Un Papa a la carta - Alfa y Omega

El diario Le Monde refleja la opinión hegemónica en la prensa occidental cuando interpreta la visita del Papa a la Mezquita Azul como «un gesto de amistad, si no de reconciliación, hacia los fieles musulmanes, conmocionados por su discurso de Ratisbona».

Éste y otros gestos explican, para The Times, que, «en sólo tres días, el Papa Benedicto XVI se haya convertido, de una figura odiada en Turquía, a un modelo de tolerancia y gentileza que se expresa con calor y afecto». Mucha menos atención ha merecido el diálogo ecuménico, aunque haya marcado la mayor parte del programa de la visita.

Los primeros titulares que dio el Papa en Turquía fueron los de su presunto apoyo al ingreso de Turquía en la Unión Europea. La noticia no es manca, pero algunos medios mostraron escepticismo. El Frankfurter Allgemeine subrayaba, el pasado 2 de diciembre, que el mundo había dado por buenas las palabras del Primer Ministro turco, al que el Papa, tal vez, simplemente había deseado «buena suerte» en Europa. La cuestión de fondo —destaca el diario alemán— es que la mayoría de interpretaciones «construyen un Papa político» a la mínima ocasión.

Maestro en ese arte ha demostrado ser el International Herald Tribune. Más valor, si cabe, tiene así el artículo que firman en sus páginas Phhilip Blond y Adrian Pabst, para quienes «este viaje apostólico conforma una unidad con la lección de Ratisbona». En Alemania y en Turquía, «Benedicto XVI se opone al secularismo, porque es absolutista y arbitrario. Al negar la existencia de verdades morales objetivas, eleva sus postulados a la medida de todas las cosas». Otra cosa es que los firmantes reduzcan el diálogo ecuménico e interreligioso del Papa a la pretensión de conformar una suerte de alianza de religiones contra «el fundamentalismo tanto laicista como religioso».

Si, como dicen, «el Papa es un firme defensor del secularismo —la separación entre Iglesia y Estado—», topamos necesariamente con «un punto de fricción con el Islam», como destaca el Kurier austriaco. Pero avanzar con garantías por esa línea argumental requeriría confrontar un prejuicio demasiado enraizado en la prensa occidental: la incompatibilidad entre fe y razón. Quizá por ello resulte más cercana y comprensible a nuestros articulistas la imagen de un Papa diplomático, frente a un Islam herido en sus sentimientos. Así todo queda en casa, en lo íntimo de la subjetividad.