Nos hemos acostumbrado ya a designar con el anglicismo fake news a las noticias falsas. Pero no hablamos tanto de las warring news, de las noticias beligerantes, que dejan al sensacionalismo en algo casi inocente. Sobre todo a través de los mensajes audiovisuales, lo suficientemente cortos y ligeros para pretender ser virales y elaborados con el único propósito de ofender, enfrentar y agredir, a corto plazo, y de promover el racismo, la xenofobia o el odium fidei —en su doble vertiente: odio a la fe u odio desde la fe—, a largo plazo.
Proliferan en demasía tanto las fake news como las warring news en el ámbito de la información religiosa, en general, y en la católica, en particular. El 90 % de ellas en el ámbito católico son contra el Papa o contra el mensaje evangélico de Francisco de diálogo, fraternidad universal, solidaridad y protección de la casa común.
Hace unos años se difundió masivamente un brevísimo vídeo en el que se veía al Pontífice retirando la mano con gesto desairado a quienes pretendían, siguiendo una vieja tradición, besarle el anillo episcopal. Se percibía una especie de tic nervioso, por lo que era fácil deducir que seguramente en esas instantáneas se había acelerado el ritmo de emisión. Al analizarse en un programa de edición de vídeo el resultado fue aún más burdo: directamente se habían suprimido fotogramas en cada una de esas instantáneas. Se manipuló la imagen para que se viese reiteradamente a un Papa frío y maleducado.
Lo último que he visto me ha parecido especialmente maniqueo. No se trata de un vídeo, sino de un simple texto debidamente encuadrado en el que se nombran una serie de grupos sociales y a renglón seguido se dice que el número de comedores sociales que tienen son «cero», mientras a la Iglesia católica se le atribuye un número muy alto. Como warring news me pareció algo así como la versión moderna, para WhatsApp y redes sociales, de la oración del fariseo: «¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».