Tiempo de nueva evangelización
El mayor desafío que afronta hoy la Iglesia es la secularización. Y no sólo en Europa. Así lo han señalado Episcopados, Congregaciones o movimientos de todo el mundo, consultados por la Santa Sede, que ha elaborado, a partir de sus respuestas, el Instrumento de trabajo para el próximo Sínodo de los Obispos, en octubre, sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana
¿Cómo será la Iglesia dentro de cincuenta años? ¿Habrá rostros jóvenes, o sólo quedarán personas ancianas? ¿Será el cristianismo un elemento decisivo de renovación, creatividad y esperanza para las sociedades y culturas? La respuesta que vayan a tener estas preguntas depende de una factor decisivo: la nueva evangelización.
Los dos últimos Papas lo habían comprendido, desde hace bastantes años. Juan Pablo II, quien acuñó el término nueva evangelización, le dedicó buena parte de su pontificado, y ahora Benedicto XVI ha hecho de este desafío su brújula. El 19 de junio, la Santa Sede publicaba un documento en el que se puede constatar cómo ahora la nueva evangelización se ha convertido en la preocupación más grande de los cristianos del planeta, no sólo en la vieja Europa.
Se trata del Instrumentum laboris, es decir, el documento de trabajo, que plantea los temas que deberán afrontar los obispos del mundo, del 7 al 28 de octubre, en el Vaticano, bajo la presidencia de Benedicto XVI, para discutir sobre el tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
En algo menos de noventa páginas, el texto recoge las respuestas a una especie de sondeo mundial, realizado por la Santa Sede para preparar esa cumbre episcopal. Ninguna empresa de estudios de opinión realiza una investigación geográficamente tan amplia. Han participado en las respuestas las Conferencias Episcopales de todo el mundo, las Iglesias de Oriente y de Occidente, los organismos de la Curia Romana, las Congregaciones religiosas, así como personas individuales (obispos, sacerdotes, miembros de Institutos de vida consagrada, laicos, asociaciones y movimientos eclesiales…).
¿Un mundo sin Dios?
Las respuestas son claras y convergentes: el mayor desafío actual de la Iglesia católica es la secularización, es decir, el modelo o forma de vida de millones de personas que viven como si Dios no existiera. La novedad más clara de este documento es que este desafío, antes, se circunscribía sobre todo a las sociedades económicamente más desarrolladas de Occidente. Ahora, se constata que la secularización ha penetrado todos los continentes, en países de antigua cristianización y de cristianización más reciente. En cierto sentido, se trata de otro de los efectos de la globalización.
El documento muestra, a partir de la respuesta de las comunidades locales, cómo la secularización ha cambiado, respecto a décadas anteriores: «En estos años, la secularización no tiene tanto la forma pública de discursos directos y fuertes contra Dios, la religión y el cristianismo, aun cuando en algún caso estos tonos anticristianos, antirreligiosos y anticlericales se han hecho escuchar también recientemente. Como señalan muchas respuestas, la secularización ha asumido más bien un tono débil que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la conciencia humana».

Los efectos de esta mentalidad, descritos por el documento publicado por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, son evidentes en cualquier parroquia: «Debilidad de la vida de fe de las comunidades cristianas, disminución del reconocimiento de la autoridad del Magisterio, privatización de la pertenencia a la Iglesia, reducción de la práctica religiosa, falta de empeño en la transmisión de la propia fe a las nuevas generaciones». Este fenómeno se explica más fácilmente si se comprende el nuevo escenario mundial, como ilustra el Documento de trabajo del Sínodo.
El nuevo escenario
En primer lugar, el Instrumentum laboris se refiere al escenario cultural de fondo. «La muerte de Dios, anunciada en las décadas pasadas por tantos intelectuales ha cedido paso a una estéril mentalidad hedonista y consumista, que promueve modos muy superficiales de afrontar la vida y las responsabilidades». Y añade el documento: «El influjo de este clima secularizado en la vida de todos los días hace cada vez más ardua la afirmación de la existencia de una verdad. Se asiste, en la práctica, a una eliminación de la cuestión de Dios de entre las preguntas que el hombre se hace. Las respuestas a la necesidad religiosa asumen formas de espiritualidad individualista, o bien formas de neopaganismo, hasta llegar a la imposición de un clima general de relativismo».
