Aquaman lidera la taquilla. Los Vengadores amenazan con llevar las cifras de recaudación al espacio y los mutantes de X-Men resurgen este 2019 de sus cenizas con Fénix Oscura. En el cine mantienen el pulso pero en las series los superhéroes no funcionan igual. Netflix acaba de cancelar algunas de sus grandes apuestas que conformaban el universo Marvel: Daredevil, Iron Fist, Luke Cage y The Defenders. No tendrán secuela. The End. Se quedan solos dando mamporros Jessica Jones y The Punisher. Termina un ciclo que ha ofrecido al espectador un mundo que ha sabido mantener las esencias de las coloridas viñetas pero adecuado a un público adulto, por sus tramas y sus escenas en las que no ahorran violencia.
La competencia también tiene su universo pero enfocado a un público entre adolescente y joven. Lo conforman series como Arrow, Supergirl y The Flash. Menos violencia explícita y argumentos más ligeros. Ya se ha aprobado el programa piloto de la última heroína que pretende completar el elenco de DC Comics: Batwoman. Llama la atención que el principal reclamo en el adelanto de su estreno es que por primera vez un personaje así se declare lesbiana. Responde a una estrategia editorial y transversal en DC: la normalización de personajes homosexuales en estas series, aunque para ello tengan que cambiar el origen, la identidad, la historia clásica de un héroe o introducir un personaje secundario. Las dos grandes compañías de superhéroes han conseguido normalizar estos contenidos a través de sus series.
El mundo del cómic lleva algunas décadas funcionando así. Los cambios sociales se reflejan en las temáticas y personajes, con alteraciones que en ocasiones han molestado a los seguidores. Thor, el dios del trueno, pasó a ser mujer; un joven hispano relevó a Peter Parker como Spiderman; Nick Furia conservó el parche pero su piel se volvió negra, y Mercurio y otros cuantos de repente salieron del armario. Se han llegado a ver un grupo de héroes compuesto por una mujer blanca, un afroamericano, un gay, un judío, un mutante, un alienígena y hasta un sacerdote. Pero no ha extrañado, toda vez que esto ocurre en mundos donde los protagonistas viajan por el tiempo, otros han muerto y resucitado varias veces, algunos viajan por el espacio como quien pasea por el Retiro y otros conviven en realidades paralelas (y no me refiero a Instagram). Eso se ha extrapolado a la pantalla, siempre bajo una premisa fundamental: la rentabilidad. Si no da dinero, el héroe puede morir. Ya habrá tiempo de resucitarle.