Una ofrenda de 1616
Al entrar al museo catedral sorprende encontrar una lápida conmemorativa que llama la atención por su antigüedad. Se encuentra en ese lugar para recordar que la catedral tiene su origen en la iglesia de Santa María, la más antigua de Madrid. De forma fortuita se conservó hasta nuestros días; en su momento, se colocó en el pórtico de dicha iglesia y allí permaneció hasta la etapa revolucionaria del año 1868, cuando se derribó el templo. No se sabe dónde fue a parar la placa, pero lo más probable es que, junto con los bienes de la parroquia, se trasladara a las religiosas bernardas de la calle Sacramento, y después, en su día, a la cripta de la catedral en construcción. En estos traslados sufrió varias fracturas, y alguna persona sensible a la historia hizo que permaneciesen juntos los pedazos en un rincón recóndito del patio de la cripta, de donde fue rescatada para formar parte del museo catedral.
Tiene la lápida la importancia del año de su creación, 1616, porque nos hace ver la relevancia que tenía la iglesia de Santa María de la Almudena en Madrid. La donante «Isabel Álvarez, vecina de Madrid, dotó a la cofradía del Santísimo Sacramento de 800 ducados para que lleven varas y solio cuando saliere el Santísimo y que el sacerdote rece un padrenuestro y un avemaría, y una Misa cantada por dicha señora con seis hachas, seis velas y responso con clamor. Y si en algún tiempo se mudare esta iglesia, se mude esta piedra en buen lugar, tal como está».
Está claro que dicha señora sabía lo que quería, y en vista de la cantidad de ducados ofrendados, se la permitió poner la lápida en el pórtico para que todo el mundo la viera y así se tuvieran que cumplir sus deseos. Unos años después, en 1646, la parroquia, para poder sufragar sus gastos, firmó con la Real Esclavitud un documento llamado de Concordia, donde basados en esta lápida se hicieron cargo de los bienes de la Virgen y se comprometieron a cumplir todos los cultos estipulados para la Almudena.
Resulta curioso observar que después de tantos siglos la lápida permanezca allí donde se encuentra la Almudena, según deseo de la testadora, sin importar tantos cambios de lugar a lo largo de su historia, y que hoy en día en la catedral sigamos cumpliendo sus deseos, haciendo que la Eucaristía siga siendo el centro de nuestra vida.