La premiada capilla de la UPSA: un «guiño» de lo nuevo hacia lo viejo - Alfa y Omega

La premiada capilla de la UPSA: un «guiño» de lo nuevo hacia lo viejo

La capilla de la sede central de la UPSA, del arquitecto Pablo Guillén, es un espacio contemporáneo dentro de un edificio barroco. Una propuesta «actual pero discreta» que ya ha cosechado premios a nivel nacional e internacional. El último, del Colegio de Arquitectos de Estados Unidos

Fran Otero
Imágenes de la capilla de la sede central de la Universidad Pontificia de Salamanca, obra del arquitecto Pablo Guillén. Foto: UPSA

La ciudad de Salamanca tiene un atractivo artístico y religioso más que sumar a su amplio patrimonio. Se trata de la capilla de la sede central de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), en el antiguo Real Colegio del Espíritu Santo, conocido también como La Clerecía. Una obra contemporánea del arquitecto Pablo Guillén que, desde que se inauguró en septiembre de 2017, no ha dejado de obtener galardones. El último, hace apenas dos semanas, cuando el Colegio de Arquitectos de Estados Unidos la reconoció con uno de los premios de honor en los Faith&Form International Awards. El jurado valoró «la sencilla elegancia del uso de materiales naturales, nuevas superficies y exquisitos muebles; el diseño de la iluminación; el arte bien integrado en el diseño, y los detalles que proporcionan calidez y armonía».

La capilla, según explica Pablo Guillén a Alfa y Omega, se diseñó para que «fuera una obra actual pero discreta, que no destacara frente a lo realmente importante de ese espacio santo y sagrado», y para «crear un ambiente de recogimiento que invitara a la oración». Así, continúa, en el proyecto primó más la funcionalidad que la estética.

Foto: UPSA

La piedra tiene un gran protagonismo. Sobre todo la piedra caliza, de Campaspero, que contrasta con la de las paredes. Con ella se levanta un muro que articula todo el conjunto y divide los espacios: acceso, sacristía y capilla. También se ha utilizado para la creación de un zócalo perimetral, que organiza la capilla y sobre el que se coloca la comunidad en forma de herradura. Todos los elementos dirigen hacia el centro, donde está el altar. Detrás de este se colocan el ambón y la sede.

El retablo, que se concibió con forma escenográfica, alberga dos tallas de madera (una de Cristo y otra de la Virgen María) y el sagrario, del escultor Javier Martínez. Obras que se realzan en tres tablas de pan de oro del artista Francisco Orejudo.

Diseño sencillo

El resultado es una capilla contemporánea en un edificio barroco. Una mezcla difícil de casar si no es, como en este caso, «con un diseño sencillo y pocos materiales [solo se ha usado madera y piedra]», explica el arquitecto. «A su vez, la obra está pensada para que parezca una obra efímera, que se ha instalado allí de forma “temporal”. Se podría retirar la capilla sin intervenir en el edificio. Es casi un guiño de respeto de lo nuevo con lo viejo», añade.

Además de la organización del espacio y los materiales, la luz es fundamental a la hora de entender la propuesta. Para Guillén es «la mitad del resultado final», porque ayuda a crear el ambiente de recogimiento, a dirigir la mirada al altar, a invitar a entrar…». «La luz que entra por las ventanas es uniforme durante todo el día, porque nunca entra el sol y eso invita a tener encendidas únicamente las luces del altar. Solo es durante la celebración de la Eucaristía cuando entran en juego el resto de luces, que están colocadas estratégicamente y de forma discreta apuntando a la bóveda, para que sea el reflejo sobre esta el que cree el ambiente», explica.

Foto: UPSA

Todo esto se consigue si el arquitecto está familiarizado con el contexto. De hecho, Guillén reconoce que ser católico «ha sido primordial a la hora de llevar a cabo esta obra, porque se necesita una formación». Y reflexiona: «Cuántas iglesias contemporáneas hay que son muy atractivas, pero cuando entras no te invitan a quedarte, son frías, no reconoces el altar, la iconografía es inexistente… Y eso creo que es fruto de la falta de conocimiento por parte del que proyecta. Me gusta utilizar este símil: es imposible que alguien al que no le gusta cocinar te haga un buen banquete».

Lo que no esperaba es que su obra tuviera «tan buena acogida por el público y la crítica», y mucho menos que diese el salto al ámbito internacional. «Me alegra mucho que una obra de arquitectura religiosa cristiana, con los tiempos que corren, se valore», concluye.