«Vengo a Fátima como peregrino de la Paz que implora a Cristo la concordia entre todos los pueblos» - Alfa y Omega

«Vengo a Fátima como peregrino de la Paz que implora a Cristo la concordia entre todos los pueblos»

Ricardo Benjumea

Un «viaje especial». Así definió el Papa su peregrinación a Fátima en un breve encuentro con los 70 periodistas a bordo del avión rumbo a Portugal. Un «viaje de oración —añadió— que servirá de encuentro con el Señor y con la Santa Madre de Dios», dijo Francisco a los 70 periodistas que viajan con él.

Francisco aterrizó en Fátima unos minutos después de las 16.00 hora local en la base de Monte Real, situada a unos 50 kilómetros de Fátima. Allí encabezaba la delegación de las autoridades portuguesas el presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, quien dio la bienvenida al Pontífice en la escalerilla del avión, tras lo cual el papa se retiró unos instantes a rezar en la capilla de la base, como hizo en 1967 Pablo VI.

Desde allí Francisco se trasladó en helicóptero al estadio de fútbol de Fátima, que pasará a llamarse Estadio Papa Francisco. E inmediatamente, ya en coche, partió hacia la capilla de las Apariciones, donde permaneció largos minutos en silencio ante la imagen de la Virgen. Le esperaban miles de peregrinos de todo el mundo, muchos de ellos españoles, como pudo atestiguar el Pontífice con los continuos «Viva el Papa».

En una bella oración, Francisco se presentó ante la Virgen como «peregrino de la Luz que procede de tus manos» y da «gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia del hombre»; como «peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar» e implora a Cristo «para el mundo la concordia entre todos los pueblos».

«Vengo —añadió— como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, en torno a la misma mesa que nos une», a «este lugar, desde el que hace cien años manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios».

«Y, como obispo vestido de blanco —dijo, utilizando la expresión del tercer secreto de Fátima—, tengo presente a todos aquellos que, vestidos con la blancura bautismal, quieren vivir en Dios y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz».

Siguiendo «el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio», el Papa habló de salir como «peregrinos de todos los caminos» derribando «todos los muros» y superando «todas las fronteras».

Oración del Papa en la capilla de las Apariciones

El Santo Padre:

Salve Reina,
Bienaventurada Virgen de Fátima,
Señora del Corazón Inmaculado,
refugio y camino que conduce a Dios.

Peregrino de la Luz que procede de tus manos,
doy gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia del hombre;
peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar,
alabo a Cristo, nuestra paz, y le imploro para el mundo la concordia entre todos los pueblos;
peregrino de la Esperanza que el Espíritu anima,
vengo como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, en torno a la misma mesa que nos une.

Estribillo cantado por la asamblea

Ave o clemens, ave o pia!

Salve Regina Rosarii Fatimæ.

Ave o clemens, ave o pia!

Ave o dulcis Virgo Maria.

El Santo Padre:

¡Salve, Madre de Misericordia,
Señora de la blanca túnica!

En este lugar, desde el que hace cien años
manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios,
miro tu túnica de luz
y, como obispo vestido de blanco,
tengo presente a todos aquellos que,
vestidos con la blancura bautismal,
quieren vivir en Dios
y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz.

Estribillo…

El Santo Padre:

¡Salve, vida y dulzura,
salve, esperanza nuestra,
oh Virgen Peregrina, oh Reina Universal!

Desde lo más profundo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
mira los gozos del ser humano
cuando peregrina hacia la Patria Celeste.

Desde lo más profundo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
mira los dolores de la familia humana
que gime y llora en este valle de lágrimas.

Desde lo más íntimo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
adórnanos con el fulgor de las joyas de tu corona
y haznos peregrinos como tú fuiste peregrina.

Con tu sonrisa virginal,
acrecienta la alegría de la Iglesia de Cristo.

Con tu mirada de dulzura,
fortalece la esperanza de los hijos de Dios.

Con tus manos orantes que elevas al Señor,
une a todos en una única familia humana.

Estribillo…

El Santo Padre:

¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María,
Reina del Rosario de Fátima!

Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta,
y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.

Recorreremos, así, todas las rutas,
seremos peregrinos de todos los caminos,
derribaremos todos los muros
y superaremos todas las fronteras,
yendo a todas las periferias,
para revelar allí la justicia y la paz de Dios.

Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco,
de un candor blanqueado en la sangre del Cordero
derramada también hoy en todas las guerras que destruyen el mundo en que vivimos.

Y así seremos, como tú, imagen de la columna refulgente
que ilumina los caminos del mundo,
manifestando a todos que Dios existe,
que Dios está,
que Dios habita en medio de su pueblo,
ayer, hoy y por toda la eternidad.

Estribillo…

El Santo Padre junto con todos los fieles:

¡Salve, Madre del Señor,
Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!

Bendita entre todas las mujeres,
eres la imagen de la Iglesia vestida de luz pascual,
eres el orgullo de nuestro pueblo,
eres el triunfo frente a los ataques del mal.

Profecía del Amor misericordioso del Padre,
Maestra del Anuncio de la Buena Noticia del Hijo,
Signo del Fuego ardiente del Espíritu Santo,
enséñanos, en este valle de alegrías y de dolores,
las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.

Muéstranos la fuerza de tu manto protector.

En tu Corazón Inmaculado,
sé el refugio de los pecadores
y el camino que conduce a Dios.

Unido a mis hermanos,
en la Fe, la Esperanza y el Amor,
me entrego a Ti.

Unido a mis hermanos, por ti, me consagro a Dios,
oh Virgen del Rosario de Fátima.

Y cuando al final me veré envuelto por la Luz que nos viene de tus manos,
daré gloria al Señor por los siglos de los siglos.

Amén.

Estribillo…