Prioridades del Papa - Alfa y Omega

Desde que George Weigel publicó su pretencioso libro The next Pope, en 2020, los anuncios de final de pontificado de Francisco se repiten de modo tan regular como engañoso. El show orquestado en Roma el pasado enero a raíz del fallecimiento de Benedicto XVI logró inquietar a algunos fieles, pero no ha minado en absoluto la determinación del Papa: la ha reforzado. En realidad, los intereses económicos y políticos norteamericanos que intentaron derribarle lanzando la bomba Viganò en agosto de 2018 solo consiguen erosionar la confianza de los católicos capturados en su pequeña galaxia mediática.

Entretanto, el Papa —con 86 años y una rodilla maltrecha— sigue viajando a países devastados por guerras internas —R. D. Congo y Sudán del Sur— y volcándose en grandes tareas como aplicar la reforma de la Curia vaticana para convertirla en modelo de sencillez y servicio, orientar el Sínodo Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión este año y el próximo, o preparar el Jubileo de 2025, del nacimiento de Jesucristo, que es el centro de todo.

Sigue ocupándose de tareas a largo plazo como poner en el centro la ayuda a las víctimas de abusos o «las tres limpiezas»: de carrerismo —en Roma queda ya poco—, clericalismo —que se resiste más—, y de corrupción, que combate el Tribunal del Vaticano, por penoso que sea verla aflorar. También hace frente al destrozo de personas —los refugiados y víctimas de guerras— o del planeta, en un esfuerzo iniciado con la encíclica Laudato si. Sale al paso de los populismos crispantes con la encíclica Fratelli tutti, y de la desigualdad económica mediante el proyecto Economía de Francisco, inspirado en el santo de Asís.

Sigue normalizando la convivencia con el islam y el resto de las grandes religiones, cuyos líderes se reúnen para favorecer la paz, amenazada por políticos que manipulan el sentimiento religioso, desde Putin a Erdogan, pasando por los nacionalistas hindúes y los yihadistas. Para quien vive centrado en esas tareas y en extender el mensaje de Jesucristo, las maniobras mediáticas de los hostiles y las intrigas de los resentidos son absolutamente irrelevantes.