Pascaline y la Pascua - Alfa y Omega

Estamos en Pascua y dejamos atrás la Semana Santa. Este año, en mi pueblo, contemplé una imagen de la Piedad, que refleja el momento en el que la Virgen recoge en su regazo el cuerpo de su Hijo muerto tras el descendimiento de la cruz, y me trajo a la mente la primera vez que pisé la basílica de San Pedro, en el Vaticano. Recuerdo que al cruzar el pórtico y girar la cabeza hacia la derecha, estaba allí, imponente, de mármol blanco. Me impresionó tanto que me emocioné. Según los entendidos, en el rostro de la Madre no hay expresión del dolor, quizás por la serena aceptación.

Esta templanza de la Virgen me recuerda a la de muchas mujeres africanas que he conocido, como Pascaline, una madre coraje. Esta mujer se quedó sola, a cargo de sus hijos aún pequeños, cuando murió su marido, Nicolás. Pero su fuerza y su gran energía la llevaron a no desfallecer. Pascaline cultivaba cebollas en el campo. Luego ella misma las recogía y transportaba hasta la ciudad para venderlas en el mercado y alimentar a su familia.

Mujer muy mariana, transmitió el amor por la Virgen a sus hijos. Esto le dio a Paul, el mayor, una Madre que le acompañara en su Pascua en patera hasta Europa. Cuando llegó a Tenerife pasó una semana incomunicado. Su madre pensó que había muerto en el viaje, hasta que pudo llamarla y decir que estaba bien.

Después de dos meses sin salir del centro, lo primero que hizo cuando pisó la calle fue preguntar por una iglesia para ir a Misa. Es curioso que los que se suponen que debían acogerlo no lo consideraron importante. Él mismo me dijo una vez que hay gente que tiene tanto que no tiene sitio para Dios en sus vidas. Él era tan pobre que solo tenía a Dios. Se empeñaron en arrebatárselo, pero no lo consiguieron.

Finalmente conoció una fundación de inspiración cristiana que le acogió. Ahora hace cursos de cocina e informática, pero su sueño es estudiar Economía y regresar a su país para montar alguna pequeña empresa y sacar adelante a su familia.

Quizás ese coraje de Pascaline corre por las venas de Paul y lo hace un luchador. Quizás fue el sí diario de María el que educó a Jesús en hacer la voluntad del Padre. Benditas madres que nos ayudan a creer en la Pascua.