La lista de grandes religiones que sufren procesos de politización en nuestros días es larga y preocupante. Aun así, el fenómeno es difícil de percibir, ya que se produce lentamente y revestido de motivos patrióticos por políticos que manipulan a beneficio propio los sentimientos de sus conciudadanos. La invasión de Ucrania ha mostrado el servilismo de la Iglesia ortodoxa rusa a un tirano que lanza una guerra de agresión contra el país vecino, incluyendo matanzas de civiles. Cirilo todavía no ha dicho una palabra en contra. Putin lleva tiempo financiando templos y asistiendo a ceremonias litúrgicas para reforzar su poder presentándose como «defensor del cristianismo». Antes, el comunismo soviético corrompía al clero católico en medio mundo infiltrando el marxismo. Xi Jinping lo somete y patriotiza por la fuerza.
La politización más extrema es el yihadismo islámico, una oleada de violencia y terrorismo cuyas víctimas han sido en más de un 90 % musulmanas. Pero también es negativo el nacionalismo islámico de Erdogan en una Turquía que había aprendido a respetar a todas las religiones. En la India Narendra Modi sigue cabalgando el nacionalismo hindú para su propia conveniencia. Más insidiosa ha sido la infiltración de centros budistas en Myanmar por el dictador de facto, general Min Aung Hlaing, para que los monjes apoyen la violencia genocida contra los musulmanes rohinyá. En el judaísmo, parte de los ultraortodoxos israelíes forman piña con los colonos en acciones violentas contra los palestinos musulmanes e incluso algunos de sus lugares de culto.
Entre los cristianos, la deriva política más espectacular es la de grupos pentecostales y evangélicos en Estados Unidos y Brasil, aliados fáciles de líneas políticas tipo Trump o Bolsonaro. La manipulación de los católicos norteamericanos por millonarios de credo hipercapitalista y el ala conservadora del Partido Republicano se intensificó a raíz de la victoria del demócrata Bill Clinton en 1992. Crisparles mediática o digitalmente para que voten a los partidos más conservadores suele dar resultado. Son víctimas sin saber de quién. Los católicos airados o amargados difícilmente transmiten el Evangelio.