Vallecas hace memoria
Desde la parroquia del Santo Ángel de la Guarda, los Misioneros Claretianos han acompañado desde hace 75 años el desarrollo de una de las zonas entonces más difíciles de Madrid, primero por el chabolismo y después por el azote de las drogas
Si hoy diéramos un paseo el madrileño barrio de Vallecas, pocos vecinos recordarían el papel que jugaron «los centrillos» en los años 80-90. Sin embargo, un buen número de jóvenes pasaron su adolescencia recogidos en torno a este proyecto de pastoral parroquial.
Echando la vista atrás otros treinta años más —hasta 1956, para ser exactos— quizá a alguno le alcance la memoria para revivir la inauguración de la lechería, inserta en la parroquia. Hay datos que afirman que hasta 400 personas formaban cola diariamente para recibir leche, queso y mantequilla.
Vallecas en aquel entonces no es el barrio que conocemos hoy. Menos aun cuando hace 75 años, el que fuera obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Leopoldo Eijo Garay, creó la parroquia del Santo Ángel de la Guarda. Tan solo un mes más tarde, propuso a los Misioneros Claretianos el régimen y la administración del nuevo templo por tiempo indefinido, al cual los religiosos aceptaron «muy gustosamente». Y allí se instalaron, siendo el padre Fernando Serrano el primer párroco.
Y donde nosotros hoy vemos la Asamblea de Madrid, ellos se encontraron calles de barro y regueros de basura. Donde está el centro comercial hubo chabolas minúsculas, húmedas. Y en estas avenidas, en el polvo del verano, jugaron niños con tos perenne. Aquellos claretianos tomaron cartas en el asunto, procurando atención religiosa a los 15.000 feligreses que tenían encomendados, y se ocuparon de proporcionar comida, ropa, calzado, medicinas, dinero…
Para hacer frente a estas necesidades, los sacerdotes hacían colectas especiales, e incluso se dedicaron a pedir limosna puerta a puerta entre la población de Madrid. La actividad misionera de la parroquia fue creciendo siempre mirándose en el barrio, al servicio de éste. Y Vallecas exigía que hubiera conciencia de estar en una Iglesia en marcha.
Una Iglesia valiente, realista
El padre Plácido Múñoz fue buen ejemplo de ello. Este misionero claretiano —toda una institución— entregó 30 años al servicio de la feligresía. Desde que se fundó la parroquia hasta el final de su vida. Solía decir, alardeando de buen humor: «Os he bautizado a todos, os he casado a todos, y os enterraré a todos». Desde luego, lo que sí hizo fue tomar el pulso al barrio con la precisión que cada situación iba requiriendo. Desde su llegada siempre se supo vallecano, y nunca dejó de luchar por su gente. Abrió, por ejemplo, una guardería y un centro de ancianos en los mismos locales de la Parroquia Santo Ángel.
Los años 80
Desde principios de julio de 1983 hasta 1989 es nombrado párroco el padre Gregorio Riaño Torres. Cuenta que el primer día, buscando el templo, preguntó a unos vecinos, y la respuesta que le dieron fue que en Vallecas no hay parroquias. Aquí las parroquias son las tabernas, contestaron. Ay, Dios mío, dónde me he metido, pensó para sí el claretiano. Lo cierto es que la Avenida de Entrevías cruzaba una de las zonas de vida más dura de Madrid. En algunas de estas viviendas se vendían papelinas, según fuentes policiales. Y los habitantes del barrio lo admitían sin ningún reparo.
Muchos jóvenes de la parroquia vivían en un círculo trágico, donde una familia cualquiera podía tener algún miembro adicto a la heroína, y el tráfico a pequeña escala se constituyó un medio de vida. El panorama era sórdido, sí. Pero aquellos claretianos no dejaron de luchar. Llegó un grupo de jóvenes misioneros que dieron un gran empuje al barrio implicándose en las dificultades de la época. Pese a todo, a la parroquia se le multiplicaron los problemas: el edificio estaba prácticamente en ruinas. Los cimientos fallaron, y la demolición parecía ser la salida más razonable. Aunque el padre Gregorio intentó salvarla hasta el último momento, el final se tornó inevitable. El 4 de agosto del ochenta y seis fue el día oficial del cierre del templo, teniendo que inaugurar una capilla en el antiguo salón de actos.
Allí se continuó precariamente durante tres años, hasta que monseñor Ángel Suquía, arzobispo de Madrid-Alcalá, uniera pastoralmente las parroquia del Santo Ángel con Nuestra Señora de la Aurora. En este tiempo se puso en marcha el Proyecto Aurora, una casa de acogida donde se atendía a chicos toxicómanos, en colaboración con Proyecto Hombre. Los claretianos que vivieron esa época —los padres Julio César Rioja, Jesús Antonio Centeno y el actual obispo de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras— aseguran a día de hoy que aquella experiencia les marcó profundamente.
«Recorrer cualquier calle de Vallecas y no cruzarse con el problema de la heroína, parecía casi imposible”, recuerda el padre Rioja. Y continúa diciendo: «Fueron años de muchísimos entierros, tanto por el SIDA como por las sobredosis… Recuerdo que antes de poder alquilar un local donde atender a los enfermos, me los metía en casa, en la comunidad claretiana».
La parroquia, con la ayuda de la congregación, respondió así a la necesidad del barrio durante aproximadamente 13 años. También se contó con el apoyo del actual Vicario episcopal de Pastoral Social, José Luis Segovia. Y por supuesto, con los laicos.
A día de hoy
En el transcurso del año 95 es demolido todo el complejo parroquial del Santo Ángel. La torre fue lo último en caer, y cuando lo hizo causó un gran revuelo en el barrio. Los operarios que estaban realizando los trabajos erraron en sus cálculos, y la torre entró por la ventana de la casa del edificio de al lado.
Milagrosamente salieron todos ilesos, pero el accidente pudo haberse convertido en una verdadera tragedia. Fue el último servicio del Ángel de la Guarda, y así titularon los periódicos que se hicieron eco de la noticia.
Después de años de espera, por fin, se iniciaron las obras de un nuevo complejo parroquial bajo el que se produciría la unión jurídica de las dos parroquias. El día 9 de abril del 2005, siendo obispo de el cardenal Antonio Mª Rouco Varela, que presidió la Misa de consagración, se aglutinaron ya jurídicamente las dos parroquias en una sola. El edifico de la antigua parroquia de Nuestra Señora de la Aurora se cerró definitivamente y pasó a ser una sede de Cáritas, que adaptó el edificio a sus nuevas funciones.
Hoy, el actual párroco, el padre Agustín Sánchez continúa ayudando en el día a día a los vecinos del barrio. La fisionomía de Vallecas ha cambiado, y la gente también, pero la entrega de los claretianos sigue intacta, igual que hace 75 años.
Este domingo, en la misa de las 12:30, se hará memoria de este camino conjunto, dando gracias a Dios por tanto bien que ha hecho.