¿Es el Opus Dei una sociedad secreta que busca el poder político y económico? ¿Qué hay de cierto en la rivalidad con los jesuitas? San Josemaría (1902-1975) responde abiertamente a todo tipo de preguntas en una serie de entrevistas, concedidas, entre 1966 y 1968, a Le Figaro, al New York Times, a la revista Time, al entonces semanario vaticano L’Osservatore della Domenica, a la revista Telva y a la Gaceta Universitaria. Las entrevistas fueron publicadas en Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer, que Rialp publica ahora en una nueva edición crítico-histórica. El libro aborda, con gran transparencia, el proceso de gestación y elaboración de las entrevistas, o el contexto social y eclesial en que se producen, con el Opus Dei, expandido ya entonces por los cinco continentes, a menudo en el centro de numerosas filias y fobias. Pero lo que más sorprende, al leer ahora esos textos, es la actualidad de muchas de las cuestiones que se abordan:
Concilio Vaticano II:
«Sin jactancia alguna, debo decir que… el Concilio ha confirmado lo que veníamos viviendo y enseñando. La principal característica del Opus Dei no son unas técnicas o métodos de apostolado, ni unas estructuras determinadas, sino un espíritu que lleva precisamente a santificar el trabajo ordinario»; «Hemos de amar el mundo, porque en el mundo encontramos a Dios, porque en los sucesos y acontecimientos del mundo Dios se nos manifiesta y se nos revela» (L’Osservatore della Domenica).
Santidad:
«[La perfección] que busca el socio del Opus Dei es la perfección propia del cristiano, sin más: es decir, aquella a la que todo cristiano está llamado y que supone vivir íntegramente las exigencias de la fe» (L’Osservatore).
¿Organización de poder?:
«El Opus Dei no domina ni pretende dominar ninguna actividad temporal: quiere sólo difundir un mensaje evangélico: que Dios pide que todos los hombres, que viven en el mundo, le amen y le sirvan tomando ocasión precisamente de sus actividades terrenas. En consecuencia, los socios de la Obra trabajen donde y como les parece oportuno: la Obra sólo se ocupa de ayudarles espiritualmente, para que actúen siempre con conciencia cristiana» (L’Osservatore).
¿Sociedad secreta?:
«…Podría decirle, punto por punto, el origen histórico de esa acusación calumniosa. Durante muchos años una poderosa organización, de la que prefiero no hablar –la amamos y la hemos amado siempre–, se dedicó a falsear lo que no conocía… Siempre tendremos en contra a los sectarios enemigos de la libertad personal, sean del campo que sean, tanto más agresivos si son personas que no pueden soportar ni la simple idea de religión, o peor si se apoyan en un pensamiento religioso de tipo fanático… Informarse sobre el Opus Dei es bien sencillo. En todos los países trabaja a la luz del día» (Time).
Jesuitas:
«Aunque ni somos religiosos, ni nos parecemos a los religiosos, ni hay autoridad en el mundo que pueda obligarnos a serlo, en el Opus Dei veneramos y amamos el estado religioso. Los rumores de que se ha hablado son… rumores» (Le Figaro).
El papel de la mujer:
«No se puede afirmar unilateralmente que la mujer haya de alcanzar su perfección sólo fuera del hogar: como si el tiempo dedicado a su familia fuese un tiempo robado al desarrollo de su personalidad… La atención prestada a su familia será siempre para la mujer su mayor dignidad»; «Una sociedad moderna, democrática, ha de reconocer a la mujer su derecho a tomar parte activa en la vida política, y ha de crear las condiciones favorables para que ejerciten ese derecho todas las que lo deseen» (Telva).
Matrimonio:
«El Opus Dei ha hecho del matrimonio un camino divino, una vocación… El secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el buen humor ante las dificultades… Cuando yo escribía [en Camino] que el matrimonio es para la clase de tropa, no hacía más que describir lo que ha sucedido siempre en la Iglesia. Sabéis que los obispos son elegidos entre los que viven el celibato… Además, es fácil de comprender que los célibes tienen de hecho mayor libertad de corazón y de movimiento, para dedicarse establemente a dirigir y sostener empresas apostólicas. Esto no quiere decir que los demás seglares no puedan hacer o no hagan de hecho un apostolado espléndido… En un ejército -y sólo eso quería expresar la comparación- la tropa es tan necesaria como el estado mayor, y puede ser más heroica y merecer más gloria» (Telva).
Familias numerosas:
«Bendigo a los padres que, recibiendo con alegría la misión que Dios les encomienda, tienen muchos hijos…No es el número, por sí solo, lo decisivo; tener muchos o pocos hijos no es suficiente para que una familia sea más o menos cristiana… Pero son criminales, anticristianas e infrahumanas, las teorías que hacen de la limitación de los nacimientos un ideal o un deber universal o simplemente general… Veo con claridad que los ataques a las familias numerosas provienen de la falta de fe: son producto de un ambiente social incapaz de comprender la generosidad, que pretende encubrir el egoísmo y ciertas prácticas inconfesables con motivos aparentemente altruistas… No comprendo que haya católicos que, desde hace años, con tranquilidad de conciencia, aconsejen el uso de la píldora para evitar la concepción» (Telva).
Educación de los hijos:
«Aconsejo siempre a los padres que procuren hacerse amigos de sus hijos. Se puede armonizar perfectamente la autoridad paterna con un sentimiento de amistad. La clave suele estar en la confianza: que los padres sepan educar en un clima de familiaridad, que no den jamás la impresión de que desconfían, que den libertad y que enseñen a administrarla con responsabilidad personal. Es preferible que se dejen engañar alguna vez: la confianza, que se pone en los hijos, hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrija; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre» (Telva).
José Luis Llanes Maestre (ed.)
Rialp
2012
616
36,00 €
