Si no hay más bodas y nacimientos «nos vamos a pique» - Alfa y Omega

Si no hay más bodas y nacimientos «nos vamos a pique»

«Que Dios nos coja confesados», exclama Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico CEU, al presentar sus dos últimos informes sobre la evolución de la natalidad en España y el futuro poblacional de nuestro país

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Hoy se casan menos de la mitad de las mujeres menores de 35 años. Foto: Freepik.

«Los hijos hay que tenerlos antes de los 30 años. Es lo mejor desde el punto de vista psicológico, sanitario, social y demográfico, pero ¿cómo te vas a casar si no tienes trabajo?», afirma Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico de la Universidad CEU San Pablo, en la presentación de los informes La población infantil y juvenil en España y Los hogares españoles, publicados poco antes del Día Internacional de las Familias, que se celebra en todo el mundo cada 15 de mayo.

Es lo mismo que pensaron en su día Carlos y Maite. Hace un par de años, él trabajaba en las oficinas de una empresa de reparto y ella estaba acabando la carrera. Cuando se decretó el confinamiento, él se puso un traje de repartidor y se acercó hasta casa de su novia salvando cuatro controles de Policía para pedirle matrimonio. «Lo teníamos claro. Casarte es algo entre Dios, tu mujer y tú. El matrimonio no puede depender de si hay o no confinamiento», dice él.

Lo que sí hicieron fue aplazar la fecha de su boda, sobre todo porque ella aún no había terminado sus estudios y él se acababa de quedar sin trabajo por la crisis que trajo la pandemia. «El tema económico pesó mucho, fue lo más prudente. La pandemia ha demostrado que no hay nada seguro», afirma.

En cifras

Nueve años son los que ha aumentado la edad de casarse en las últimas cinco décadas

1,12 es el número de hijos de las mujeres españolas hoy

40 % de los españoles tendrá en 2061 más de 60 años

Su caso es compartido por cada vez más parejas jóvenes que, a pesar de querer casarse, tienen que demorar sus planes de boda –a veces, sine die– por motivos económicos y laborales.

Hoy los jóvenes cada vez se casan menos, y los que se lanzan lo hacen cada vez más mayores, y así lo constatan los informes del Observatorio Demográfico CEU: el indicador coyuntural de primonupcialidad –la probabilidad de que la gente se case al menos una vez antes de cumplir los 60 años–, ha caído algo más del 50 % entre 1976 y 2019. Es decir, que en los primeros años de la democracia se casaba alguna vez la inmensa mayoría de los españoles, mientras que con los datos actuales más de la mitad de ellos no se casará nunca.

Al mismo tiempo, en las últimas décadas se ha retrasado notablemente la edad de contraer matrimonio, pues la edad media a la hora de casarse ha pasado de 25,4 años en 1976 a 34,4 años en 2019.

«Hay que poner dinero»

Todo ello tiene una incidencia negativa directa en el índice de fecundidad de las mujeres españolas y en las tasas de natalidad en nuestro país. Hoy los hogares con niños son menos de la mitad del total, cuando en el pasado siempre fueron mayoritarios. Además de este descenso en picado del número de niños, también ha aumentado en varios años la edad media a la que las españolas tienen su primer hijo: de 25 años en 1977 a 31 en 2020.

«Parece que hay un rechazo a hablar de demografía en España, como si este tema fuera un retal del franquismo. Sin embargo, es muy importante, porque si no tomamos medidas a medio plazo se puede ir España a pique», afirma sin pelos en la lengua Joaquín Leguina.

Para el director del Observatorio Demográfico CEU, «no hay nacimientos porque no hay incentivos para ello. En las encuestas, las madres dicen querer tener más del doble de los hijos que en realidad tienen, y esto es un drama, no solo para ellas, sino para toda la sociedad. Estamos perdiendo población desde hace varias décadas. Hay que seguir machacando con la idea de que es necesario hacer algo ya».

«Los hijos dan bienestar y felicidad a la sociedad», recuerda Joaquín Leguina. Foto: María Pazos Carretero.

Si hoy en España hay cada vez menos madres, y las que hay son cada vez más mayores y con menos hijos de media, «no solo es por una causa económica que tiene que ver con salarios que no dan para todo, sino también por una cuestión laboral: ellas no quieren perder sus oportunidades profesionales, y eso es algo comprensible». En este sentido, Joaquín Leguina aboga por que las empresas «no queden penalizadas en el caso de que sus empleados quieran tener hijos. No les puede pasar factura, es algo que tiene que pagar el Estado, porque en este tema nos jugamos el futuro de España. Será mucho dinero, pero hay que ponerlo, no hay otra opción».

Además, «si la gente joven recibe sueldos incompatibles con la vida familiar y la natalidad, entonces es normal que no puedan tener hijos». Como solución, propone una formación más adecuada para el empleo, «que pasa por remodelar la formación profesional».

Y si en ocasiones se mira a la inmigración como solución a los problemas demográficos en España, Leguina contesta que «no nos podemos hacer ilusiones: está demostrado que en materia de fecundidad, los inmigrantes acaban copiando el comportamiento del país al que llegan, y abandonando aquel del que proceden». Por eso la inmigración es una solución «cortoplacista», a la que no ayuda el hecho de que «muchos inmigrantes viven en condiciones socioeconómicas muy malas, y sin el incentivo de acceder a la escalera social que suponen los estudios y la universidad».

Para el director del Observatorio Demográfico CEU, la solución es «sobre todo cultural». Sin embargo, «el feminismo de nuevo cuño» y mitos como que no tener hijos es más ecológico y solidario «siguen haciendo daño», por lo que declara que «todo aquel que predique hoy en contra de la natalidad está predicando en contra de España».

Sin embargo, todavía quedan valientes, como Carlos y Maite, que piensan que «para casarte necesitas a tu marido o tu mujer y ya está, y si me apuras un cura. Pero necesitar necesitar…», afirma él con humor.

Estos jóvenes acaban de celebrar su primer aniversario de matrimonio y ya están esperando su primer hijo, «y estamos muy contentos de habernos lanzado». «La vida está para ir surfeando las olas. Si te quedas sin trabajo ya te saldrá otro, como me acaba de pasar; y si ya no puedes comer galletas Príncipe, pues compras de marca blanca. Dios aprieta, pero nunca ahoga».

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