Otro elemento que caracteriza el escenario actual es el «el gran fenómeno migratorio, que induce cada vez más a las personas a dejar el propio país de origen para vivir en contextos urbanizados. De esto deriva un encuentro y una mezcla de las culturas. Se están produciendo formas de desmoronamiento de las referencias fundamentales de la vida, de los valores y de los mismos vínculos a través de los cuales los individuos estructuran las propias identidades y acceden al sentido de la vida».
El nuevo escenario político también explica la situación actual, considera el documento: «Con la crisis de la ideología comunista ha terminado la división del mundo occidental en dos bloques. Esto ha favorecido la libertad religiosa y la posibilidad de reorganización de las Iglesias históricas. El surgimiento, en la escena mundial, de nuevos actores económicos, políticos y religiosos, como el mundo islámico, el mundo asiático, ha creado una situación inédita y totalmente desconocida, rica de potencialidades, pero también plena de riesgos y de nuevas tentaciones de dominio y de poder».
Y está también el avance de la secularización en el campo de la investigación científica y tecnológica. «Todos podemos experimentar, en la vida cotidiana, los beneficios ofrecidos por estos progresos», reconoce el texto. «Todos dependemos cada vez más de ellos. Frente a tantos aspectos positivos, existen también peligros de excesivas esperanzas y de manipulaciones. La ciencia y la tecnología corren así el riesgo de transformarse en los nuevos ídolos del presente. Es fácil, en un contexto digitalizado y globalizado, hacer de la ciencia nuestra nueva religión».
Por último, el documento presenta el nuevo escenario de la comunicación, con todos sus aspectos positivos, y sus límites, que está forjando «la cultura de lo efímero, de lo inmediato, de la apariencia, es decir, una sociedad incapaz de memoria y de futuro».
Estos escenarios, por una parte, permiten comprender cómo está teniendo lugar el proceso secularizador, «con la consecuencia en muchas personas de una atrofia espiritual y un vacío del corazón». Sin embargo, se afirma también que «es posible observar en muchas regiones del mundo los signos de un consistente renacimiento religioso».
La respuesta
¿Qué debe hacer la Iglesia, entonces, para afrontar el enorme desafío que plantea la secularización? En realidad, la respuesta a esta pregunta la tendrán que proponer, en detalle, los obispos del mundo, durante el Sínodo. El documento de trabajo, sin embargo, ya presenta las pistas que proceden de todas las Conferencias Episcopales. En realidad, se constata que cada bautizado, cada familia cristiana, cada parroquia, cada comunidad, necesita una conversión: de evangelizado, debe convertirse en evangelizador.

La evangelización no es, como parecía en ocasiones, un trabajo de los misioneros, en África. La evangelización se convierte en el desafío de cada bautizado, sea obispo, sacerdote, religioso, casado o soltero. «El contexto en el cual nos encontramos nos pide que sea explícita y activa la tarea del anuncio y de la transmisión de la fe, que corresponde a cada cristiano», pide el documento preparatorio del Sínodo.
Laicos protagonistas
«La primera urgencia de la Iglesia hoy es el deber de despertar la identidad bautismal de cada uno, para que sepa ser verdadero testigo del Evangelio y para que sepa dar razón de la propia fe».
«A los fieles laicos corresponde, en particular, demostrar, con el propio testimonio, que la fe cristiana constituye una respuesta a los problemas existenciales que la vida plantea en cada tiempo y en cada cultura, y que, por lo tanto, la fe interesa a cada hombre, aunque sea agnóstico o no creyente». Para ello, se considera que hay que superar «la fractura entre Evangelio y vida, recomponiendo en la cotidiana actividad -en la familia, en el trabajo y en la sociedad- la unidad de una vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud».
Nueva evangelización
En definitiva, como concluye el texto, «nueva evangelización no significa nuevo Evangelio, porque Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Nueva evangelización significa dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que muestran la cultura, a través de la cual expresamos nuestra identidad y buscamos el sentido de nuestras existencias. Nueva evangelización significa promoción de una cultura más profundamente radicada en el Evangelio. Quiere decir descubrir el hombre nuevo, que está en nosotros gracias al Espíritu que nos ha sido dado por Jesucristo y por el Padre».
El Instrumentum laboris concluye asegurando que «la celebración de la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos será para la Iglesia como un nuevo Cenáculo, en el cual los sucesores de los Apóstoles, reunidos en oración junto con la Madre de Cristo, que ha sido invocada como Estrella de la nueva evangelización, prepararán los caminos de la nueva evangelización».