Pensadoras españolas contemporáneas - Alfa y Omega

Hasta el siglo XVIII la mujer se ceñía al ámbito privado, ya fuera en la casa, o en puestos como lavanderías, cocinas, tareas del campo o ciertas fábricas. Pero la representación social y pública era nula. Sin embargo, conviene destacar excepciones en los siglos XIX y XX, como es el caso de Concepción Arenal (1820-1893) y Emilia Pardo Bazán (1851-1921). Ambas denunciaron el papel de la mujer y su falta de libertad como causas de la imposibilidad de su desarrollo personal y su nula participación en la vida social. Se distinguieron por sus escritos a favor de la mujer y de la educación.

Concepción Arenal, eminente socióloga, moralista, psicóloga y reconocida periodista, aunque no pudiera firmar sus artículos, tuvo un destacado papel en la vida social y pública: en 1863 fue visitadora de prisiones en La Coruña, y entre 1870-1874 fundó La Voz de la Caridad. Conviene subrayar su papel como educadora, y sus obras La mujer del porvenir (1869) y La mujer de su casa (1893). Centra sus críticas en la exclusión de la mujer para reducirla al ámbito privado, pues defiende «que su trabajo será más útil, más lucrativo y servirá para perfeccionarse».

Su reconocimiento no le viene solo de España, pues fue admirada y reseñada en L’Ouevre des Libèrès de Saint Lazare en París, donde se la relacionó con Josephine Butler. Concepción Arenal intentó crear en España una asociación federada a la Abolicionista Continental promovida por Butler, pero este intento fue fallido.

Emilia Pardo Bazán fue una escritora valiente e independiente. Su producción es prolífica, pero resaltaremos los temas educativos. Llegó a ser la primera socia del Ateneo de Madrid (1895) y primera presidenta de su Sección de Literatura (1906); también fue la primera profesora en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo junto a Menéndez Pelayo, pero no logró sentarse en la Real Academia Española; su candidatura fue rechazada en 1889, 1892 y 1912. Catedrática de Lenguas Neolatinas de la Universidad Central, sin embargo, su nombramiento contó con el casi unánime rechazo de los catedráticos; los alumnos no acudían a sus clases. Fue profesora desde 1916 hasta su muerte.

Desde 1910, la mujer tenía acceso a la universidad, pero Emilia Pardo Bazán insistía en que no era suficiente dicha oportunidad, sino que debía ir acompañada de la profesionalización: «Las leyes que permiten a la mujer estudiar una carrera y no ejercerla son leyes inicuas». Pardo Bazán respondió a estas consideraciones con rotundidad: «Lo único que creo que se debe, en justicia, a la mujer es la desaparición de la incapacidad congénita con que la sociedad la hiere. Iguálense las condiciones, y la libre evolución hará lo demás».

La mujer requiere en sí misma su propia formación personal. En La mujer española, serie de cuatro artículos publicados en la Fortnightly Review, y en La España Moderna (1890), la escritora aporta una dura crítica a la insuficiente educación de la mujer, haciéndola pequeña y manteniéndola en perpetua infancia. En La educación del hombre y de la mujer, memoria presentada en el Congreso Pedagógico de 1892, insiste en el gran defecto de la educación femenina: que en ella se dibuje «un destino relativo» para la mujer, que se la conciba como medio y no como fin, que considere que la mujer ha de instruirse para sí. Afirma con ironía que eso no es propiamente educación, sino doma, «pues se propone para la obediencia, la pasividad y la sumisión».

En el siglo XX hay excelentes pensadoras, sean escritoras, políticas o profesoras. Entre las escritoras destacan Rosario de Acuña, Carmen de Burgos, María Lejárraga, Rosa Chacel, María Laffite y Lilí Álvarez. Entre las políticas, podemos citar a mujeres como Carmen Alborch, Clara Campoamor, Victoria Kent o Lidia Falcón, y eminentes docentes como María Goyri, Araceli Alarcón, Ángeles Galino, Gloria Giner de los Ríos, María de Maeztu y María Zambrano, entre otras muchas. Merece la pena destacar también a profesoras universitarias, algunas nacidas en la década de los 40, como Victoria Camps y Adela Cortina.

Araceli Alarcón (1878-1946), fue maestra durante la Segunda República en Vélez-Málaga, Madrid y Segovia. Madre de María Zambrano, ejerció sobre la filósofa una gran influencia. En los apuntes de sus clases, entre 1923 y 1924, aseguraba respecto a la enseñanza que, todo debe mostrarse «de la forma más amena posible para sugestionar la atención, como quien cuenta una historia interesante, apelando a la imaginación más que a la inteligencia». También resume la intención de su docencia: «Me propongo poner la inteligencia de las niñas en condiciones de pensar y razonar por cuenta propia».

Adela Cortina, catedrática de Ética y académica, aporta a la historia de la filosofía importantes conceptos como la «ética de mínimos» o la necesidad de consensuar la justicia para no vivir en condiciones infrahumanas; la «ética cordial», o la defensa de un reconocimiento recíproco que valora elementos morales y humanizantes, o la aporofobia, donde critica el rechazo hacia el pobre.

Diccionario de pensadoras españolas contemporáneas
Autor:

Marta Nogueroles y Juana Sánchez-Gey (coord.)

Editorial:

Sindéresis

Año de publicación:

2020

Páginas:

414

Precio:

30 €