Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano, de Mario Gas. Retórica en defensa de la verdad - Alfa y Omega

Mario Gas y Alberto Iglesias se lanzan a la aventura de, no ya recuperar a uno de los grandes filósofos de todos los tiempos –eso sería muy fácil–, sino que apuestan por recrear un momento concreto de su vida, la de Sócrates, que marcó sin duda un antes y un después en la democracia ateniense y en la de ahora.

Las Naves del Español apuestan esta vez por una obra que aborda justamente ese momento crucial, el juicio del filósofo ateniense. Ya saben que allá por el 390 a. C. un jurado popular condenó a Sócrates a muerte por cicuta. Fue culpado, entre otras, por haber denunciado la corrupción de Atenas y por haber advertido sobre el papel supersticioso y manipulador de la religión. Acusado de despreciar a los dioses y de corromper a la juventud, fue condenado finalmente a pena de muerte, pero no una pena de muerte cualquiera, la suya debía pasar por ingerir cicuta. Y si bien él podía haberse librado de alguna manera del desenlace decidió, en honor a la verdad, asumir esa pena impuesta para ser ejemplo de honradez.

Esta pieza teatral se trata más bien de un panegírico de uno de los filósofos y pensadores más importantes de la cultura occidental. Lo que sucede es que por momentos se queda en eso, en un panegírico. Y no es que esté mal, ciertamente, lo que sucede es que uno tiene delante a un actor brillante como es José María Pou, que se crece –aún más sobre las tablas– pero extraña no ver a nadie más y no por falta de talento, sino porque apenas el resto de los actores tienen cabida. Eso es algo que a mí particularmente me molestó. Tanta solemnidad incomoda, tanta quietud empalaga. Por momentos uno piensa que tiene delante un coro al estilo clásico, pero no acaba de entender su porqué.

Detenerse tanto tiempo en el juicio requiere –a mi parecer– de algo más de ritmo, de voces nuevas, de emociones. Uno echa de menos la parte humana del filósofo. Bien es cierto que en un momento concreto de la obra la mujer de Sócrates interviene dando frescura a la pieza para contarnos cómo era el maestro de Platón. Al parecer, regalaba gratis lo que gratis recibía. Daba consejos, ayudaba, prestaba, aleccionaba… pero siempre en honor a la verdad, a la necesidad de contemplar las cosas con cordura para entenderlas, y con la premisa de la justicia y la lealtad de fondo.

Está claro que la obra invita a varias lecturas. Alguno puede ver en el juicio a Sócrates el germen de lo que vendrá después, ya en el siglo XXI, con las miserias y virtudes de la democracia. Al parecer fue un visionario, no se lo vamos a negar. Lo que sucede es que ese paralelismo que no deja de sobrevolar la sala por fortuna no engulle lo que de verdad importa. A mí particularmente me gusta más la idea de rescatar de ese juicio la serenidad con la que el filósofo analiza las acusaciones, la fortaleza de mantenerse del lado de la justicia o la necesidad de un coraje al borde de la senectud y de la virtud.

En cualquier caso, es una obra necesaria. Es Mario Gas cien por cien, con su vestuario particular y su retórica que siempre gusta. Un personaje que es un regalo para José María Pou, y un actor que también es un regalo para el mismísimo Sócrates. Ahí queda eso.

Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano

★★★★☆

Teatro:

Matadero Madrid

Dirección:

Paseo de la Chopera, 14

Metro:

Metro: Legazpi

Hasta el 28 de febrero