Un jubileo para la familia y la adoración
La localidad manchega de Urda (Toledo) celebra desde el pasado 15 de septiembre el Año Jubilar del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz. La imagen, destruida durante la Guerra Civil y reconstruida posteriormente, suscita una gran devoción por todo el país
La centenaria imagen del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz de Urda data del año 1596, cuando la archicofradía urdeña expuso la imagen a la veneración de los fieles. La especial devoción por el Cristo de la Mancha, tal como se le llama popularmente, se extiende a lo largo y ancho de la geografía nacional; prueba de ello son las múltiples muestras de agradecimiento que quedan manifiestas en los libros y exvotos que se muestran en el santuario de Urda y en las multitudes que se congregan en esta localidad, situada en el extremo occidental de la provincia de Toledo, cada 29 de septiembre, cuando tiene lugar su fiesta litúrgica.
En 1995, el entonces arzobispo de Toledo, el cardenal Marcelo González Martín, solicitó a la Penitenciaría Apostólica la gracia del Año Jubilar. La ermita del Santo Cristo, hoy convertida en santuario diocesano, acogió entonces su primer jubileo. Desde el año 2005, en virtud del decreto firmado por el Papa san Juan Pablo II, goza de la gracia del jubileo perpetuo, cada vez que el día 29 de septiembre coincide en domingo. Como ha ocurrido este año.
Tras los pasos de la primera peregrinación cristiana
El jubileo actual comenzó el 15 de septiembre, y se prolongará hasta el 12 del mismo mes de 2020 y desde el santuario se han preparado diversos actos, remarcando la importancia que tendrán dos pilares fundamentales en la gran catequesis jubilar: la familia y la adoración. El primero de ellos para subrayar el papel central y relevante que posee como Iglesia doméstica y lugar apropiado para el ejercicio de la caridad. La adoración centrará la espiritualidad de los próximos meses, reviviendo en este lugar, meta de continuas peregrinaciones, el testimonio de la primera peregrinación cristiana de la historia: la realizada por los Magos de Oriente hasta Belén.
El párroco de Urda, Juan Alberto Ramírez Avilés, exponía durante la presentación del año jubilar que el hilo conductor de los próximos meses próximos iba a ser la simbología de los tres dones ofrecidos por los Magos.
Oro, incienso y mirra
El primer trimestre estará marcado por el oro, que acerca al servicio de la caridad en la Iglesia. Se invitaba en estos meses, de octubre a enero a vivir, la experiencia del servicio a través del conocimiento y la colaboración con los diversos proyectos de Cáritas.
El segundo trimestre vendrá marcado por el simbolismo de la mirra, signo penitencial, que recordará la importancia de la oración de los sentidos, que es la penitencia. Coincidiendo con el tiempo fuerte de la Cuaresma, se invita a todas las hermandades y cofradías a redescubrir en Urda, por el rostro de la imagen del Cristo, el verdadero camino y peregrinación de la conversión que pasa por la salida de uno mismo, la reconciliación con Dios, con los demás y consigo mismo. El vértice culminante de este trimestre será la celebración del misterio pascual en la Semana Santa.
El último trimestre del año jubilar se centrará en el simbolismo del incienso, como signo de toda la alabanza de la Iglesia que nace desde el corazón de Cristo presente en la Eucaristía. Invitando, especialmente en este trimestre, a las familias a redescubrir el domingo como Pascua semanal y día de la familia cristiana. Se culminará con la celebración del Corpus Christi y la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
El último mes del año jubilar ocupará desde el 15 de agosto hasta el día de la clausura, el 12 de septiembre, festividad del Dulce Nombre de María. Será un mes mariano dando gracias por los frutos del año santo, en consonancia con las palabras de María que sirven de lema para el plan pastoral diocesano para este curso pastoral en la archidiócesis de Toledo: Haced lo que Él os diga.
Destrozada, rescatada y escondida durante la guerra
Solo en dos momentos de la historia se interrumpieron las constantes muestras de piedad hacia la urdeña imagen de Cristo cargando con la cruz: durante la guerra de la Independencia y en los años de la Guerra Civil. Durante esta contienda la imagen quedó reducida a pedazos. Un cantero de la localidad los rescató y los ocultó en el falso techo de un taller mecánico. Después de ser restaurada en Valencia, las muestras de cariño y devoción se han producido de manera ininterrumpida.
Uno los emblemas por antonomasia de la historia del Santo Cristo de Urda es la barca en la que cada 29 de septiembre sale en procesión el Cristo de la Vera-Cruz. Se trata de un carro triunfal que posee todas las características de una embarcación fluvial. En la proa se puede advertir una concha, elemento clásico de bebida para los antiguos peregrinos. Esta barca-carroza es tan emblemática que figura en el logo del año jubilar.