Raimo Goyarrola: «Somos una Iglesia que crece también por las conversiones» - Alfa y Omega

Raimo Goyarrola: «Somos una Iglesia que crece también por las conversiones»

En Finlandia los católicos son una minoría irrisoria. Pero el nuevo obispo de Helsinki, español del Opus Dei, sueña con que las iglesias se terminen quedando pequeñas

Teo Peñarroja
Raimo Goyarrola
El obispo electo tras su nombramiento el pasado 29 de septiembre. Foto: Katt-Fides.

En 2005, la diócesis de Helsinki cumplió 50 años. Su obispo, Józef Wróbel, invitó a la celebración, entre otros, a Javier Echevarría, prelado del Opus Dei. Wróbel le pidió en un aparte que enviara un sacerdote a Finlandia —donde apenas hay 30— y Echevarría accedió. Unos meses después aterrizó en Helsinki Ramón Goyarrola (Bilbao, 1969), que cuatro años antes había cambiado el bisturí —se licenció en Medicina en la Universidad de Navarra— por el clériman. Para hacerse uno más, tradujo también su nombre al finés: Raimo. Después de 17 años de trabajo en la diócesis, en los que ha desempeñado cargos de lo más variados, el Papa lo nombró obispo de Helsinki. Será ordenado el próximo sábado.

¿Qué hace un cura español recién aterrizado en Helsinki?
Llevaba la atención espiritual de un centro del Opus Dei y enseguida me di cuenta de que hacía falta una residencia universitaria. Luego el párroco me pidió que le ayudara con bautizos y Misas en español para la comunidad hispana. El cuerpo y el alma te piden más y me fui a un colegio público: «¿Hay católicos aquí?». «Sí, dos». «¿Puedo ser su profesor de Religión?». Me lancé a las universidades y el pastor luterano me dejó su despacho. También había católicos en el Ejército y no había quien les atendiese. Fui a la cárcel, donde se ven conversiones maravillosas. A los cinco años el obispo me preguntó si quería ser el vicario general y me encargó que representase a la Iglesia en el Consejo Ecuménico. Allí nos entendemos muy bien: en el Vaticano están alucinados porque Finlandia es un milagro. Algunos me dicen que me relaje y yo les digo: «Yo sigo la voz de Dios, tío, a mí lo que me pide me lo ha dado».

¿Por qué dice usted que es un milagro el ecumenismo en Finlandia?
Celebramos Misa en 25 ciudades en las que no hay templos católicos porque los ortodoxos o los luteranos nos prestan los suyos. Cuando se hizo público mi nombramiento me llamaron sus obispos con inmenso cariño. Muchos no católicos nos llaman la Iglesia madre. ¡El Jesús de Nazaret de Ratzinger lo tradujeron los luteranos!

¿Podría pintar el retrato robot del católico finlandés?
Oficialmente somos 17.000, pero yo calculo unos 35.000. Son gente normal, que no sale en la tele: en el Parlamento no hay ningún católico. En las universidades empieza a haber algunos profesores. Nuestra Iglesia es el pueblo de Dios y está donde está, a veces a 300 kilómetros del templo más cercano. Nuestra Iglesia es el niño que está en el colegio, mira a su alrededor y ve que está solo y tiene dos opciones: o camuflarse o bendecir la mesa, y elige bendecirla. Son amas de casa, peluqueras o la que te hace la manicura, que tienen una imagen de la Virgen. Como los primeros cristianos, no somos la mayoría y no tenemos grandes figuras públicas, pero tenemos familias, como al principio. Y cambiaremos el imperio.;

El Opus Dei está viviendo un momento complicado en el Vaticano y a algunos ha sorprendido que el Papa nombrara un obispo de la Prelatura. ¿A usted también?
Estoy muy agradecido al Papa porque creo que es una señal clara y evidente de que confía en la Obra y nos quiere. Si no, ¿para qué iba a nombrar un obispo del Opus Dei? Otra cosa es lo que se está viendo en Roma, que tiene que ver con la reestructuración de la Curia vaticana y el encaje de los distintos carismas en la Iglesia; es un diálogo. A mí me parece que es bueno hablar. Con respeto y cariño. Porque, en el fondo, todos queremos lo mismo: ayudar y servir a la Iglesia, y el fin es la salvación de las almas.

¿Le dijo algo el Papa con el nombramiento?
Cuando me llamó el nuncio y me dijo: «El Papa Francisco te ha nombrado obispo de Helsinki» el corazón me dio un vuelco y me agarré a la mano de José y a la de María. Ahora espero darle pronto al Santo Padre un abrazo de agradecimiento, cariño y fidelidad para servir a la Iglesia como ella quiere ser servida.

¿Qué retos afronta ahora su diócesis?
En mi mesa tengo dos listas: una de problemas y una de sueños. En Helsinki hay dos parroquias. Los domingos celebramos cinco Misas en cada una y todas están llenas. ¿Qué es eso, un sueño o un desafío? ¡Pues todo! Antes de la pandemia empecé, en otra ciudad, a celebrar Misa en casa de una familia. Para la siguiente semana ya eran dos. Luego tres y cuatro. Le pedí al párroco luterano que nos dejase una capillita y durante la pandemia acudían 27 personas. Ahora estamos en Misa más de 100. Somos una Iglesia que crece, no solo por los bautizos de niños, sino también por las conversiones y los inmigrantes y refugiados. Mi mayor sueño ahora es un seminario diocesano donde formar a nuestros sacerdotes, todos unidos, junto a su obispo.

¿Por qué se convierten los finlandeses?
Atrae la coherencia de la doctrina de la Iglesia en temas de moral matrimonial, la defensa de la vida y los sacramentos. Muchos conversos me han dicho que la confesión es un regalo de Dios. Incluso psicológicamente es una terapia. Y también nuestra forma de entender la Iglesia como familia. Los sacerdotes católicos somos servidores 24 horas, sin horario de oficina. Dije esa frase en un seminario de ecumenismo y a las doce de esa noche sonó el teléfono. Era una chica joven: «Voy a suicidarme ahora mismo». Lo más importante en una llamada así es que no cuelgue. Le pregunté si era católica y me dijo que no. «¿Y por qué me has llamado?». «Porque sé que los curas católicos están disponibles 24 horas».