Un cardenal nigeriano, la deuda externa y colegios sin pupitres
John Onaiyekan, arzobispo emérito de Abuja, explica las implicaciones que tiene en las personas de a pie de su país «un sistema financiero global estropeado» y por qué es necesario aplicar el informe que ha publicado el Vaticano de cara a la conferencia de Sevilla que se celebra estos días
John Onaiyekan sabe muy bien lo que está en juego esta semana en la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo que se celebra en Sevilla. En el Jubileo 2000, fue uno de los protagonistas de la campaña que logró importantes condonaciones de la deuda externa. «Pero ahora, debido a la falta de mejoras estructurales, las cargas de una deuda injusta e insostenible se están acumulando una vez más», escribe en este artículo, publicado el 20 de junio en el semanario católico inglés The Tablet. En él describe el «impacto en la vida real» de la gente que tienen los créditos a su país y defiende las soluciones que propone el informe que presentó ese mismo día el Vaticano.
Cada día veo el impacto en la vida real de un sistema financiero global estropeado, que pone los beneficios del prestamista por encima de acabar con la pobreza. Las instituciones financieras parecen ansiosas por prestar a países como el mío. Pero mientras aumentan su riqueza, protegidos por los rescates, nosotros entramos en suspensión de pagos y no nos desarrollamos bajo la creciente carga de la deuda. Este sistema roto e inmoral está dañando a todo nuestro mundo y debemos regresar juntos al sentido común y la justicia.
Chima es enfermera en el hospital general del estado de Delta (Nigeria), una región rica en recursos de petróleo. Su hospital se queda con frecuencia sin medicamentos esenciales, como el paracetamol o el tratamiento para la malaria. El equipamiento médico está viejo y roto y no hay dinero para repararlo o sustituirlo. Médicos y enfermeros trabajan en exceso, pero las contrataciones están congeladas: el presupuesto estatal está demasiado ajustado.
¿Por qué es así esto, en un lugar con tanta riqueza natural, literalmente bajo nuestros pies? Porque buena parte de los beneficios del petróleo en Delta se desvía a los pagos de deuda, lo que significa que no se puede invertir en cosas esenciales a nivel local. El peso aplastante de la crisis de deuda está sepultando a muchos países como Nigeria: casi la mitad de la población del mundo, 3.300 millones de personas, viven en países que gastan más en amortizar la deuda que en sanidad.
El informe encargado por el Papa Francisco y liderado por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, divulgado el 20 de junio en el Vaticano y que es un punto de referencia, ofrece soluciones prácticas que nuestro mundo necesita desesperadamente, uniendo una sabiduría económica sensata con el imperativo moral de «prestar atención al grito de los pobres».
La cantidad que los países de bajos ingresos deben pagar en intereses casi se ha duplicado desde 2011, según cálculos de la ONU. Muchos se han enfrentado a cargas de deuda cada vez más insostenibles desde 2008, cuando los bancos, los fondos de protección y los vendedores vieron una oportunidad de conseguir enormes sumas de dinero prestándoles a altas tasas de interés. Incluso aquellos que han devuelto la cantidad que tomaron prestada varias veces están atascados devolviendo intereses que siguen creciendo.
Tayo, un brillante muchacho de 10 años del estado de Kogi nos describe la condición en la que está su colegio: «A veces, cuando llueve con fuerza, el agua entra por el tejado. Muchos nos sentamos en el suelo porque no hay suficientes pupitres y solo tenemos un libro de inglés para 20». De nuevo, los fondos destinados a renovar los colegios, material escolar e incluso a pagar a tiempo a los maestros tienen que gastarse primero en amortizar deuda.
Existen historias similares por toda África, un continente con abundancia de recursos naturales, que no puede usarlos para avanzar económicamente por la carta de la deuda. En Zimbabue, un abrumador 92 % del PIB se destina a amortizar deuda. Nadie con una hipoteca consideraría que esto es sostenible.
En la Biblia, el año jubilar era un tiempo para el perdón de las deudas y para enmendar los errores. Hace 25 años, estuve implicado en el movimiento del Jubileo 2000. Vine a Londres a encuentros con los obispos católicos y con el entonces primer ministro, Gordon Brown. Juntos avanzamos de forma significativa en aliviar la carga de la deuda, lo que permitió a los países con menos ingresos crecer. Pero ahora, debido a la falta de mejoras estructurales, las cargas de una deuda injusta e insostenible se están acumulando una vez más y hay llamamientos crecientes a encontrar una salida a esta crisis.
Hoy Gran Bretaña puede jugar un papel de liderazgo en la solución. Como más del 90 % de estos préstamos privados a países más pobres se gestionan en la City, se rigen por la ley inglesa. Los sucesores del señor Brown podrían emular el éxito de la campaña del Jubileo 2000 para cancelar la deuda regulando el comportamiento de las instituciones privadas que ahora son el principal prestamista de los países de bajos ingresos.
El informe de la Comisión del Jubileo, encargado por el Papa Francisco, enfatiza la necesidad de un sistema más justo y transparente. ¡Los africanos de a pie claman por tales mejoras! Por supuesto, aquellos gobiernos que reciben fondos deben usarlos sabiamente, para los fines para los que el dinero estaba destinado. Cuando no lo hacen, son las personas comunes y los sucesivos gobiernos quienes pagan el precio.
Además, la responsabilidad va en los dos sentidos, e instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deben dejar de ofrecer rescates a los acreedores, algo que promueve la imprudencia. En vez de ello deberían promover préstamos responsables. No se debe dar prioridad a los intereses económicos por encima del desarrollo sostenible. Debe evitarse que en los préstamos se incluyan condiciones que creen efectos adversos que solo afecten a la gente corriente, mientras los bolsillos de quienes están en el poder se llenan.
John Onaiyekan