández: «No se evangeliza a distancia» - Alfa y Omega

Monseñor Jesús Fernández: «No se evangeliza a distancia»

El hasta ahora vicario general de León será ordenado, el sábado, obispo en la catedral de Santiago. Numerosos fieles leoneses viajarán a la capital gallega para despedir a monseñor Jesús Fernández (Selga de Ordás, 1955), y, en la víspera, compartirán con fieles compostelanos una Vigilia de oración por el nuevo obispo. La evangelización es la gran pasión y preocupación del nuevo auxiliar de Santiago

Ricardo Benjumea
Monseñor Jesús Fernández González. Foto: Miguel Castaño

De León, a Santiago. Culmina usted, de algún modo, el Camino de Santiago…
La verdad que sí. Ser obispo no es una aspiración que yo tuviera. Sobrepasa lo que hubiera podido soñar, pero entiendo que el Señor me pide ese servicio, me quiere sucesor de los apóstoles y me regala la plenitud del sacerdocio. Tengo que dar las gracias también al arzobispo y a los sacerdotes con los que he tenido ya relación en Santiago por cómo me han acogido.

¿Le ha dado ya indicaciones monseñor Julián Barrio?
Me ha aclarado cuáles serán mis funciones, aparte de ayudarle en todo lo que él precise: las Visitas pastorales, la atención a los sacerdotes y el Sínodo diocesano, que está en una fase inicial, y es un acontecimiento importante para la Iglesia en Santiago.

¿Por qué ha elegido el lema Evangelizare pauperibus?
Es un frase del evangelio de San Lucas que escogí para las invitaciones a mi ordenación sacerdotal, en 1980. No era un lema, pero sí un texto paradigmático para mí, y lo sigue siendo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres». Es uno de los momentos en el que Jesús clarifica con más fuerza cuál es su misión.

Usted ha sido párroco rural, capellán de la Adoración Nocturna, director de un periódico diocesano, es capellán de un club de fútbol… ¿Cómo se evangeliza en ambientes tan diversos?
Lo primero es siempre estar enraizado en Jesucristo, estar enamorado de Él, sentir el ardor de anunciarle. Los métodos varían según las circunstancias. En el mundo del fútbol, por ejemplo, la evangelización es muy primaria: aunque muchos jugadores tienen cierto sentido religioso, a veces está muy cercano a la magia. Ahí la evangelización supone cercanía, dar ánimos a los que padecen dificultades… Estamos acostumbrados a ver al jugador como a una persona de éxito, pero hay también el que está siempre en el banquillo, el que se lesiona y se vuelve a lesionar… Con el sacerdote, se abren, te cuentan cosas que no comparten con otras personas…

¿Influye que le vean como alguien cercano? Dicen de usted que fue un magnífico portero de fútbol, y tiene fama de deportista.
Cuando uno conoce las situaciones desde dentro, las puede iluminar mejor. Desde luego, desde la distancia no se puede evangelizar. La presencia y la cercanía humana es insustituible. En este sentido, he prevenido muchas veces a los sacerdotes de León contra el riesgo de alejarnos de la gente, al tener que atender cada vez más parroquias, muchas de ellas minúsculas, perdidas en la montaña.

Su libro Vivir la Eucaristía: las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero (PPC) aborda precisamente ese problema.
El envejecimiento de la población y la escasez de vocaciones hacen cada vez más necesario el trabajo en equipo. Esto no significa cuestionar la primacía al sacerdote, pero, cuando él no puede visitar una comunidad, es importante buscar modos de mantener la celebración dominical, sin suplir la celebración de la Eucaristía, que es insustituible. En las diócesis rurales, la formación de estos equipos apostólicos ayuda a mantener el sentido del domingo y a sostener la fe.

Ha pasado usted 33 años de su vida, de un modo u otro, vinculado al seminario. Después ha sido usted Vicario para el Clero. ¿Qué idea ha tratado de transmitirles sobre el sacerdocio a los muchachos del Seminario Menor, a los jóvenes que se van a ordenar, a los curas de León…?
Que el sacerdocio es un don absolutamente inmerecido. Jesucristo ha querido perpetuar su presencia, y nos elige a algunos para que seamos su sacramento, su imagen viva, su otro Yo en este mundo, para anunciar el Evangelio, para celebrar la fe, para dirigir y pastorear a la grey, como colaboradores de los obispos. ¡Podemos hacer tanto bien! Para eso es clave vivir la espiritualidad del sacerdote. Garantiza que nuestra vida tenga sentido, que no caigamos en la rutina, que la caridad pastoral —verdadera alma de nuestro ministerio— se note en todo lo que hacemos, y que quienes reciben nuestro servicio pastoral puedan descubrir al mismo Jesucristo con sus pensamientos, sus ideas, sus decisiones…

¿Por qué se hizo cura? ¿Cuáles han sido sus modelos?
La llamada me llegó fundamentalmente a través de mi primer párroco. Yo era monaguillo, y me gustaba la celebración de la Eucaristía. Ése es mi primer recuerdo. A los once años ingresé en el Seminario Menor de León. Después, me he fijado en otros sacerdotes que he tenido la suerte de conocer, o en los libros, como el santo cura de Ars, san Pedro Poveda, y santos sacerdotes y mártires. Me conmueven especialmente los mártires del siglo XX, por su cercanía a nosotros y porque parece increíble que en pleno siglo XX haya sucedido lo que ha sucedido. Son modelos que uno intenta imitar, y da gracias a Dios por ellos.

¿Qué le pide usted a Dios en vísperas de su ordenación episcopal?
Que nos siga dando ánimos y fuerza en esta situación de crisis económica, pero sobre todo moral y religiosa, para que sepamos descubrir qué nos está pidiendo y qué quiere de nosotros en este momento, porque sin duda Dios nos está hablando. Que sepamos acertar con la palabra oportuna, con la pastoral oportuna, para que los alejados vuelvan a la fe, y los que creen maduren en ella y todos nos comprometamos en la evangelización.