Voluntario en la Cañada Real: «No me puedo olvidar de lo que he aprendido aquí»
Un grupo de universitarios hace balance de sus dos semanas como voluntarios en diferentes proyectos de Cáritas Madrid
Han sido dos semanas en las que numerosos jóvenes del proyecto Aprendizaje y Servicio de Comillas y Esade han participado en alguna de las iniciativas que regenta Cáritas Madrid, un modo de acercarse a un entorno que no es el habitual en sus vidas. El centro de tratamiento de adicciones, el proyecto de personas sin hogar, las colonias urbanas realizadas en la Cañada Real, la residencia de mayores Fundación Santa Lucía, el Hogar Santa Bárbara y la casa de acogida San Agustín y Santa Mónica son los lugares en los que estos jóvenes han podido colaborar estos días, en contacto con una realidad que les ha interpelado.
A la hora de hacer balance, Alejandro, estudiante de Administración de Empresas en Comillas, destaca que «la mayoría de nosotros vivimos en una burbuja y no salimos de nuestra zona de confort, y esta experiencia ha sido para mí un modo de poder salir totalmente de eso y conocer la realidad de muchas personas que están alejadas de mi mundo habitual».
Junto a otro grupo de voluntarios, Alejandro ha colaborado en el proyecto de colonias urbanas de Cañada Real, con niños entre 6 y 9 años, una actividad «bastante impactante e impresionante. Yo había hecho alguna experiencia en el trato con niños, entrenando a un equipo de fútbol, pero aquí me he dado cuenta de lo que hay detrás en las vidas de estos chavales. Muchos de ellos tienen falta de cariño, han pasado por una ruptura familiar, hay una falta de atención de los padres, problemas de droga en la familia… Conectar con ellos me costó al principio, pero luego me han enseñado un montón de cosas, porque son niños al fin y al cabo. Me ha ofrecido mucho y quizá yo les he dado algo, y creo que eso me ha permitido crecer como persona. Al final, poder arrancarles una sonrisa era para mí empezar a cambiar el mundo».
El impacto de la experiencia sobre Alejandro ha sido tan grande que «me he dado cuenta de que eso que estudio en el día a día debe tener como fin a las personas. Si en el futuro tengo o dirijo una empresa creo que primero debo contar con las personas; me gustaría trabajar en un proyecto responsable con el medio ambiente y con las personas, porque ya he visto cómo viven estos niños, en unas condiciones tan duras. Si lo que yo estudio está solo encaminado a obtener un beneficio económico, entonces no tiene sentido. Lo que estudias lo debes poner al servicio de la sociedad. Creo que afortunadamente yo tengo más medios para alcanzar un impacto mayor, y por eso creo también que tengo el deber de no olvidarme de quienes más lo necesitan».
El primer día, Alejandro iba a la Cañada «con el estereotipo de lugar peligroso, de delincuentes, drogas y demás, pero una vez allí me he dado cuenta de la droga es solo una pequeña parte. La mayoría de la gente está en la pobreza y necesita gente que conecte con ellos».
Una experiencia similar tiene Jaime, estudiante de Psicología en Comillas, que ha pasado sus dos semanas de voluntariado en el centro de tratamiento de adicciones de Cáritas Madrid: «Entré con prejuicios y miedos de no saber qué iba a pasar, pero allí me he encontrado gente muy buena, que son como nosotros, solo que han tenido malas experiencias, como las podíamos haber tenido cualquiera de nosotros».
Sobre todo Jaime se ha encontrado personas «que necesitan ser escuchadas. Aunque tardan en coger confianza, luego no tienen reparos en contar su historia. Si tuviera que quedarme con algo, sería la necesidad de escucha que tenemos todos».