La Universidad Francisco de Vitoria aconseja no entrar en la guerra comercial con EE. UU.

Un economista señala que la doctrina social «aboga por una globalización justa» y no por aranceles

La Universidad Francisco de Vitoria alerta de que el proteccionismo de Estados Unidos puede tener consecuencias «difícilmente cuantificables» y una guerra comercial solo agravaría el problema. El experto José María Rotellar explica por qué los americanos pueden ser los primeros perjudicados

María Martínez López
Hombre preocupado en la bolsa de Nueva York el 4 de abril.
Bolsa de Nueva York el 4 de abril. Foto: AFP / Timothy A. Clary.

El resurgimiento del proteccionismo en el contexto internacional con las políticas arancelarias de Trump y la respuesta desde otros países podría tener efectos significativos en la economía global y el empleo, ha advertido esta semana el Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV).

En concreto, el comercio internacional podría verse mermado entre cuatro y seis décimas, y el de la UE ligeramente más. En España el impacto sería más bajo, de tres décimas como máximo, por la menor relación comercial con Estados Unidos. El cálculo se basa en las primeras consecuencias. Pero «si la volatilidad sigue apoderándose de los mercados y la incertidumbre del conjunto de la economía», las consecuencias pueden ser «difícilmente cuantificables».

El informe resalta que «las medidas proteccionistas podrían limitar el crecimiento económico, el empleo y la prosperidad de todos los ciudadanos, pues impiden el progreso y, con ello, la generación de actividad, puestos de trabajo y riqueza». Estas medidas pueden llevar a una subida de precios, reducción de la capacidad adquisitiva, menos inversión por disminución del ahorro y pérdida de confianza para invertir. A ello se añade que al haber implementado los aranceles contra buena parte del país y anunciado luego una paralización de 90 días sin anularlos, solo se introduce «más incertidumbre».

El primer perjudicado

El estudio señala asimismo que «Estados Unidos podría ser el primer afectado por la reducción del poder adquisitivo de sus ciudadanos». José María Rotellar, director del observatorio, explica a Alfa y Omega que «nada asegura que el arancel proteccionista vaya a aumentar los empleos en los sectores de Estados Unidos donde se hayan podido perder» por la competencia internacional.

En ese país, argumenta, «los costes laborales son más altos porque los salarios lo son». Frente a esto, es posible que las empresas que han abandonado el país para producir en otros lugares más asequibles, en vez de regresar «dejen esa actividad». Por ello, «pueden perder más empleos en vez de recuperarlos».

¿Cómo responder?

En cuanto a qué respuesta es mejor ante la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos, el informe del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria subraya que «no puede ser más proteccionismo sino que pasa por la liberalización». La Unión Europea «no debería centrarse en medidas arancelarias, sino en avanzar hacia una mayor apertura, acometer reformas estructurales y revisar aquellas barreras que puedan estar limitando la competitividad». Si «opta por esta vía reformista, puede liderar la economía internacional». Pero si entra en una guerra arancelaria, también «empobrecerá a sus ciudadanos». El texto cita el caso de Australia, que ha optado por ignorar los aranceles.

Por otro lado, como «los aranceles son impuestos a la importación, no los van a pagar los exportadores sino los ciudadanos que sigan comprando» esos productos. Por ello, van a perder poder adquisitivo. «Están intentando devolver artificialmente unos empleos que esa economía desarrollada probablemente no vaya a volver a tener». Frente a esto, «lo que le queda es especializarse en otras áreas que tengan mayor valor añadido y puedan pagar esos mayores costes laborales».

¿Qué dice la doctrina social?

Por otro lado, Rotellar defiende que el proteccionismo arancelario es contrario a los presupuestos de la doctrina social de la Iglesia. Esta «aboga por una globalización justa, en la que los débiles no pierdan frente a los más fuertes». Para este economista, el sistema que mejor puede conseguirlo es «la libertad económica internacional» tal como la defendió el economista inglés David Ricardo (1772-1823).

«Decía que el comercio internacional basado en las ventajas comparativas, permitía que los países se especializasen en lo que eran más eficientes» de forma que cada cual pueda vender sus productos en otros y así generar riqueza. Esto da pie a que «los países menos desarrollados puedan especializarse en determinados bienes y servicios que los más desarrollados producirían más caros» y encontrar «un mercado al que vender y así prosperar».

Por el contrario, cuando en Iberoamérica «se intentó imponer la sustitución de importaciones no funcionó y los países se empobrecieron más». Lo mismo en España tras la Guerra Civil. «La globalización da la oportunidad a los más débiles de desarrollarse».

Esto no implica, con todo, que no puedan producirse abusos por «posiciones de dominio». Por otro lado, esta globalización justa sería compatible con «acuerdos internacionales para no comprar a los países que no respeten los derechos humanos» o la legislación internacional en materia laboral, por ejemplo.