Sigue lloviendo - Alfa y Omega

Hay una canción de Maná, grupo de pop-rock mexicano, que se llama No ha parado de llover. Una de las estrofas dice: «Quién detendrá la lluvia en mí. / Se me ha inundado el corazón». Y en la siguiente estrofa continúa: «Sigue lloviendo, le sigue lloviendo al corazón. / Y en mis ojos no ha parado de llover».

Debo de ser un nostálgico, porque siempre que veo llover desde la ventana recuerdo aquella escena de Los puentes de Madison en la que Meryl Streep mira desde el coche a Clint Eastwood, que, empapado por la lluvia, permanece de pie en la carretera. Él, siendo un hombre duro, se hace vulnerable; el amor lo hace vulnerable.

En ese instante de cruce de miradas, de emociones compartidas en el silencio, se entrelazan también las historias. Entendemos que el destino no es un libro escrito por alguien al que estamos sujetos, sino el conjunto de decisiones que tomamos y las personas que nos vamos encontrando en nuestro camino. Todo esto nos hace ser como somos y quienes somos.

Llovía mucho aquel día. A decir verdad, inusualmente en Tenerife, llevaba ya muchos días lloviendo. Después de la celebración se quedó una muchacha para compartir conmigo su historia.

«Desde que salí de mi casa –me dijo–, estuve de un lado para otro, sin amigos, sin familia, sin religión. Mi familia es católica, pero yo, al abandonar mi casa, abandoné mi fe. En este centro donde estoy privada de libertad comparto mi vida con Mamá Florence y Clément, a los que conocí en el viaje y que me han cuidado. Ellos me han presentado a esta familia que es la Iglesia. Ahora he vuelto, tengo una familia y una religión, y esto me hace tener esperanza y fe en el futuro».

Días más tarde, Aissa, que significa agradecida, partió junto a sus dos amigos hacia Francia, donde se encuentran actualmente. Están integrados en una parroquia y trabajan en la acogida de los migrantes subsaharianos que llegan a su pueblo.

Hace poco me llegó una foto de los tres. Estaban en una calle de París y llovía a mares. La sonrisa que mostraban me hizo pensar que cuando el Papa Francisco habla de los santos de la puerta de al lado, seguro que algunos se llamarán Clément y Florence.

La escena de Los puentes de Madison bien podría describir una vida de sacrificios y sueños rotos. Aunque también podría ser un canto a la esperanza de quienes luchan por una vida mejor a pesar de la lluvia que hay en sus corazones.