Semillas de comunión - Alfa y Omega

Un grupo de políticos católicos, de distintas formaciones, sensibilidades y trayectorias, nos volvimos a encontrar el pasado 13 de junio, acompañados por el cardenal Cobo, con un propósito compartido: profundizar en el valor del diálogo, la escucha y el respeto como caminos imprescindibles para la construcción del bien común.

Este camino nació en 2020, en medio de la incertidumbre y la fragilidad provocadas por la pandemia. Intuimos que los cristianos llamados al servicio público teníamos una misión particular: demostrar que es posible dialogar sin renunciar a las propias convicciones y unir sin imponer ideas, contribuyendo así a una cultura política más humana, más abierta y más fraterna. En diciembre de ese mismo año publicamos un manifiesto en el que reivindicamos la importancia y la necesidad de impulsar el diálogo, proponiendo diez claves para el diálogo político: reconocer lo que nos une; promover el diálogo; evitar la descalificación; aceptar el disenso desde la no violencia, respetando al otro: es legítimo no estar de acuerdo; rechazar y prevenir las fake news; adoptar una actitud de acogida hacia el otro y escuchar; formular nuestro discurso en positivo, no contra nadie, sino en favor de las ideas que defendemos; poner en el centro la fragilidad de las personas; responder con perspectiva y altura de miras, no desde la inmediatez o el emotivismo y, por último, combatir tanto la vulgaridad como los excesos de la corrección política.

Desde entonces, este grupo heterogéneo de representantes políticos, con el acompañamiento de un amigo —primero el cardenal Osoro, ahora con el cardenal Cobo—, se va consolidando como un espacio de escucha, encuentro y fraternidad.

En diciembre del año pasado hicimos público, junto con políticos de América, Europa y África, un manifiesto por la dignidad de la política al servicio del bien común, en el que invitamos a cultivar algunas actitudes que, a nuestro juicio, salvaguardan la dignidad ética de la política: contemplar la realidad con profundidad, horizonte y amplitud de miras, superando el inmediatismo, la manipulación y el populismo; dar centralidad a las periferias y avanzar hacia el anhelado desarrollo integral que alcance a todas las personas; reflexionar sobre el trasfondo cultural: deliberar, dialogar y buscar juntos consensos, asumiendo cordialmente los desacuerdos; recuperar la cultura del consenso y del abrazo con el divergente; buscar pactos globales para salvaguardar la paz, la educación, el medio ambiente, y los derechos de las personas; juzgar con criterios sólidos desde una fe que no se impone —consideramos que la dignidad humana es innegociable y debe ser la piedra angular de toda acción política—; rescatar el valor de la verdad; actuar con compromiso y responsabilidad, promoviendo los principios de la doctrina social de la Iglesia; activar la responsabilidad ciudadana y apostar por una política que asuma el pluralismo y sea capaz de pactar los desencuentros.

En una época marcada por la polarización, la crispación política, el desencanto social y un creciente clima de desconfianza entre ciudadanos e instituciones, es en la diversidad donde se genera un espíritu de comunión: una semilla de comunión, diálogo y respeto. 

El cardenal Cobo nos invitó a compartir nuestros sueños, y expresamos con convicción que la política necesita ser humanizada. El enfrentamiento personal no nos fortalece: nos deshumaniza. Por eso creemos que es urgente recuperar la amabilidad como virtud pública, como un estilo de relación que no excluye el debate firme, pero lo hace posible sin caer en la descalificación ni en el odio. La polarización destruye; la sinodalidad construye, siempre que se concrete en una escucha real y en un diálogo auténtico. Y la Iglesia puede y debe ofrecer espacios de escucha y discernimiento. 

La vocación política, nos señaló el cardenal, vivida desde la fe, es una expresión concreta del compromiso laical: trabajar por el bien común desde dentro de las estructuras de la sociedad, sin clericalismos, pero con una profunda raíz evangélica. Soñamos con seguir avanzando en esta reflexión compartida y en la promoción de causas comunes que movilicen, inspiren y hagan posible una política más humana. Creemos firmemente que la humanización de la política no solo es necesaria, sino posible.

De cara al próximo curso, seguiremos participando en estos encuentros convocados por el cardenal Cobo, arzobispo de Madrid, porque creemos que son espacios necesarios: lugares de reflexión compartida, de escucha sinodal, donde podamos discernir juntos y generar propuestas que nazcan del respeto, del diálogo y de una búsqueda honesta de lo común.

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