Tirano Banderas. Los experimentos con esperpento - Alfa y Omega

España tiene pedazos de su alma popular esparcidos en cada esquina, porque en cada recoveco de sus calles brota un bar, o una taberna sin más, o un café de postín donde es posible presenciar un esperpento. Don Eugenio D’Ors i Rovira asistió impasible a uno, cuando un mozalbete le derramó una botella de champán sobre la chaqueta. El escritor, con flema, le respondió: Los experimentos con gaseosa, joven.

Oriol Broggi presenta en el Teatro Español un Tirano Banderas que no acaba de servirse en su punto. Quizá porque corre el riesgo de experimentar en exceso con un vino bueno. No es que sea garrafón lo que se ofrece, pero queda al final en el paladar un extraño regusto, como si don Ramón se mereciera mejor bodega.

El proyecto Dos Orillas aúna en dos horas y media a un variopinto reparto de actores de diferentes nacionalidades, en una de esas cartas multiculturales que tan buena entrada tienen en algunas mesas. Es el primer espectáculo del proyecto internacional de co-realización teatral entre países latinoamericanos y la ciudad de Madrid. Prometen más, todos en torno a la temática de los dictadores/fantoche.

Aquí hay buena uva: una materia prima magistral (una novela que es puro teatro), algunos actores sobresalientes y una puesta en escena notable. Pero el resultado es a la postre un tanto incoloro e insípido. Incoloro porque Broggi prefiere la noche oscura a la luz tropical. E insípido porque hay tanta mezcla en la coctelera que los sabores terminan por no diferenciarse ni degustarse con reposo.

La primera parte sumerge al espectador en una borrachera inmisericorde. Las escenas se suceden como si fuera un negro vodevil, que tibiamente endulzan los americanismos del texto. Sobran fuegos de artificio, late la revolución con demasiado estrépito, lejos del esperpento que soñara Valle-Inclán. Porque el esperpento deforma más que desgarra; es más grotesco que gritón.

Hay más teatro, del bueno, tras el descanso, cuando el vino entra en barrica. Madura y dulce Juli Mira; granado, multiplicado y redondo Pedro Casablanc, sobre todo en el papel de embajador de España.

El drama, como es de esperar, acaba por los suelos y paradójicamente en todo lo alto. Arranca los aplausos sinceros del público y echa el telón sobre Santos Banderas, el ridículo dictador sudamericano, ebrio de poder y gloria.

No estropea una buena cena, pero es inevitable recordar los excelentes caldos de Tamayo o Lluís Pascual sobre esas mismas tablas. Oriol Broggi experimenta (y está en su derecho de hacerlo), pero cuando se toca un Gran Reserva los riesgos son muchos. Será cosa mía, pero yo, que, a pesar de todo, disfruté de la velada y de la compañía, en varias ocasiones me quedé con ganas de decirle al camarero: Cuidado, joven, que me tira el vino por encima.

Tirano Banderas

★★★☆☆

Teatro:

Teatro Español

Dirección:

Calle Príncipe, 25

Metro:

Sol, Sevilla, Antón Martín

OBRA FINALIZADA