Por qué la Santa Sede tiene una oportunidad «única» de proteger a los niños frente a la IA
El Vaticano acoge hasta este sábado el evento Riesgos y oportunidades de la IA para niños: Un compromiso común para proteger a los niños, que organiza la Pontificia Academia de las Ciencias en colaboración con varias entidades
Una de cada cinco niñas y uno de cada siete niños han sido víctimas de violencia de varios tipos en la red. «La tecnología es parte del problema, pero también debe ser parte de la solución», ha subrayado este jueves Britta Holmberg, subsecretaria de la World Childhood Foundation. Holmberg ha participado en la presentación del evento Riesgos y oportunidades de la IA para niños: Un compromiso común para proteger a los niños, que se celebra hasta el sábado en el Vaticano.
Organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias en colaboración con la Fundación Mundial de la Infancia y el Instituto de Antropología (IADC) de la Pontificia Universidad Gregoriana, el evento se ha presentado este jueves en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
El cardenal Peter Turkson, canciller de la Pontificia Academia de Ciencias y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, subrayó en su intervención el compromiso de la Santa Sede, y en particular del Papa Francisco, con las nuevas tecnologías, así como la naturaleza colectiva del proyecto. Además de los debates sobre una nueva ética de los algoritmos, la llamada «algorética», es necesario discutir las responsabilidades de los Estados individuales, para que la inteligencia artificial no permanezca exclusivamente «en manos de particulares».
El purpurado también destacó la importancia de desarrollar modelos de regulación para compartir con las conferencias episcopales de todo el mundo. Un objetivo que se puede alcanzar también a través de un enfoque que tenga en cuenta los testimonios de quienes han sufrido abusos en línea. Esto permitiría ampliar el debate, como ya se ha hecho con otros problemas graves, entre ellos la trata de seres humanos.
Riesgos evidentes
Joachim von Braun, presidente de la Pontificia Academia de Ciencias, destacó cómo los riesgos relacionados con las nuevas tecnologías son cada vez más evidentes para la comunidad científica. Desde la adicción a las redes sociales, que afecta significativamente al desarrollo cerebral de los niños, hasta las violaciones de la privacidad y la manipulación de sus gustos con fines comerciales.
«Durante años, las matemáticas se consideraron una disciplina sin implicaciones éticas», dijo Von Braun, en relación con los algoritmos que regulan las nuevas tecnologías. «Hoy en día, este ya no es el caso».
El académico subrayó que, en el ámbito político, todavía hay mucho trabajo por hacer. En la Unión Europea, por ejemplo, un proyecto de legislación ha estado parado durante dos años, mientras que en los Estados Unidos es crucial dialogar con las grandes empresas tecnológicas, como Alphabet, matriz de Google. En este contexto, la Pontificia Academia de Ciencias puede fomentar un diálogo constructivo y continuo.
El papel de la Iglesia
Hans Zollner, director de la IADC de la Pontificia Universidad Gregoriana, subrayó el carácter visionario de la Santa Sede. Ya en 2017 señalaba «a los representantes de las empresas protagonistas de los desarrollos tecnológicos» como actores fundamentales en la protección de los niños. Este proceso se ha interrumpido con los años pero debe ser retomado. Y la Iglesia debe jugar aquí un papel importante, pues su misión es la protección de los más vulnerables. La Santa Sede, explicó Zollner, tiene una oportunidad «única»: reunir alrededor de la misma mesa a todas las realidades involucradas, para abordar cuestiones que, si se tratan de manera fragmentaria, podrían quedar sin resolver.
Refiriéndose a la colaboración entre la Unión Europea y los Estados Unidos, Zollner mencionó el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados, una organización estadounidense que, el año pasado, recibió más de 29 millones de denuncias de abuso infantil en línea, no solo en los Estados Unidos sino también en Europa. La cooperación entre entidades de este tipo y las autoridades nacionales ha permitido iniciar investigaciones y castigar a los responsables.
Por último, destacó el papel crucial de las familias: «No conozco a un solo padre que no esté preocupado por los riesgos que corren sus hijos en línea», dijo. Con esto, también reconoció las dificultades que encuentran los adultos para adaptarse a la evolución tecnológica.