La escritora que no renunció a nada - Alfa y Omega

La escritora que no renunció a nada

«Magnífica, absoluta, soberana», Emilia Pardo Bazán utilizó la literatura para dignificar a la mujer y pedir solidaridad con los desfavorecidos

Rafael Narbona
Emilia Pardo Bazán, ante su máquina de escribir, en 1915. Foto: ABC

Emilia Pardo Bazán, fallecida en Madrid hace 100 años, el 12 de mayo de 1921, nos recuerda que es posible transitar por la vida sin renunciar a nada verdaderamente importante. En el terreno del arte y las ideas, se tiende a creer que es necesario adoptar una posición que excluya cualquier aparente contradicción. Sin embargo, Pardo Bazán apostó por la tradición y la modernidad, el feminismo y el catolicismo, el cosmopolitismo y el amor a las raíces. Acusada de ateísmo y libertinaje por defender la escuela naturalista en La cuestión palpitante, nunca perdió su fe ni cuestionó la moral cristiana.

Admiradora de Alphonse Daudet y los hermanos Goncourt, se opuso al determinismo de Zola y a la concepción utilitarista del arte. Desde su punto de vista, la indudable influencia del entorno no anula el libre albedrío. El ser humano puede elegir, pero su capacidad de decisión merma notablemente cuando soporta circunstancias tan adversas como la protagonista de La Tribuna, una joven obrera seducida por un señorito. Publicada en 1883, la novela escandalizó, pero lo cierto es que recogía las enseñanzas de la encíclica Rerum novarum. Solo dos años antes León XIII había solicitado que no se considerara «al obrero como un esclavo», sino alguien con «dignidad y nobleza», y había animado a los trabajadores a asociarse para defender pacíficamente sus derechos.

Cuando a Pardo Bazán le recriminaron que sus novelas incluyeran escenas de cierta crudeza, contestó: «¡Válanos Dios! Lo primero que habría que dilucidar es si conviene más a las señoritas vivir en paradisíaca inocencia o conocer la vida y sus escollos y sirtes, para evitarlos». Carlista en su juventud, acabó escribiendo en periódicos liberales, pero sin renunciar a sus convicciones antirrevolucionarias. Gran viajera, cultivó casi todos los géneros: novela, cuento, ensayo, historia, poesía, divulgación científica. Educada en un colegio francés, aprendió inglés por su cuenta y completó su formación de manera autodidacta. Su esfuerzo fue recompensado en 1916 con una cátedra de Literatura Contemporánea en la Universidad Central de Madrid, pero sus compañeros boicotearon sus clases hasta que se suspendieron.

Fundadora de una Biblioteca de la Mujer orientada a mejorar la educación de la mujer española, siempre se rebeló contra la idea de que el sexo pudiera marcar el destino de las personas. Jamás renunció a sus metas: «Solo aspiro a gozar de mi libertad, no para abusar de ella… sino para descifrarme, para ver de lo que soy capaz». Su apasionada relación con Pérez Galdós nos devuelve la imagen de una mujer fuerte que no se resignó a vivir en un segundo plano como un simple complemento del varón.

Siempre creyó que la educación era el motor del progreso moral y social, y que sin «el dulce culto a la belleza» el ser humano retrocedía hacia el estado de naturaleza. Católica fiel al magisterio de la Iglesia, se especula que simpatizó con el modernismo religioso, según el cual había que renovar la dogmática y las instituciones, adaptándolas a los cambios históricos y filosóficos. Atacada por Valera, Pereda y Menéndez Pelayo, alzó la voz contra las penalidades de las clases populares, pidiendo reformas. Regeneracionista a partir del desastre del 98, podemos definirla como una especie de George Sand hispánica con una espiritualidad cercana a la de Dostoyevski. Eso sí, lejos de los demonios que atormentaron al novelista ruso. Su amistad con Francisco Giner de los Ríos completó su interpretación de la fe. Frente a la solemnidad y el boato, se imponía regresar a la sencillez evangélica. En su estudio sobre san Francisco de Asís dejó muy claro que entendía el cristianismo como un canto a la fraternidad.

Rosalía de Castro describió a Emilia Pardo Bazán en un poema como «magnífica, absoluta, soberana». Un vibrante homenaje a una escritora que utilizó la literatura para dignificar a la mujer y pedir solidaridad con los desfavorecidos.