Vergüenza para nuestra sociedad civilizada - Alfa y Omega

Vergüenza para nuestra sociedad civilizada

Este 2013 se cumplen 125 años de la gesta del cardenal Carlos Lavigerie, arzobispo de Argelia y fundador de los Misioneros y Misioneras de África, contra la trata de seres humanos en el continente africano. Durante dos años, se dedicó a recorrer las capitales europeas convenciendo a Gobiernos y a empresarios de que el comercio de sangre y la compraventa de esclavos debía terminar. Y logró algunos avances legales. Sólo legales. Hoy, más de un siglo después, varios institutos misioneros se han unido para recordar su figura y denunciar que siguen existiendo esclavos. Modernos, pero esclavos

Cristina Sánchez Aguilar

Nacido en Bayona en 1825, Lavigerie fue nombrado obispo de Nancy en 1863, y cinco años más tarde, cuando iba a ser nombrado arzobispo de Lyon, renunció al cargo y pidió ser enviado a Argel, donde fue testigo de la miseria y discriminación en la que vivían los argelinos.

En este contexto, se dio cuenta de dos realidades importantes: «Que el Islam había penetrado en África y la Iglesia no estaba presente», cuenta el director de la Fundación Sur, y Padre Blanco, Lázaro Bustince; «y la trata de esclavos se realizaba en el norte».

El cardenal Lavigerie denunció por toda Europa la compraventa de hombres como mano de obra barata en África.

Para solucionar el primer escollo, el cardenal Lavigerie fundó dos institutos, los Misioneros de África o Padres Blancos, y las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África. «Los quiere próximos a la gente, que conozcan sus lenguas y sus costumbres, para ser, ante todo, apóstoles», afirma Paquita Reche, una de las misioneras que, hoy, continúa haciendo vida la propuesta del arzobispo francés. Pero sólo eran iniciadores: «El cardenal Lavigerie no se cansaba de repetir que la obra duradera debe ser hecha por los africanos. Los misioneros tenían que ser los cimientos, que no han de verse», explica.

La campaña del arzobispo para abolir la esclavitud no dio comienzo hasta 20 años después de su incursión en tierra africana. Fue en 1888, tras recibir testimonios sobre las crueldades que sufrían los esclavos –a través de sus primeros Padres Blancos enviados a los Grandes Lagos, a Tanganica o Zanzíbar–, cuando supo que tenía que hacer algo para remediarlo.

Campaña contra la esclavitud

«Fue a visitar al Papa León XIII para ponerle remedio a la situación. Y el Papa le dijo que se dedicase de lleno a contar, en Europa, lo que estaba ocurriendo», cuenta el padre Bustince. Así fue como monseñor Lavigerie se dedicó, unos dos años, a recorrer capitales europeas como Roma, Londres, Bruselas o París, pidiendo en Parlamentos, a Gobiernos, y a todo el que quisiera escucharle, que debía parar el comercio de sangre en África. «Los Gobiernos estáis haciendo negocio con la vida de los esclavos», decía, sin tapujos. «Las grandes compañías mercantes, que compraban a las personas como mano de obra barata, eran europeas», asegura el director de la Fundación Sur. Y se traficaba con personas para enviarlas a trabajar a las plantaciones americanas. Aunque no sólo eran culpables los europeos: «Los cómplices locales, las mafias, también hacían grandes negocios».

Tras su gesta europea, el cardenal Lavigerie consiguió una nueva declaración de abolición de la esclavitud. Se acordó en Bruselas, en 1889, y aunque supuso un avance legal, «la realidad es que la trata continuó de forma escondida, porque era un negocio muy lucrativo», reconoce Lázaro Bustince.

Hoy, también hay esclavos

Hoy, 125 años después, también hay esclavos. Mujeres y niños son víctimas de la explotación sexual. Existen niños soldados. Lo recordaba el Papa, el pasado viernes, a los participantes de la vigésima sesión plenaria del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes: «La trata de personas es una vil actividad, una vergüenza para nuestras sociedades que se llaman civilizadas». El Papa Francisco también aludió a la esclavitud, el domingo, un día después de la beatificación en Palermo de Don Pino Puglisi, asesinado por la mafia siciliana. «Detrás de la explotación, de la esclavitud, están las mafias. ¡Ellos no pueden hacer eso, convertir a nuestros hermanos en esclavos!», exclamó durante el rezo del ángelus en la Plaza de San Pedro.

Los Misioneros y Misioneras de África, siguiendo la estela de su fundador, continúan trabajando para abolir la esclavitud. Por eso, durante todo este año, han organizado la campaña Esclavitudes de África hoy, junto a otras instituciones misioneras como Manos Unidas, los religiosos mercedarios, REDES o la Comunidad de San Egidio, para «sensibilizar y recordar a la población que existen esclavos, que la esclavitud es real, y que crece», afirma el Padre Blanco Lázaro Bustince. La próxima cita será el 23 de junio, en Madrid. Junto a la Comunidad de San Egidio, habrá una Misa en memoria de cuantos han muerto en las pateras –a las 19 horas, en la calle Verónica, 11–.