«Todo en manos de Dios»: el último mensaje del Papa a un vicario de Madrid antes del cónclave
Ángel Camino, vicario de la Vicaría VIII de la archidiócesis madrileña, asegura que «el Papa Francisco lo caló desde el minuto uno» cuando se conocieron en 2013 y «nunca lo perdió de vista» hasta hacerlo uno de sus hombres de confianza
«Ángel, todo en manos de Dios». Es el mensaje que el martes 6 de mayo, a las 23:48, poco antes de no poder usar ya el móvil, envió Robert Prevost a Ángel Camino, vicario de la Vicaría VIII de Madrid, agustino como él y amigo. «He estado hablando con él estos últimos días. Me había quedado sorprendido cuando su nombre empezaba a sonar en las quinielas». Por ese mensaje, «intuía que la cosa iba en serio». También le han impactado sus imágenes durante la Misa pro eligendo Pontifice. «Estaba totalmente concentrado. No era él. Presentía que algo iba a ocurrir».
Entonces, ¿le conoce desde hace mucho?
Somos grandes amigos. Le conocí cuando era prior general [entre 2001 y 2013, N. d. R.]. Conectamos poderosísimamente porque yo le escribía comentándole los ecos que me producían sus cartas, que eran impresionantes, y él respondía siempre a vuelta de correo. Además, yo le escribía cada martes desde la reunión del Consejo Episcopal de Madrid porque lo teníamos todo preparado para que viniera a pasar 24 horas aquí. Estuvo a punto, pero nos pedía que dejáramos pasar unos meses.
Como era el «jefe» del cardenal José Cobo en el Dicasterio para los Obispos [del que es miembro, N. d. R.], cuando iba a Roma me traía saludos de él. Se tenían un cariño especial y Roberto hablaba muy bien de él.
En sus primeras palabras se ha visto una gran continuidad con Francisco.
Le podría contar muchas cosas de la confianza que tenía el anterior Papa en Prevost. Se conocieron en el tiempo entre que él fue elegido Santo Padre y Roberto —en España le llamábamos así, no Robert— estaba terminando como general de los agustinos. El Papa vino a la Misa inaugural del Capítulo General, creo que fundamentalmente por Prevost. En su discurso subrayó unas palabras que le habían gustado mucho de la intervención de él: que el pastor tiene que estar pendiente de sus ovejas. Después, a puerta cerrada, estuvo dos horas charlando con nosotros.
El Papa lo caló desde el minuto uno y se dio cuenta de su talla espiritual, humana e intelectual. Y todo con discreción, humildad y saber estar. No me sorprendió que le nombrara prefecto del Dicasterio para los Obispos, el cargo de mayor confianza. Fue en 2023, pero creo que el Papa se inclinaba a ello desde hace siete años.
¿Cómo es esa espiritualidad de la que habla?
Es muy encarnada, no espiritualismo barato. Siempre se cogió al Evangelio porque para él san Agustín ha sido un referente permanentemente en su vida y san Agustín tenía en el centro la Palabra de Dios, que era la que lo convirtió. Roberto se ha leído y masticado sus obras, y las transmite. Va a transmitir a Dios, a Jesús, con una gran naturalidad, cada día, sin cosas raras. Y eso la gente lo va a captar. No es un místico en el mal sentido. Es una persona que se agarra de Cristo y le sigue.
La talla humana se ha visto en el tono cálido de sus primeras palabras.
Él lo que quería era retirarse, ser misionero. Cuando dejó de ser general me dijo: «Ángel, por fin me voy a Perú, que es donde voy a estar tranquilamente con mis gentes». ¡Y al cabo de un año le nombran obispo! «De lo que te dije, nada». Y luego le llama el Papa para el Dicasterio para los Obispos. Estoy convencido de que Francisco nunca lo perdió de vista.
Citaba también su talla intelectual, pero no parece haber tenido mucho tiempo para desarrollarla.
No se ha podido dedicar al estudio por el estudio o a investigar. Pero ha estudiado y sabía que el estudio había que llevarlo a la vida. Eso sí, es un gran moralista y experto en derecho. Pero sobre todo ha sido un pastor, se ha dedicado mucho a la gente. Esto no lo va a perder ahora como Papa.
¿Encajan ahí esas cartas que tanto le han impactado a usted?
Me han ayudado mucho desde hace años. Es un hombre que lo que escribía era porque lo había meditado delante de Dios y lo decía con tal convencimiento que te subrayaba las palabras esenciales de san Agustín. Me animaba a ser más agustino, a ser más pastor. En la primera etapa vi más la dimensión religiosa, carismática. Amaba muchísimo a la Orden de San Agustín. Cuando le nombraron obispo descubrí más la dimensión de pastor. ¡Menos mal que los que me conocen saben que llevo hablando tan bien de él desde hace años! Si no pensarían que lo hago ahora porque es el Papa…